La política regional de Asia oriental, siempre compleja, aparece doblemente complicada por tensiones entre Japón y Corea del Norte y entre aquél y Corea del Sur y China.
Este mes resurgió la vieja discusión entre Japón y Corea del Sur por la soberanía de las islas Takeshima (para los japoneses) o Dokdo (para los sudcoreanos), cuando Tokio anunció sus planes de realizar una medición para delimitar su plataforma marítima en aguas próximas a los islotes controlados por Seúl.
"La situación en Asia oriental no es fácil. A pesar del acuerdo del sábado pasado en el que Japón renunciaba a sus planes de medición, no veo que las relaciones entre ambos países mejoren en el futuro", señaló el analista Masao Okonogi, de la Universidad de Keio.
El sábado, ambos países firmaron una declaración en Seúl después de una negociación que los medios de prensa calificaron como "severa". Tokio finalmente aceptó suspender su medición.
Okonogi se refería a las afirmaciones formuladas el martes por el presidente surcoreano Roo Moo Hyun, quien señaló que los reclamos japoneses sobre las islas eran "intolerables" y señaló que Tokio intentaba "justificar su historia de crímenes cometidos durante la guerra de agresión".
El archipiélago fue ocupado en las primeras décadas del siglo XX por el entonces imperio japonés, que lanzó una campaña colonialista en Asia oriental cometiendo toda clase de delitos contra la población civil.
Por su parte, Seúl canceló sus planes de poner nombre oficial a los accidentes topográficos de las islas, lo que trajo alivio a los observadores de la situación en Asia oriental, que temían se agravara la animosidad entre ambos países.
Pero las celebraciones por el acuerdo murieron pronto, cuando comentarios formulados en Tokio daban a entender que Japón no descartaba una medición en el futuro, lo que motivó las airadas declaraciones de Roo.
Ambas partes acordaron reunirse en mayo para continuar con las negociaciones.
Pero esta disputa territorial no es lo único que amenaza la armonía en Asia oriental. El caso de al menos dos decenas de ciudadanos japoneses secuestrados por Corea del Norte en los años 70 y 80 con el extraño plan de entrenarlos como espías de Pyongyang se volvió aún más espinoso en las últimas semanas.
Tokio reveló que Megumi Yokota, secuestrada cuando tenía 13 años, se había casado con un surcoreano que también había sido privado de su libertad por agentes de Pyongyang.
En 2002, Corea del Norte oficialmente admitió los secuestros y permitió que unos pocos secuestrados regresaran a Japón, pero declaró muertos a los demás, incluyendo a Yokota.
Corea del Sur, que también tiene su lista de secuestrados, propone un enfoque conciliatorio. Pero Tokio considera que los secuestros fueron una grave violación a los derechos humanos por la que Corea del Norte debe responder. En esto coinciden la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Estados Unidos y otros países de Occidente.
El portavoz de RENK (Fondos de Vida para los Refugiados Norcoreanos), Hiroshi Kato, explicó que la postura de Tokio en este caso galvanizó a la opinión pública japonesa a favor de las familias de los secuestrados, creando una situación en la que el gobierno no puede negociar con Corea del Norte sin una resolución del caso.
"Japón no está trabajando con Corea del Sur o con China, que tienen un enfoque similar y conciliatorio hacia Corea del Norte. Japón está claramente en curso de colisión y con las emociones tan exacerbadas que no tienen punto de retorno", sostuvo.
La histórica enemistad de Japón con sus vecinos, basada en la colonización japonesa de China y de la península coreana a mediados del siglo XX, amenaza las relaciones de Asia oriental desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945.
Las relaciones sino-japonesas ahora están en un punto particularmente bajo. En los últimos cuatro años no se celebró ninguna cumbre de líderes de los dos países, pese a sus vínculos económicos.
Los analistas dicen que la visita este mes del presidente chino Hu Jintao a Washington —que no dio grandes frutos— es vista en Tokio como una intensificación de las frías relaciones entre los dos países, que refuerza el Tratado de Seguridad entre Estados Unidos y Japón, según el cual hay una participación más activa de las Fuerzas Japonesas de Autodefensa en el ejército estadounidense.
"Estados Unidos quiere que China actúe como una parte responsable. China también debe darse cuenta de que éste no es sólo el punto de vista de Estados Unidos", dijo un informe publicado en el periódico Yomiuri el 22 de abril, refiriéndose a la política de Tokio hacia China.
El profesor Akira Kato, experto político en Asia oriental de la Universidad de Takushoku, considera que estos últimos brotes de tensión regional son una señal de la creciente confianza de Japón para hacer frente a la emergente influencia de China en la región.
"Las conversaciones entre Japón y Corea del Sur deben verse como un paso hacia la negociación sobre los términos de cada parte, que obviamente conducirá a más tensiones. Pero es una señal bienvenida, porque así como debería ser", dijo.
El profesor Fumiaki Yamada, de la Universidad de Osaka Keizai, dijo que los próximos años estarán llenos de enfrentamientos bilaterales entre Japón y Corea del Sur y Japón y China, dadas las disputas territoriales emergentes.
"Pero no habrá ninguna guerra, veo la luz al final del túnel mediante una participación extranjera imparcial, como la de la Organización de las Naciones Unidas, en la región", opinó Yamada.
El especialista sostuvo que mientras continúe profundizándose la desconfianza en la región, los buenos oficios independientes pueden ser la única respuesta para solucionar o mantener a raya las crecientes tensiones. (