ELECCIONES-HUNGRÍA: Socialistas se aprestan a seguir gobernando

Por primera vez en la Hungría poscomunista, un gobierno puede ser reelecto. Las encuestas de intención de voto para los comicios parlamentarios de este domingo indican que el Partido Socialista Húngaro obtendría entre 43 y 45 por ciento de los sufragios y, por tanto, un segundo mandato consecutivo.

Desde que el régimen comunista convocó por primera vez a elecciones democráticas y multipartidarias en 1990, Hungría ha visto alternarse en el poder político a gobiernos derechistas y socialistas, con un electorado continuamente insatisfecho con los costos sociales de la transición al capitalismo.

El único partido con condiciones de desafiar al gobierno del primer ministro Ferenc Gyurcsány es el nacionalista y conservador Fidesz, conducido por el ex primer ministro Viktor Orbán, que gobernó desde 1998, pero fue derrotado por el Partido Socialista Húngaro (MSZP por sus siglas húngaras) en 2002, marcando un duro e inesperado golpe para su líder.

El opositor Fidesz obtendría entre 33 y 44 por ciento de los votos, según las encuestas, pero aun derrotando al MSZP, debería esperar que la liberal Alianza de los Demócratas Libres (SZDSZ) no consiga el umbral de cinco por ciento de los votos para ingresar al parlamento.

Las encuestas indican que la SZDSZ lograría ese caudal de votos, con lo cual podría mantenerse en la actual coalición gobernante con el MSZP, lo que le ha permitido introducir sus postulados económicos liberales en la formulación de las políticas socialistas.

Sin embargo, y debido al complejo sistema electoral, la primera ronda probablemente no arroje resultados definitivos, y los ciudadanos húngaros deban esperar a la segunda vuelta el 23 de abril.

La campaña ha estado marcada por el juego sucio, los ataques personales y las promesas exageradas, tanto por parte del gobierno como de la oposición. El populismo está en alza en la política húngara, dijo a IPS el analista János Horvát.

"El populismo es una característica de toda Europa, pero en Hungría, los medios de comunicación masiva lo han amplificado. Diez o 15 años atrás, no hubiera tenido el mismo impacto", aseveró.

Pero Horvát distingue entre los principales contendientes, arguyendo que fue el ex gobierno de Orbán el que elevó el fenómeno del populismo a una nueva dimensión. "Los socialistas no pudieron evitarlo y se sintieron obligados a responder. Pero sus promesas son significativamente más realistas", opinó.

Además, como las dos colectividades presentan programas similares, la campaña se "centró menos en los partidos y más en las personalidades", y los socialistas hallaron en Gyurcsány "un carácter firme capaz de hacer frente a Orbán", dijo Horvát.

Gyurcsány llegó a primer ministro un año y medio atrás como parte de una acción para renovar al MSZP, cuando el líder Péter Medgyessy, un ex funcionario del régimen comunista, se volvió cada vez más impopular para el electorado.

El Fidesz, por otra parte, depende desde hace mucho de Orbán como principal figura. El político es casi objeto de culto para una parte de sus seguidores.

Desde su fundación como movimiento juvenil, liberal y anticomunista, el Fidesz ha evolucionado a una organización del nacionalismo conservador, destinada a atraer votantes desde el centro a la extrema derecha del espectro político.

La retórica nacionalista de Orbán implicó en los últimos años el distanciamiento radical de los electores liberales e izquierdistas y una marcada división en la sociedad húngara. Esta vez, el discurso del candidato se volvió un poco menos encendido, quizás a consecuencia de haber entendido que el énfasis patriótico no atraería más votos.

"En las elecciones anteriores, familias y amistades se rompían", describió la socióloga Ágnes Losonczi a IPS. "Quien votaba a los socialistas era descrito como un enemigo de la nación, agente de las corporaciones transnacionales o de potencias extranjeras".

Desde la caída del comunismo, "el nacionalismo ha sido una línea divisoria en la política húngara", en gran medida por la "rotunda supresión del nacionalismo practicada por el antiguo régimen", estimó Losonczi.

La mayoría de analistas coinciden en que el MSZP, consciente de la nostalgia de los votantes por el pasado, no ha logrado distanciarse del régimen comunista, lo cual permitió a la derecha apropiarse de los símbolos nacionales.

Bajo el liderazgo de János Kádár (1956-1988), y al contrario que en otras naciones del bloque socialista de Europa oriental, el régimen se encaminó a un proceso de gradual liberalización social y política, iniciado en los años 60.

"Una buena parte de la población no consideraba opresivo al régimen de Kádár. Es explica por qué siguen existiendo sectores pro Kádár dentro del MSZP", dijo a IPS el economista András Nagy.

Inclusive la derecha ha entendido que la nostalgia "kadarista" tiene sus beneficios y mientras mantiene sus posiciones anticomunistas, critica cada vez más al MSZP por "no ser verdaderamente socialista", afirmó Nagy.

"En algunos aspectos, son más socialistas que los socialistas. El Fidesz se opone en general a las privatizaciones, sobre todo en el sistema de salud, uno de los sectores que más necesitan una seria reforma", añadió Nagy.

Gran parte de la campaña del Fidesz se centró en recordar a los votantes el enriquecimiento que obtuvo Gyurcsány en oscuros acuerdos durante la transición, y Orbán ha acusado al gobierno de practicar un "capitalismo salvaje" y agravar las desigualdades sociales.

Sin embargo, Nagy señala que el aumento de 50 por ciento otorgado por los socialistas a los salarios del sector público en 2002 redujo la desigualdad "en las capas de clase media baja", aunque los "extremadamente ricos lo siguen siendo".

Los socialistas, que exhiben un crecimiento anual de la economía de cuatro por ciento, insisten en la importancia de la inversión extranjera, mientras el Fidesz es generalmente favorable al proteccionismo económico y a la revisión de contratos de privatización poco transparentes.

Hay, con todo, algunos puntos de consenso, pues ambos partidos han prometido controlar el creciente déficit fiscal, reformar el sistema de salud y sumarse a la zona del euro en 2010. Pero a muchos preocupa que las promesas populistas y de grandes gastos no sean apropiadas para resolver los problemas estructurales de Hungría. (FIN/IPS/traen-dcl/zd/ld/ip/06)

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