EEUU-INDIA: Naufragio legislativo amenaza acuerdo nuclear

Serios problemas enfrenta la aprobación del polémico acuerdo de cooperación nuclear entre Estados Unidos e India, que analiza desde esta semana el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense.

Un proyecto de ley especial presentado al Congreso legislativo de Estados Unidos para autorizar el acuerdo de suministro de tecnología y materiales entre ambos países, que implica cesar la aplicación de leyes estadounidenses de no proliferación de armas nucleares, tuvo un recibimiento helado en ese Comité y en el correspondiente de la Cámara de Representantes.

Si este acuerdo no es aprobado por el Congreso, las incipientes buenas relaciones entre India y Estados Unidos se verán seriamente afectadas. Para políticos y funcionarios indios se trata de un entendimiento nuclear de gran importancia y analizan los vínculos bilaterales a través de la "mirilla de este acuerdo" y no consideran términos medios si éste colapsa.

En tal circunstancia, "toda la hostilidad y desconfianzas del pasado se redoblarán", advirtió la secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos Condoleezza Rice el miércoles, en la audiencia televisada del Comité del Senado, refiriéndose a décadas de tensiones entre ambos países cuando India evitó alinearse junto a Washington en la guerra fría.

Pero dentro de Estados Unidos crece la resistencia al acuerdo que permitiría a India mantener y proseguir la construcción de armas nucleares, además de restablecer el comercio atómico con fines civiles entre los dos países. Importantes fuentes diplomáticas indias consultadas aseguraron que sería "muy difícil" la aprobación de la ley especial.

Esto representa un cambio drástico respecto de la situación de dos semanas atrás, cuando los promotores del acuerdo eran entusiastas sobre la celeridad de un trámite legislativo favorable.

"Su gran optimismo se debía principalmente a que el gobierno indio colocó no a una, sino a dos de sus más grandes firmas de relaciones públicas para ejercer presión sobre Washington y a que se considera muy poderoso al bloque de legisladores que representan los intereses indios en el Congreso de Estados Unidos, el mayor formado específicamente sobre un país", dijo el ex embajador indio y veterano diplomático, K.P. Fabian.

"Pero ahora está claro que el camino se ha vuelto espinoso. Si el acuerdo no se aprueba rápidamente, puede acabar en fracaso", añadió.

Tanto el gobierno del primer ministro indio Manmohan Singh como el de George W. Bush están dispuestos a todo para lograr la aprobación.

Hubo señales de apoyo de parte de algunos legisladores del opositor Partido Demócrata, como John Kerry y Joseph Biden, pero a menos que se construya un respaldo bipartidista, es poco probable que el Congreso admita el más controvertido acuerdo internacional.

Una de las razones es la proximidad de los comicios legislativos en los que los demócratas esperan ganar. Son renuentes a permitir una victoria fácil en política exterior al presidente Bush y perderse la oportunidad de rediseñar el acuerdo en la próxima legislatura, sobre la cual esperan ejercer mayor control.

Pero "una razón mucho más importante es el recelo de muchos legisladores estadounidenses ante el acuerdo por la posición en que puede dejar a Estados Unidos respecto de (el principio internacional de) la no proliferación", sostiene el profesor de relaciones internacionales y política internacional en la Universidad de Delhi, Achin Vanaik.

"Evidentemente, el gobierno de Bush no ha enfocado estos asuntos de forma adecuada. Tenía prisa por aprobar este acuerdo", señaló.

El lunes, el diario estadounidense The Washington Post informó, citando a 20 fuentes oficiales indias y estadounidenses, que Bush y Rice no consultaron a los especialistas en relaciones exteriores de ese país, ni a legisladores influyentes, funcionarios de la Casa Blanca ni expertos en asuntos nucleares.

Así, unilateralmente llevaron a cabo un cambio radical en las relaciones con India y en la política de Estados Unidos sobre estos asuntos, en lugar de buscar una modificación progresiva con el fin de que India se aliara con Washington para contrarrestar a China.

Bush y Rice dejaron por el camino a sus propios especialistas en asuntos nucleares, quienes querían que el acuerdo limitara el potencial del armamento estratégico de India y pusiera sus reactores bajo tutela internacional. Esa decisión unilateral produjo resentimientos que ahora se expresan en los discursos políticos internos de Estados Unidos.

Los políticos indios probablemente sobrevaluaron el posible apoyo que recogería el acuerdo en el Congreso y se pusieron muy exigentes en las negociaciones. Tanto el 18 de julio del año pasado como el 2 de marzo de este año, se las arreglaron para salirse con la suya en duras conversaciones de último momento.

Nueva Delhi insistió en que debía tener los mismos derechos y privilegios que las cinco potencias atómicas oficialmente reconocidas por el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (Estados Unidos, China, Francia, Gran Bretaña y Rusia), del que India ni siquiera es signataria. Además consiguió mantener ocho de sus 22 reactores fuera de la tutela internacional, así como la totalidad de sus reactores reproductores rápidos y sus instalaciones militares nucleares.

Un funcionario estadounidense llegó a decir que "los indios fueron muy codiciosos. Obtuvieron 99 por ciento de lo que pedían y siguieron presionando para obtener 100 por ciento".

Estas tácticas despiadadas tienen su costo. Al quedar fuera del control internacional las principales instalaciones indias, se le hace difícil a Bush afirmar que el acuerdo le permitirá controlar a India situándola en la corriente internacional predominante sobre asuntos nucleares.

El incondicional grupo de presión pro-israelí de Estados Unidos puede introducir complicaciones adicionales. Algunos de sus miembros, como el representante Tom Lantos, están amenazando con rechazar el proyecto a menos que Nueva Delhi revea radicalmente su posición con respecto a Irán, Palestina y el Movimiento de No Alineados y demuestre su total lealtad a Estados Unidos.

Para completar el panorama, se suma el grupo de presión anticastrista cubano-estadounidense que considera que India debe salirse del Movimiento de No-Alineados cuya próxima cumbre tendrá lugar en La Habana. India ha sido un líder destacado de este movimiento.

"Bush aún tiene posibilidades de sortear a la oposición", dijo un ex funcionario del Consejo Nacional de Seguridad de India, quien insistió en no revelar su identidad.

"Pero necesitará discusiones a puertas cerradas con legisladores clave, algunos incentivos, especialmente para contentar a sus respectivos electorados, y una inmensa habilidad diplomática. No está claro que Bush, con su popularidad cayendo en picada, pueda lograr todo esto", agregó.

Por lo tanto, es probable que muchos de los 18 legisladores del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y de los 49 del Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes, propongan enmiendas a los proyectos de ley que el Poder Ejecutivo presentó a ambas cámaras.

Empero, el ministro de Relaciones Exteriores de India, Shyam Saran, dejó claro en una reciente visita a Estados Unidos que cualquier modificación liquidaría el acuerdo.

La opinión pública india ve con una buena dosis de sospecha el acuerdo nuclear, y no confía en que la presión interna de Estados Unidos fuerce a Manmohan Singh a revelar detalles del acuerdo al parlamento indio sobre la separación de las instalaciones y actividades nucleares civiles y militares.

A Singh le "será imposible cambiar los términos del acuerdo sin desatar serias críticas y acusaciones de haberse vendido a Estados Unidos", dijo Vanaik.

Aun si el tratado se aprobara en el Congreso de Estados Unidos, es probable que más adelante encuentre oposición en el Grupo de Proveedores Nucleares integrado por 45 países, especialmente de Alemania, Argentina, Brasil, China, Japón y Sudáfrica.

Nueva Delhi no tiene una estrategia alternativa si el acuerdo naufraga.

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