El nacionalismo, que gana fuerza en nuevos gobiernos de América del Sur, parece convertirse en obstáculo a la integración regional a través de los negocios que pretende Brasil, indican discusiones en la 47 Reunión Anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que se lleva a cabo hasta este miércoles.
"La exploración de gas natural no puede ser un negocio privado, tiene que ser un servicio público, el gobierno boliviano necesita socios, no patrones", declaró el presidente de Bolivia, Evo Morales, al participar en la inauguración oficial de la reunión el lunes.
Su discurso en defensa de la nacionalización de los recursos naturales como solución para los problemas económicos y sociales de su país, amenaza a las grandes empresas petroleras que operan en Bolivia, incluyendo al consorcio estatal Petrobras, el mayor inversionista en el país vecino.
La presencia de Morales en la reunión del BID en la brasileña Belo Horizonte, capital del sureño estado de Minas Gerais, permitió reanudar la negociación sobre la presencia de Petrobras, que ya invirtió 1.500 millones de dólares en Bolivia y es la única empresa con fuerte participación en toda la cadena productiva de petróleo y gas natural, desde la exploración a la refinación, el transporte y la comercialización.
De los 40 millones de metros cúbicos de gas consumidos en Brasil diariamente, 27 millones provienen de Bolivia, a través de un extenso gasoducto construido y controlado por empresas de Petrobras.
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Pero el nuevo gobierno boliviano pretende aplicar la Ley de Hidrocarburos, recientemente aprobada en ese país, e imponer la propiedad estatal de los yacimientos de hidrocarburos, convirtiendo a las compañías extranjeras en prestadoras de servicios. Las negociaciones con Brasil se centran en los efectos prácticos de esa decisión.
Son negociaciones a puertas cerradas, ya que el gobierno brasileño, representado por diplomáticos y por el asesor para Asuntos Internacionales de la Presidencia de la República, Marco Aurelio García, rechazó un debate "a través de la prensa", arguyendo que declaraciones públicas de dirigentes bolivianos están generando tensiones.
En 10 días, una misión boliviana deberá discutir cuestiones más concretas y técnicas con la dirección de Petrobras en Río de Janeiro.
Se "destrabaron" las negociaciones, evaluó García, adelantando que Petrobras no podrá ser tratada como simple prestadora de servicios, ya que se trata de una productora de energía.
Morales aseguró que no expropiará los activos de las empresas instaladas en su país, pero que no tolerará el "saqueo" de los recursos naturales, y que está abierto a alianzas que pongan en marcha políticas energéticas comunes en América del Sur.
El presidente Hugo Chávez, de Venezuela, es otro gobernante mencionado por economistas, ministros, banqueros y funcionarios internacionales que participan en la reunión del BID, como representante de la izquierda o, para muchos, del "populismo" que está llegando al poder en algunos países sudamericanos.
Brasil enfrenta con Venezuela otro tipo de bloqueo a sus negocios. Chávez confirmó que había cancelado la adquisición de 24 aviones de entrenamiento militar Super Tucán, fabricados por la Empresa Brasileña de Aeronáutica, ante un veto de Estados Unidos.
Algunos componentes de los aviones brasileños contienen tecnología estadounidense, por ello su exportación está sujeta a autorización previa de Washington. "Lo siento por Brasil", pero la operación tuvo que ser cancelada, dijo Chávez el lunes en la base aérea Joaquín Veroes, a 200 kilómetros de Caracas.
Al veto de Washington contribuyeron las tensas relaciones entre Venezuela y Estados Unidos, que considera al gobierno de Chávez como "una fuerza desestabilizadora" en América Latina. Brasil perdió así un negocio estimado en 200 millones de dólares.
Brasil, de todos modos, cumple la función de "desdramatizar" las tensiones entre Washington y Caracas, según García. El actual gobierno brasileño, pese al pasado izquierdista de su presidente Luiz Inácio Lula da Silva y de su Partido de los Trabajadores tiene buena acogida en Estados Unidos y en las instituciones financieras internacionales, lo que le permite mediar en las relaciones con gobiernos latinoamericanos ubicados más a la izquierda del espectro político.
Los ministros brasileños presentes en la reunión del BID, Guido Mantega, que acaba de hacerse cargo de la cartera de Hacienda, y Paulo Bernardo, de Planificación, reiteraron que este país seguirá buscando la integración regional y mantendrá la política económica, con sus metas inflacionarias y fiscales, un discurso esperado por los banqueros.
Esa es una orientación que proseguirá, no importa el resultado de las elecciones presidenciales de octubre, en las que Lula intentará se reelecto, ya que "los valores de responsabilidad fiscal y estabilidad monetaria fueron incorporados por la sociedad brasileña" y no hay razones para cambios, pues los fundamentos económicos son sólidos, sostuvo Mantega.
Pero no faltaron advertencias de que la situación mundial favorable a las economías latinoamericanas podría evaporarse pronto. La excesiva liquidez en el mercado financiero internacional redujo el costo de captación de recursos, pero "la era del dinero fácil está terminando", según William Rhodes y Charles Dallara, del Instituto de Finanzas Internacionales, una asociación mundial de bancos.