Un resurgimiento de la violencia en el este de Sri Lanka y la impaciencia de los partidos representativos de la mayoría cingalesa con Noruega, el país mediador, amenazan con descarrilar el diálogo de paz entre el gobierno y los insurgentes tigres tamiles.
Dos semanas después de concluida la primera ronda de negociaciones en Ginebra, varios miembros de los Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE) fueron asesinados por supuestos integrantes de una facción rebelde escindida, que sería apoyada por el gobierno.
El parlamentario Wimal Weeravansha, del Frente para la Liberación del Pueblo (FLP), partido que apoyó la candidatura del actual presidente Mahinda Rajapakse para las elecciones de noviembre pasado, exigió el martes a Colombo revisar el papel de Noruega en el proceso de paz.
"No deberíamos continuar con este mediador, Noruega, que tiene un papel en esta traición a nuestra patria", afirmó.
Más de 65.000 personas han muerto y unas 800.000 han sido desplazadas por la guerra civil que libran los Tigres y las fuerzas de seguridad desde 1983 para lograr la autonomía del norte y el este del país, donde predomina la etnia tamil, minoritaria en el resto del país.
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Más de 70 por ciento de los 18 millones de habitantes de Sri Lanka son de la etnia cingalesa —la mayoría budistas— y 18 por ciento son tamiles, cuyos ancestros proceden del sur de India y practican el hinduismo.
En 2002, rebeldes y gobierno acordaron un cese del fuego. No obstante, desde entonces más de 200 personas murieron en enfrentamientos o fueron asesinados por motivos vinculados con el conflicto, la mayoría tamiles.
Antes de la reunión concluida el 23 de febrero en Ginebra, el proceso de paz había estado estancado desde el retiro de los Tigres de la mesa de negociaciones en abril de 2003.
El último ataque contra los Tigres ocurrió el 4 de este mes en Vavunathivu, cerca de la aldea de Batticaloa, baluarte de la facción rebelde respaldada por el gobierno y liderada por el ex comandante del LTTE en el este, Vinayagarmoorthi Muralitharan, también conocido como Karuna.
Los Tigres aseguran que los atacantes recibieron el apoyo de miembros del ejército cuando huyeron tras perpetrar el ataque, pero Colombo lo niega.
Cualquier participación comprobada del gobierno constituirá una violación a la declaración conjunta aprobada en Ginebra, en la que Colombo se comprometió a no apoyar a ningún grupo armado a excepción de sus propias fuerzas de seguridad en el norte y este.
Los Tigres, por su parte, prometieron no atacar a los soldados.
Karuna, que abandonó el LTTE en 2004 con 6.000 hombres, es una de las grandes preocupaciones de los Tigres.
En documento entregado a la delegación gubernamental al término de las negociaciones en Ginebra, los rebeldes acusaron a Colombo y a sus fuerzas de seguridad de colaborar con Karuna.
Los Tigres advirtieron que si continuaban los ataques contra sus miembros podrían no presentarse en la próxima ronda de negociaciones, prevista para abril.
"La Misión de Supervisión del Alto al Fuego en Sri Lanka claramente señaló que el ataque en Vavunathivu fue realizado desde una zona controlada por el gobierno. Este tipo de acciones definitivamente afectarán a las futuras conversaciones", dijo portavoz del grupo rebelde, Daya Master.
"El LTTE no ha adelantado ninguna postura sobre la próxima ronda de negociaciones, pero todo dependerá de cómo evolucione la situación", añadió.
La Misión de Supervisión, que está integrada en su mayoría por efectivos noruegos, tiene un papel de observación y no incluye tareas de mantenimiento de paz.
El último estallido de violencia llevó a varios analistas a afirmar que existen pocas posibilidades de que se apliquen los acuerdos de Ginebra.
"Dudo que los acuerdos incluidos en la declaración conjunta puedan ser implementados. El gobierno no tiene fuerza para aplacar al grupo de Karuna, y es poco probable que el LTTE cese por completo la violencia, sobre todo en las vísperas de las elecciones locales del 30 de marzo, en las que necesita ganar", dijo a IPS el analista Muttukrishna Sarvananthan, de Colombo.
El presidente Rajapakse, quien ve la reanudación de las negociaciones como un triunfo propio, ahora afronta críticas de sus aliados más duros, que amenazan con retirarle apoyo si no muestra una mano firme con los rebeldes.
Jathika Hela Urumaya, partido representado en el parlamento por monjes budistas, señaló esta semana que si el acuerdo de cese del fuego no era revisado, considerarían la posibilidad de retirar su apoyo a Rajapakse.
Por su parte, el FLP divulgó un comunicado señalando que "la única forma de mantener al LTTE en la mesa de negociaciones es fortaleciendo a las fuerzas armadas".
Estos dos partidos pro-cingaleses han criticado duramente el papel de Noruega en las negociaciones y el documento conjunto aprobado en Ginebra.
Y estas críticas parecen haber surtido efecto. Es probable que el enviado especial de paz noruego, Erik Solheim, sea reemplazado el mes próximo por un representante de Suecia.