Estados Unidos no abrió un diálogo sobre el plan de desarrollo nuclear de Irán en mayo de 2003 porque todo acercamiento diplomático fue bloqueado por neoconservadores que promovían en Washington un «cambio de régimen» en Teherán.
Así lo aseguraron ex funcionarios de la administración del presidente George W. Bush.
Lawrence Wilkerson, entonces jefe de gabinete del secretario de Estado (canciller) Colin Powell, señaló que la no formulación de una política formal hacia Irán en 2002 y 2003 fue consecuencia una "conspiración secreta" del ala más conservadora del gobierno, liderada por el vicepresidente Dick Cheney.
"Esta conspiración secreta obtuvo lo que quería: que no se negociara con Teherán", escribió Wilkerson en un correo electrónico a IPS.
En mayo de 2003, la embajada suiza en Irán transmitió al Departamento de Estado a una oferta de negociación, en la que el país del Golfo se comprometía a responder a las preocupaciones estadounidenses sobre su plan de desarrollo nuclear, aunque no adelantaba concesiones específicas, según Flynt Leverett, entonces director de Asuntos de Medio Oriente en el Consejo de Seguridad Nacional.
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Teherán asegura que su plan tiene objetivos puramente pacíficos, pero Estados Unidos y otras potencias de Occidente lo acusan de abrigar la pretensión de fabricar armas de destrucción masiva.
La oferta de 2003 también manejaba la posibilidad de cortar el apoyo iraní al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), que ahora encabeza el gobierno de Palestina, y a la también palestina organización Jihad Islámica, además de convertir al libanés Partido de Dios (Hezbolá) en una organización puramente política, aseguró Leverett.
Se trataba de una respuesta explícita a la demanda de Powell, en marzo de ese año, de que Teherán pusiera "fin a su apoyo al terrorismo".
A cambio, indicó Leverett, los líderes iraníes pedían a Estados Unidos que levantara las sanciones económicas contra su país y trabajara por la normalización de las relaciones bilaterales, permitiendo a su vez la integración de Irán al orden económico mundial.
Leverett también recordó que la oferta fue redactada con la bendición de los principales actores políticos del régimen iraní, incluyendo al líder supremo de la Revolución Islámica, el ayatolá Alí Jamenei.
El ala del gobierno estadounidense denominada "realista", liderados por Powell y el subsecretario de Estado Richard Armitage, estaban inclinada a responder positivamente a la oferta iraní. Pero, pocos días después de haber sido recibida, Washington reprochó a la embajada suiza por haberla transmitido.
No se sabe exactamente cómo se tomó la decisión.
"Como en muchas de las decisiones sobre asuntos de seguridad nacional, no quedan huellas digitales, pero creo que fue Dick Cheney, con la bendición de George W. Bush", dijo Wilkerson a IPS.
Sin embargo, la misteriosa muerte de lo que pasó a ser conocido como el "gran regateo" iraní fue resultado de la incapacidad del gobierno en acordar una política concreta hacia Teherán, sostuvo.
El borrador de una Directiva de Política de Seguridad Nacional sobre Irán llamando a un acercamiento diplomático estuvo en proceso de discusión en Washington durante más de un año, según una fuente gubernamental que pidió no ser identificada.
Fue imposible llegar a un acuerdo formal sobre la directiva debido a que los funcionarios de la oficina de Cheney y del subsecretario de Defensa, Douglas Feith, querían reformarla para permitir un "cambio de régimen" en Teherán.
Los críticos de la política neoconservadora acusaron a Condoleezza Rice, entonces consejera de Seguridad Nacional, por el fracaso del ala "realista" en reducir la influencia de los más radicales en la administración. Rice sucedió a Powell al frente del Departamento de Estado.
El proceso de análisis de la oferta iraní fue "dirigido por una consejera de seguridad nacional incapaz de pararse firme ante el complot", dijo Wilkerson.
Ante la ausencia de una política concreta, los halcones lucharon también contra una propuesta de acercamiento a Teherán de los realistas.
Estos últimos creían que Irán podría ser de utilidad para estabilizar a Iraq luego de la invasión, conteniendo a los chiitas iraquíes radicados en territorio iraní y que regresaron a su país tras el derrocamiento de Saddam Hussein (1979-2003).
Pero los neoconservadores bloquearon estos acercamientos. "Decían que no les gustaba involucrarse con Irán porque no querían deberle nada" a ese país, recordó Leverett.
No obstante, el embajador estadounidense en Afganistán, Zalmay Khalilzad, fue autorizado a mantener reuniones secretas en Ginebra con funcionarios de Teherán para discutir los planes en Iraq.
Los halcones entonces intentaron hacer naufragar las negociaciones introduciendo en ellas una demanda a Irán para que brindara todo tipo de información sobre supuestos miembros de la red terrorista Al Qaeda que pudieran estar detenidos en cárceles iraníes.
Los negociadores iraníes entendieron que ese pedido llevaría implícita alguna concesión de Washington, pero ignoraban que el gobierno de Bush había adoptado una política a comienzos de 2002 por la que se había comprometido a no compartir ningún tipo de información con Irán sobre Al Qaeda u otras organizaciones terroristas.
El 3 de mayo, cuando el "gran regateo" iraní iba camino a Washington, el representante de Teherán en Ginebra, Javad Zarif, hacía otra oferta: si Estados Unidos le daba a Irán los nombres de integrantes del grupo Mujahideen e Kalq (MEK) detenidos por las fuerzas de la coalición en Iraq, Teherán entregaría los de los miembros de Al Qaeda en sus cárceles.
El MEK perpetró varios ataques armados contra Irán en territorio iraquí durante el régimen de Saddam Hussein, e integra la lista de organizaciones terroristas elaborada por el gobierno de Estados Unidos.
Ese grupo, que capituló ante las fuerzas estadounidenses, es visto ahora por los halcones como un elemento útil en los planes para desestabilizar al régimen iraní.
Al parecer, el presidente Bush no veía nada malo en entregar información sobre los miembros del MEK detenidos en Iraq, a pesar de los argumentos de los halcones de que estos no debían ser repatriados a Irán. Sin embargo, el mandatario cambió de opinión y rechazó la propuesta iraní.
Para fines de mayo, los neoconservadores lograron frustrar los contactos en Ginebra.
(*) Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005.