DESARME: Irán divide a Europa

A diferencia del debate que precedió a la guerra en Iraq, Estados Unidos y la mayor parte de Occidente parecen coincidir en que la actividad nuclear de Irán debe contenerse. Pero hasta cuándo seguir la línea de Washington es una duda que divide a Europa.

Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) procuran alcanzar esa semana una posición unánime para atender lo que su embajador estadounidense John Bolton llama "dolorosas consecuencias" para Irán si ese país mantiene su controvertido programa nuclear.

Mientras, Washington enfrenta un dilema familiar: qué hacer si el resto del mundo se niega a acompañarlo en su iniciativa.

Observadores estadounidenses mantienen una actitud equivalente a un "te lo dijimos" respecto del acercamiento de Europa a propósito de Irán. Pero analistas europeos consideran que esta convergencia es mucho más frágil de lo que aparenta.

Según esos expertos, la disposición de Europa a presentar un frente unido con Estados Unidos ante Irán está guiada por varios factores, incluida la creciente preocupación por el empantanamiento de Estados Unidos en Iraq.
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También influyen los decepcionantes resultados de las negociaciones de Alemania, Francia y Gran Bretaña (en nombre de la Unión Europea bajo la denominación UE-3) con Irán y el temor a que una mayor desestabilización en Medio Oriente tenga serias consecuencias para la seguridad europea.

Ninguno de estos factores, sin embargo, significa que Europa vea a Irán como "un enemigo que debe ser derrotado", o que vea la "guerra contra el terror" de Washington con escepticismo.

Resolver la crisis iraní, dicen los observadores, dependerá más de la disposición de Washington a acercar sus posturas con las de Bruselas que a la inversa.

La mejor manera de salir del actual impasse es forjar un acuerdo que reconozca un programa nuclear iraní como un hecho consumado, consideró el suizo Tim Guldimann, ex embajador en Irán y actual profesor de la Universidad de Frankfurt, coautor de un informe sobre la situación nuclear iraní del International Crisis Group (ICG).

"Durante dos años y medio, Irán fue perfectamente claro sobre sus intenciones de enriquecer uranio. Pero el UE-3 ignoró esto, alegando que ofrecer incentivos y amenazar con sanciones terminaría llevando a Irán a detener su programa de enriquecimiento", dijo.

"No es sorprendente que los iraníes rechazaran este enfoque cuando fue propuesto por los europeos, en agosto pasado", agregó.

En vez de insistir en que Irán renuncie al enriquecimiento, dijo Guldimann, los negociadores deberían proponer un "programa de enriquecimiento limitado y demorado" como un compromiso potencial.

Según el informe del ICG, bajo tal programa "la comunidad internacional más amplia, y Occidente en particular, aceptarían explícitamente que Irán no sólo puede producir energía nuclear pacífica, sino que tiene el 'derecho a enriquecer' uranio dentro de su territorio ".

"A cambio, Irán acordaría una demora de varios años en el comienzo de su programa de enriquecimiento, importantes limitaciones en sus dimensiones y alcance inicial y un régimen de inspecciones altamente intrusivo", sostiene el estudio.

El problema con esto, dijo Guldimann, es que Estados Unidos nunca se subirá al barco mientras se oponga férreamente a cualquier programa de enriquecimiento. En Europa, por otro lado, la reacción al informe del ICG fue por lo menos cautamente curiosa.

En última instancia, señaló Guldimann, Irán parece estar presionando no por la bomba en sí misma, sino por la capacidad de producirla si surge la necesidad.

"El objetivo, que no ha sido oficialmente reconocido, es tener una opción militar, pero no una bomba", dijo. "Los iraníes fueron atacados por Iraq con armas de destrucción masiva. Seiscientas mil personas murieron. Cuando eso ocurrió, ellos estuvieron solos, sin el apoyo del exterior. Esa historia es crítica en las consideraciones iraníes."

Del mismo modo, el iraní Mohammad-Reza Djalili, profesor de historia en el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra, comparó las ambiciones de Irán con la política de "opacidad" nuclear de Israel, que no confirma ni niega la existencia de su arsenal.

Djalili dijo que, mientras Irán podría buscar una capacidad en materia de armas nucleares, no está interesado, realmente, en tener la bomba.

"La posibilidad teórica de tener un arsenal nuclear recorre un largo camino en flexibilizar la posición de Irán tanto global como regionalmente. Al mismo tiempo, impidiéndole producir armas, Irán no daría suficiente fundamento a sus vecinos (incluidas Turquía y Arabia Saudita) para que éstos no construyan sus propios arsenales", afirmó.

Autor del libro "Géopolitique de l'Iran" ("Geopolítica de Irán"), publicado en 2005, Djalili alegó que Europa y Estados Unidos necesitan ver el programa nuclear iraní dentro del contexto más amplio de la evolución de las grandes estrategias del país, que tradicionalmente han incluido una "estrategia europea" cuyo objetivo fue construir relaciones con Europa para contrarrestar el antagonismo de Estados Unidos, y una "estrategia oriental" que intentaba desarrollar relaciones económicas con India, Rusia y China.

Ambas estrategias, dijo Djalili, tienen su origen en la preocupación de Irán hacia Estados Unidos, que se volvió central desde la oposición del país norteamericano a la revolución islámica de 1979.

En parte a causa de la creciente crisis nuclear, señaló, "lo que ahora estamos presenciando es el fracaso último de la estrategia europea, en tanto Europa adopta una posición más dura y se alinea en una posición más cercana a Estados Unidos".

Cuán lejos esté dispuesta a llegar Europa para bloquear el programa iraní de enriquecimiento de uranio es otro asunto, dijo. Bruselas y Washington podrían ponerse de acuerdo en la aplicación de sanciones, pero resulta difícil imaginar a Europa apoyando el uso de la fuerza, "opción impulsada por algunos en Estados Unidos".

"Mi mayor preocupación es que este impasse conduzca a algunos políticos en Estados Unidos a adoptar un punto de vista alentado por los neoconservadores. Esto es, intentar desestabilizar a Irán apoyando rebeliones internas entre diferentes facciones étnicas, religiosas y políticas", concluyó.

"Esto sería desastroso. Conduciría a una 'balcanización' aun mayor de la región, a más conflicto y a más derramamiento de sangre", añadió.

Otros observadores señalaron que Europa no debería ser vista como un bloque monolítico, incluso cuando existe un amplio consenso en apoyar los esfuerzos negociadores del UE-3.

No sólo hay corrientes políticas opuestas entre estados del continente: también hay agendas que compiten dentro de esos países.

Según Jean Brincmont, físico belga y autor del ensayo "Impérialisme Humanitaire" ("Imperialismo humanitario", 2005), "hay una lucha en Europa entre las opiniones pro y anti Estados Unidos".

Además, muchos países, como Francia, mostraron una fuerte disposición a mantenerse solos en materia de política exterior, lo que quedó en evidencia en las recientes declaraciones de su presidente, Jacques Chirac, sobre los cambios en la postura nuclear de su gobierno.

Citando el ejemplo del ministro del Interior francés, el proestadounidense y aspirante a presidente Nicolas Sarkozy, Brincmont dijo que "a veces Francia puede estar dividida en torno de asuntos como Irán, pero de ningún modo es servil a Estados Unidos".

El potencial de fisuras en la posición europea quedó en evidencia a comienzos de marzo debido a acusaciones de que Moscú había propuesto permitir a Irán enriquecer una pequeña cantidad de uranio en su suelo a cambio de demorar varios años la producción a mayor escala.

Según la edición del 6 de marzo del periódico The New York Times, diplomáticos europeos creen que la propuesta origina una división en "lo que había sido un frente relativamente unido sobre el enriquecimiento de uranio en Irán".

Alemania apoya cautamente a Rusia, dijeron, mientras que Francia y Gran Bretaña se alinean con Estados Unidos.

Luego Rusia desautorizó la propuesta. Pero el caso ruso subraya otra complicación en cualquier esfuerzo transatlántico por resolver la crisis: que las potencias occidentales no tienen todas las cartas.

"Occidente todavía no se dio plena cuenta de que el mundo cambió", afirmó Guldimann. "El desarrollo económico de Asia, los elevados precios del petróleo, el surgimiento de Rusia como negociador claveà Todas estas cosas juegan contra la idea de que no podemos imponer un final al programa de enriquecimiento, que es la solución preferida".

En contraste con la declaración del vicepresidente estadounidense Dick Cheney de que "la comunidad internacional está preparada para imponer consecuencias significativas", Guldimann sostuvo que, mientras la mayoría de los países pueden apoyar incondicionalmente la idea de que Irán no debería tener un programa de enriquecimiento, "cuando uno pone sanciones sobre la mesa, las cosas se desmoronan. China no será de la partida, ni Rusia, ni India, ni presumiblemente Japón".

Brincmont coincidió, pero dijo que, en última instancia, los estados nucleares tienen que culparse a sí mismos. "Siempre que las grandes potencias quieran mantener sus bombas, las potencias más pequeñas pedirán lo mismo", aseveró.

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