Diplomáticos, líderes religiosos y defensores de los derechos humanos condenan la que podría ser otra Guantánamo: una prisión secreta en Afganistán donde Estados Unidos recluye a unos 500 «combatientes enemigos» desde hace tres o cuatro años sin derecho a defensa.
La existencia de la prisión, en la base área de Bagram, cerca de Kabul, fue divulgada la semana pasada por el diario estadounidense The New York Times. Pero la noticia fue relegada a las últimas páginas por la revelación de que la compañía Dubai Ports World, de Emiratos Árabes Unidos, asumiría la administración de seis importantes puertos de Estados Unidos.
Sobre la prisión de Bagram, la postura de David Cole, una de las principales autoridades de Estados Unidos en derecho constitucional, resumió la reacción de todos los consultados por IPS.
"La noticia sobre Bagram despierta serias dudas sobre la disposición del gobierno de (George W.) Bush a respetar la ley. La administración eligió en primer lugar a Guantánamo, porque pensó que era una zona libre de la ley. Ahora la Corte Suprema dice que el gobierno es responsable de lo que pase allí, y por eso busca otros lugares para evitar la responsabilidad", señaló Cole, profesor de derecho en la Universidad de Georgetown, en Washington.
"La única verdadera solución (para el gobierno) es adaptar su conducta a la ley, y no seguir evadiendo la responsabilidad legal por sus acciones", añadió.
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Washington tiene en su enclave militar de Guantánamo, Cuba, a cientos de detenidos en su "guerra contra el terrorismo", a quienes niega el estatus de prisioneros de guerra, pero tampoco les formula cargos penales ni les reconoce el derecho al debido proceso y a defensa legal.
Los periodistas Tim Golden y Eric Schmitt, autores del artículo en The New York Times, escribieron: "Algunos funcionarios de la administración reconocen que la situación en Bagram es cada vez más parecida al vacío legal que derivó en el fallo de la Corte Suprema de junio 2004 confirmando el derecho de los prisioneros de Guantánamo a apelar a tribunales estadounidenses".
"Bagram ha operado bajo un riguroso secreto desde que fue abierta en 2002. Allí se prohíbe la entrada de visitantes, a excepción de (representantes de) la Cruz Roja Internacional, y se niega la publicación de los nombres de los detenidos", indicaron.
Los periodistas señalaron que, "de los relatos de ex detenidos, jefes militares y soldados que estuvieron allí, surge la imagen de un lugar más sombrío que el cubano en muchos sentidos. Los hombres son recluidos por docenas dentro de grandes celdas de alambre, duermen en el piso o sobre alfombras, y, al menos hasta hace un año, usaban cubos de plástico como letrinas".
"Antes de las últimas reformas, muy rara vez veían la luz del día, a excepción de las breves visitas a un pequeño campo de ejercicios", añadieron.
The New York Times informó que la población carcelaria de Bagram pasó de 100 a inicios de 2004 a por lo menos 600 el año pasado, según datos militares. El incremento fue resultado de la decisión del gobierno de Bush de detener el flujo de detenidos a Guantánamo, luego de que la Corte Suprema concluyera que estos tenían derecho a un debido proceso.
Bagram ha sido con frecuencia descrita por militares estadounidenses como un centro temporal, donde algunos detenidos son liberados y otros trasladados a la prisión de Guantánamo. Pero, desde que esta última cárcel se transformó en blanco de las críticas a las políticas de Bush, los traslados fueron suspendidos.
William Rugh, ex embajador estadounidense en Yemen y en Emiratos Árabes Unidos, dijo a IPS que todos los detenidos, fueran de Guantánamo o de otro lugar, "deben ser juzgados cuanto antes y se les debe permitir ser representados por un abogado".
"Si el gobierno de Estados Unidos persuade al juez de que la evidencia material a ser presentada es legítimamente clasificada, el juicio podría ser cerrado al público, pero tiene que haber un juicio", agregó.
La visión de la comunidad de grupos defensores de los derechos humanos fue expuesta por Deborah Pearlstein, directora del Programa de Derecho y Seguridad en Estados Unidos, de la organización Human Rights First.
"Además de las violaciones a los derechos humanos, una de las cosas más relevantes sobre Bagram y los demás centros de detención es que cuatro años y medio después de los atentados del 11 de septiembre (de 2001), el gobierno de Bush mantiene a casi 15.000 detenidos en todo el mundo sin reconocer sus derechos, ni bajo las leyes locales ni las internacionales", dijo a IPS.
Un representante de la oficina estadounidense de Amnistía Internacional dijo a IPS que la organización presionará para una "abierta y honesta investigación sobre todos los casos de abusos a prisioneros".
"Estamos preocupados sobre informes de que la base ha sido agrandada, y de que las prácticas de secretismo, como la restricción de acceso, y la negativa a respetar los derechos de los detenidos continúan", añadió.
El experto legal Noah Leavitt, ex miembro de la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas y del Tribunal Internacional de Justicia, con sede en La Haya, criticó la declaración hecha por un portavoz militar estadounidense en Afganistán, asegurando que las fuerzas le garantizaban a los detenidos "las mejores condiciones de vida y de atención médica posibles, en concordancia con la Convención de Ginebra".
Leavitt señaló que la declaración "demuestra que la administración es ignorante o muy arrogante ante el derecho internacional".
"Como pasó con Guantánamo, abogados, periodistas e investigadores comenzarán a buscar acceso a Bagram para sacar a la luz el trato dado a los prisioneros y llamar la atención del sistema judicial estadounidense", añadió.
Líderes religiosos también condenaron la prisión de Bagram.
George Hunsinger, profesor de teología cristiana en el Seminario Teológico de Princeton y coordinador de la organización no gubernamental Church Folks for a Better America (Gente de Iglesia para un Estados Unidos Mejor), indicó a IPS que Washington "debería dar un ejemplo".
"Si seguimos dando vergüenza con prisiones secretas, torturas y abusos, el mundo ya no nos mirará más como un faro de esperanza, sino como un calabozo de desesperación. La única forma de vencer al terrorismo es manteniendo nuestros ideales, no pisoteándolos", señaló.