ARGENTINA: Minorías sexuales sin derechos

Noelia Luna nació hombre pero vive como mujer. No trabaja. Tiene pareja desde hace 15 años y tres hijos. Su vida se parece a la de cualquiera. Pero si se compara con la del resto de travestis, transexuales y transgéneros de Argentina, es una sobreviviente.

"Yo conseguí estudiar y tener una familia, pero para la mayoría de nosotras la vida es muy dura", dijo Luna a IPS. "Es un tema cultural. Para el macho latino, la 'mariquita' es objeto de burla desde la infancia y lo sigue siendo después en la escuela o en un hospital, donde somos discriminadas", aseguró.

Según un Informe sobre la Situación de los Travestis, Transexuales y Transgéneros en Argentina para el que fueron entrevistadas 302 personas de las ciudades de Buenos Aires, la oriental Mar del Plata y de localidades de los suburbios de la capital argentina, la lista de "amigas" fallecidas en los últimos años suma 420, la mayoría jóvenes..

De ese total de víctimas fatales, 62 por ciento murieron a causa del sida, 17 por ciento por asesinato y el resto se suicidaron o fallecieron en accidentes de tránsito, por sobredosis, mala praxis en cirugías estéticas u otras modificaciones corporales, cirrosis, cáncer y otras enfermedades.

Casi 70 por ciento de esos decesos ocurrieron cuando las personas tenían entre 22 y 41 años, concluye el estudio "La gesta del nombre propio", publicado este mes por la Asociación Madres de Plaza de Mayo. El libro fue coordinado por Lohana Berkins, de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual.

Berkins pudo hacer estudios terciarios a fuerza de reclamar que se la identificara con su nombre de género. Para ello, tuvo que presentar una denuncia ante la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. Por obstáculos como ese, apenas tres por ciento de las consultadas tiene formación superior.

Sólo 11 por ciento de las personas entrevistadas estudian en la actualidad. Sesenta y cuatro por ciento de los 302 travestis encuestados no terminaron la enseñanza primaria, y 20 por ciento no finalizaron la secundaria. Casi siempre, las causas de la deserción se vinculan con el conflicto por su identidad de género, surgido en la infancia o adolescencia.

Luna, del Movimiento de Identidad Sexual, Ética y Religiosa, colaboró con la realización de las encuestas. Ella se define como "transgénero", pues se identifica con un género distinto al de su sexo biológico. Rechaza la categoría de travesti, porque la considera muy asociada a la prostitución.

Tanto Luna como Berkins están convencidas de que el activismo por el reconocimiento de sus derechos ciudadanos les permitió ganarse un lugar distinto dentro de esa colectividad tan discriminada. Berkins llegó incluso a ser candidata a diputada por la ciudad de Buenos Aires.

La mayoría no tiene su suerte. Del total de travestis entrevistados para el estudio, 79 por ciento obtiene sus ingresos ejerciendo la prostitución. "Es una de las pocas alternativas en las que se puede combinar el ejercicio de la identidad travesti con un ingreso para vivir", señala el libro.

"La investigación muestra la exclusión que afecta a nuestro colectivo, la dificultad de acceder a la condición de ciudadanía, los problemas en el acceso a la salud, la educación, la violencia policial, sexual y doméstica", destaca Berkins.

De acuerdo a los relatos recogidos, de cada 100 travestis encuestados, 86 fueron víctimas de algún tipo de violencia policial casi siempre debida al ejercicio de la prostitución callejera (por negarse a pagar sobornos a los uniformados, por resistirse a ser detenidas por causas injustas, o simplemente por golpes sin causa aparente).

En la ciudad de Buenos Aires, las normas que perseguían el ejercicio de la prostitución y las que impedían vestir ropas del sexo contrario en la vía pública fueron derogadas a fines de la década de 1990. Pero la prostitución se reglamentó de forma tal que la policía sigue siendo un fantasma al acecho.

Pero además, 91,5 por ciento de los travestis encuestados aseguran haber sido víctimas de distintas situaciones de violencia debidas a su identidad de género en algún momento. Las situaciones más mencionadas fueron las burlas, los insultos, las agresiones físicas, la discriminación y el abuso sexual.

Pese a que en Argentina está garantizado el acceso gratuito y universal al tratamiento contra el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), no hay programas que reconozcan las particularidades de estas minorías sexuales, escondidas muchas veces bajo la categoría sanitaria de "hombres que tienen sexo con hombres".

La resistencia a atenderse bajo esa denominación, sumada al trato discriminatorio que aseguran recibir en los hospitales, de parte de médicos, enfermeros y personal administrativo, alejan a los travestis de la consulta preventiva y del tratamiento. "La atención tiene lugar casi siempre en condiciones ya apremiantes", dice el libro.

Los testimonios de maltrato sistemático en hospitales abundan en el texto. Burlas, insultos, negativa a prestar atención o a llamar a las personas por su identidad de género y subestimación de los síntomas, son apenas algunos padecimientos.

Pero hay además relatos de médicos que confirman los malos tratos y abusos contra los miembros de esta minoría cuando son internados junto a personas de su mismo sexo, pero de distinta identidad.

Una consideración aparte merecen las intervenciones quirúrgicas y tratamientos para la transformación del propio cuerpo, prácticas todas que las autoras del libro atribuyen a la necesidad de contar con atributos valorados por los consumidores de la prostitución. Ochenta y ocho por ciento de los consultados se sometieron a algún tipo de cirugía con este fin.

La intervención más común es la inyección de siliconas, que puede resultar letal cuando no se dan las debidas condiciones de asepsia. Casi 100 por ciento de los entrevistados aseguraron haberse aplicado esas sustancias en domicilios particulares y no en clínicas ni en consultorios médicos.

También hay quienes se someten a tratamientos hormonales o al implante de prótesis.

El libro, que alude en su título a la lucha que deben emprender quienes pretenden ser llamados con un nombre del sexo contrario al que les dieron sus padres, surgió como una necesidad luego del brutal asesinato de un travesti en 2005 en la ciudad bonaerense de Bahía Blanca, en el este de Argentina.

Alejandra Galicio murió tras una terrible golpiza que le causó politraumatismo de cráneo, fracturas, laceraciones, hemorragias, inflamación ocular y hematomas múltiples. El ataque fue ejemplo de una agresión sistemática y silenciada. (

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