La incertidumbre rodea a las elecciones generales de este domingo en Costa Rica. La creciente polarización de la opinión pública, el abstencionismo y un sorpresivo giro en las últimas encuestas hacen difícil pronosticar quién sucederá al presidente Abel Pacheco.
El ex mandatario Oscar Arias (1986-1990), del opositor socialdemócrata Partido Liberación Nacional (PLN), encabezó durante toda la campaña las consultas de opinión con más de 40 por ciento de las intenciones de voto, lo que le aseguraba un triunfo sin necesidad de segunda vuelta.
Sin embargo, algunas de las últimas encuestas le otorgaban al también premio Nobel de la Paz menos de 40 por ciento, seguido muy de cerca por su principal rival, Ottón Solís, del Partido Acción Ciudadana (PAC), con 31,5 de las intenciones de voto.
El candidato del PAC, un economista de 51 años, fue ministro de Planificación en el gabinete de Arias, pero renunció tras oponerse al llamado Programa de Ajuste Estructural, que hoy es considerado el primer paso de una tendencia económica neoliberal predominante en los últimos 20 años.
Por eso, la candidatura de Solís parece representar a una alternativa a las políticas liberales.
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Costa Rica "cayó en la trampa del neoliberalismo. Pensamos que produciendo mucho y exportando mucho se generaría justicia social, y eso no es cierto", dijo el arzobispo Hugo Barrantes, al hacer un llamado de reflexión a los votantes.
Berta Gutiérrez, una educadora jubilada, afirmó que toda su vida a ha sido simpatizante del PLN, pero que no desea que Arias, de 65 años, vuelva a ser presidente. "Por eso quiero apoyar al PAC", indicó.
La candidatura de Arias, para la cual fue necesaria una reforma de la Constitución, que prohibía a un ex presidente asumir un segundo mandato, fue motivo de una fractura en el PLN. Algunos dirigentes históricos abandonaron la fuerza, como el ex presidente Luis Alberto Monge (1982-1986), quien sostenía que el eventual regreso de Arias sería un "golpe de Estado técnico" y podría en riesgo la estabilidad democrática.
Muchos de los dirigentes y militantes del PLN sostienen que Arias dio un giro a la derecha, y lo consideran postulante de un proyecto económico neoliberal, a pesar de que el candidato se empeña en combatir esa percepción.
En las últimas encuestas, 33 por ciento de los consultados dijeron apoyar al PLN, aunque la figura de Arias goza de un respaldo un poco inferior, de 31 por ciento.
Este domingo, el Tribunal Supremo de Elecciones instalará 6.163 mesas electorales para recibir a 2,5 millones de votantes, en este país de América Central con 51.000 kilómetros cuadrados y 4,2 millones de habitantes. Cerca de 80 observadores internacionales llegaron esta semana a San José.
Además de un presidente entre 14 candidatos, los costarricenses elegirán a dos vicepresidentes, a los 57 integrantes de la Asamblea Legislativa y a las autoridades de 81 municipios.
Al parecer, ninguno de los partidos alcanzaría la mayoría simple de 29 curules, con lo que habría un parlamento muy fragmentado.
En las calles sorprende el frío de la campaña respecto de otras contiendas.
Las encuestas muestran una evidente crisis política, y el desencanto de la población podría ser aun mayor si la campaña no estuviera sostenida en las figuras políticas, más que en ideologías, dijo a IPS el director de la maestría en Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica, Alberto Cortés.
Aun con su clara ventaja, Arias seguramente deberá disputar la presidencia en una segunda ronda, ya que su popularidad se mantiene estancada y tiende a bajar, señaló.
Arias se ha resistido a participar de un debate público con Solís, a fin de mantener las tendencias hasta el mismo día de la votación y procurar así alcanzar 40 por ciento de los votos, que le daría el acceso inmediato al poder.
El ex mandatario está confiado sobre todo en la gran maquinaria de su partido, capaz de una mayor movilización de simpatizantes a los centros de votación.
Analistas advierten que la creciente pérdida de confianza en las instituciones podría derivar en un abstencionismo sin precedentes en estos comicios, cerca de 40 por ciento.
Por otra parte, Cortés subrayó que en los últimos meses aumentó la polarización del electorado costarricense, lo que hace casi imposible que las elecciones se resuelvan en la primera ronda.
Uno de los temas más polémicos de la campaña fue el Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos con cinco países de América Central y República Dominicana (DR-Cafta, por sus siglas en inglés), que supondría el fin del monopolio del Estado en las telecomunicaciones, la electricidad y los seguros.
El acuerdo, ya firmado pero cuya ratificación parlamentaria sigue pendiente en Costa Rica, Nicaragua y República Dominicana, es motivo de fuertes protestas de parte de organizaciones civiles.
Sin embargo, la directora de la organización no gubernamental de estudios sociales y políticos Procesos, Floraisabel Rodríguez, sostuvo que todavía es posible que los comicios se resuelvan en la primera vuelta.
"El costarricense tiene sentimientos encontrados, esta muy molesto, pero ha decidido participar. Además, la gran oferta de partidos y propuestas absorbió el interés", explicó a IPS.
Rodríguez reconoció que el DR-Cafta ha sido un tema central en la discusión electoral de los últimos meses, pero descartó que haya incidido en la intención de voto, por lo cual no cree que exista una gran polarización de la sociedad.
Los 14 candidatos se esforzaron durante la campaña por convencer al electorado, en especial a los jóvenes, de la importancia de acudir a las urnas, pero los escándalos de corrupción en el poder de los últimos años alimentan el escepticismo y el desinterés.
En los últimos comicios, el ahora presidente Pacheco, del Partido Unidad Socialcristiana, debió disputar la presidencia en una segunda ronda frente Rolando Araya, del PLN.
El liderazgo de Arias en las encuestas responde, según Cortés, a la atomización de la oferta electoral en 14 candidatos, lo cual a su vez refleja una crisis política que deriva en el crecimiento de partidos emergentes.
De ser necesaria una segunda ronda, el primer domingo de abril, las cosas podrían ser más difíciles para Arias, ya que pese a su ventaja cuenta también con el mayor índice de rechazo.
Entre los que manifestaron intención de votar, 25 por ciento dijeron que no lo harían por Arias, mientras menos de cinco por ciento señalaron que no votarían a Solís.
La firma del DR-Cafta, que Arias defiende e impulsa, es motivo de una fuerte resistencia de parte de sectores sindicales y estudiantiles, que en abril podrían convertirse en una fuerza unificada contra el premio Nobel.
Se han desdibujado las posiciones partidarias e ideológicas, y la población apoya más bien a figuras. Por eso, una segunda ronda sería perjudicial para Arias, dada la mala imagen que tiene en algunos sectores, sostuvo Cortés.
Si el abstencionismo no baja de 31 por ciento, como ha ocurrido en las últimas dos contiendas electorales, y se mantiene la tendencia de las últimas encuestas, sería posible un triunfo de Solís, estimó.