Una iniciativa de huertas comunitarias puesta en marcha en Argentina para paliar las consecuencias del colapso de 2001 se transformó ahora en un plan estatal de agricultura urbana planificada, donde desempleados obtienen mucho más que alimentos para la subsistencia familiar.
Unas 7.000 personas que estaban desocupadas al ingresar al programa se volcaron a limpiar la tierra, cultivar, atender los puestos de venta en ferias callejeras. Muchas de ellas participan ahora también de proyectos de desarrollo agroindustrial para proveer al mercado de productos alimenticios obtenidos sin usar agroquímicos.
Se trata del Programa de Agricultura Urbana de la Secretaría de Promoción Social del gobierno municipal de Rosario, una ciudad ubicada en la costa del río Paraná en la oriental provincia de Santa Fe. Allí se cuentan más de 600 huertas comunitarias erigidas en terrenos baldíos, tanto de propiedad estatal como privada.
Además, se consolida una red de comercio y se desarrollan industrias relacionadas.
Con 1,3 millones de habitantes, Rosario es la tercera ciudad más poblada de Argentina y, por su condición portuaria, históricamente fue una zona de gran desarrollo industrial. Pero desde fines de los años 80, con el auge de políticas neoliberales, muchas fábricas cerraron sus puertas catapultando la pobreza, que llegó en 2001 a 61 por ciento de la población.
Esta ciudad presenta en los últimos tiempos otra característica que la diferencia del resto de las urbes del país. Se trata del primero y hasta ahora único municipio gobernado desde 1989 por el Partido Socialista de Argentina.
"Cuando se vino la crisis yo tenía siete hijas y mi marido estaba desocupado. No me podía quedar de brazos cruzados", contó a IPS Mirta Palese, recordando la grave situación socio-económica de Argentina que llevó a la caída en diciembre de 2001 del gobierno de Fernando de la Rúa a mitad de su mandato de cuatro años.
Entonces Palese puso sus ojos sobre un terreno abandonado ubicado frente a su casa, en la zona oeste de Rosario, que se estaba transformando lentamente en un basural.
El dueño entendió que era mejor usarlo como huerta y se lo cedió temporalmente. Una vez conseguido el lote, la mujer acudió a la Municipalidad de Rosario por las semillas y las herramientas. Ahora, junto a una vecina, cultivan tomate, lechuga, rúcula, acelga, chauchas (judías), espinaca, rabanitos y pimientos en 10 metros por 30.
Las mujeres también venden su producción en las ferias comunitarias que se realizan seis veces a la semana en cinco puntos distintos de la ciudad desde mediados de 2002. La comuna financia el traslado, las tiendas, las tablas y los caballetes para exponer en las ferias, los canastos para la mercadería y los uniformes y guantes que utilizan para atender a los clientes con la mejor higiene.
Pero aún tienen tiempo para más. Con otras dos vecinas, las "huerteras" trabajan por la mañana elaborando bandejas con las verduras y legumbres ya limpias y cortadas. "Sólo hay que condimentarlas", se jacta Palese. Esas porciones de ensaladas, cubiertas con un filme protector, "las vendemos en las oficinas para el almuerzo", cuenta.
En esta fase del programa, la comuna aporta los locales para embalar los vegetales, los materiales para ello, las refrigeradoras y secadoras. También les provee de capacitación a través del Instituto de Alimentos del municipio, a fin de garantizar productos seguros y de calidad.
Con las huertas, se estima que unas 40.000 personas en situación de pobreza se aseguran los alimentos para el autoconsumo y obtienen un ingreso mensual que en muchos casos triplica el subsidio a los desocupados que otorga el Estado nacional y promete un desarrollo aún mejor de cara al futuro.
La huerta de estas dos mujeres es una de las que integran el Programa de Agricultura Urbana coordinado por Raúl Terrile, un ingeniero agrónomo asesor técnico de la secretaría comunal y miembro del no gubernamental Centro de Estudios de Producciones Agroecológicas (Cepar).
En diálogo con IPS, Terrile recordó que en el pico de la crisis hubo más de 800 huertas. Pero, a medida en que la economía comenzó a recuperarse, "el proyecto pasó de ser una salida emergencia para convertirse en una estrategia de desarrollo" en el que participan mayoritariamente las mujeres, aproximadamente en un 65 por ciento.
"El plan no está concebido para la subsistencia sino que apunta a desarrollar una fuente de ingresos para la familia", remarcó el especialista. Para eso, el apoyo a través de insumos y capacitación debe ser "permanente", indicó. En los últimos meses, la comuna provee también de cercos y sistemas de riego.
Un respaldo clave resultó la norma para regularizar la tenencia de los terrenos. Para la cesión de espacios privados, el gobierno municipal eximió a los propietarios de pagar tributos por dos años, que es el tiempo de cesión del predio. Si el particular tiene deudas de muchos años, le convendrá renovar contrato por un período mas largo.
En el caso de lotes estatales, los más grandes, el acuerdo es por 10 años. En esos sitios, que alcanzan las cinco hectáreas cada uno, trabajan hasta 70 personas. "La mayoría de las huertas grandes destina lo producido exclusivamente a la venta", remarcó Terrile.
La capacitación teórica es mensual y hay además asistencia técnica semanal en el terreno. "La continuidad del programa y la permanencia de los beneficiarios demuestra que el proyecto sirve", señaló el técnico. Y su viabilidad como proyecto de desarrollo sustentable fue reconocida por la Organización de las Naciones Unidas.
En 2004, el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos reconoció a este plan como una de las mejores prácticas para mejorar las condiciones de vida de los más pobres y al mismo tiempo propiciar el desarrollo sustentable.
Con esta motivación, el gobierno de Rosario amplió el apoyo al programa y se comenzó a trabajar conjuntamente con la Secretaria de Planeamiento comunal a fin de identificar espacios disponibles en la ciudad y diseñar nuevos que se pudieran adoptar a esta modalidad de agricultura urbana.
Así surgió una nueva tipología para el espacio público que es el de los "parques-huerta". "Son huertas con diseño paisajístico que se instalan en los laterales de avenidas y otros espacios visibles de la ciudad. Estas huertas, además de ser productivas, resultan agradables a la vista", explicó Terrile.
El programa forma parte de una red de ciudades que trabajan en agricultura urbana. Con apoyo del Instituto de Promoción para el Desarrollo Sostenible de Perú y el Centro de Investigación en Agricultura Urbana y Forestal de Holanda, se busca destacar esta experiencia de desarrollo para su aplicación en otras urbes.