El presidente de Siria, Bashar Assad, está atornillado al sillón en el futuro previsible, a pesar de la acusación de haber participado en el asesinato del primer ministro libanés Rafik Hariri.
La victoria del partido islámico Hamas en las elecciones parlamentarias de Palestina la semana pasada es el último en una serie de acontecimientos que parecen haber fortalecido la posición de Assad, que llegó al cargo en 2000, tras la muerte de su padre y antecesor, Hafez Assad.
El hecho de que el presidente de Hamas (Movimiento de Resistencia Islámica), Khaled Meshal, esté radicado en Damasco, capital de la laica república de Siria, sirve al mundo exterior como recordatorio de que Assad mantiene un papel protagónico en Medio Oriente.
"Meshal no estaría allí si no lo quisieran", dijo Michael Hudson, del Centro de Estudios Árabes Contemporáneos de la Universidad de Georgetown.
"No creo que las conexiones de Siria con Hamas sean tan íntimas como las que tiene con Hezbollah en Líbano, pero el avance de ambos grupso da a los sirios un sentimiento de satisfacción por reflejo."
Aun antes de conocidos los resultados de las elecciones palestinas, las cosas parecían marchar en la dirección que pretendía Assad, tanto en Líbano como en Medio Oriente en general.
A pesar de las gestiones realizadas en enero por el vicepresidente estadounidense Dick Cheney en sus visitas a Arabia Saudita y Egipto en procura de mayor presión árabe sobre Damasco, las fuerzas contrarias a la desestabilización de Siria parecen ganar fuerza, en especial por la incertidumbre en Iraq.
De hecho, los temores de vecinos como Arabia Saudita, Egipto y Turquía en torno de la sucesión de Assad permiten prever que el mandatario logrará superar la tormenta. También fortalece su posición sus propias maniobras en Líbano y en su país en los tumultuosos meses que siguieron al asesinato de Hariri en Beirut, hace casi un año.
Incluso Israel ha manifestado, cada vez con mayor insistencia, en que prefiere un Assad relativamente más débil, pero pragmático, que cualquier otra alternativa.
"Los israelíes han sido nuestro mayor problema al tratar con el gobierno de Estados Unidos", indicó una bien conectada fuente libanesa para la cual un "cambio de régimen" en Damasco es el único mecanismo viable para liberar a Beirut de la influencia siria.
La gran victoria de Hamas en las elecciones palestinas también da nuevas evidencias de que el celo con que el presidente estadounidense George W. Bush pretende democratizar Medio Oriente, incluido Siria, elevará al poder a fuerzas extremistas hostiles a Occidente y a Israel.
"Siria se beneficia con el ascenso de grupos que representan una posición antitética con los intereses, proyectos o designios de Estados Unidos e Israel", dijo Bassam Haddad, experto en asuntos sirios de la Universidad St. Joseph de Filadelfia.
La victoria de Hamas "envía una señal definitiva de hacia dónde va el público, y no es en la dirección en que Estados Unidos se vería más favorecido", agregó Haddad. Para el experto, el fenómeno electoral islamista en Palestina marca un gran retroceso en los esfuerzos estadounidenses por aislar a Damasco.
El descontento popular desatado en Líbano tras el asesinato de Hariri y las gestiones de Estados Unidos y Francia en la Organización de las Naciones Unidias (ONU) derivaron en la retirada de territorio libanés de 30.000 soldados sirios, allí apostados desde el fin de la guerra civil a mediados de los años 70.
A pesar de la vigorosa investigación de la ONU, Damasco y sus aliados libaneses, en especial Hezbollah, mantienen su poder.
De hecho, la alianza libanesa antisiria encabezada por Saad Hariri, hijo del ex gobernante asesinado, y el líder druso Walid Jumblatt, que ganaron la mayoría de los escaños en las elecciones parlamentarias de junio, está sumida en la incertidumbre, el desaliento y la intimidación tras la muerte de numerosos críticos de Damasco en Beirut.
Jumblatt se encuentra refugiado en las montañas de Líbano y Hariri se ha impuesto un autoexilio en París. "Las fuerzas antisirias de Líbano están a la desfensiva, nerviosas, asustadas y deprimidas", dijo Hudson, quien acaba de regresar de una visita a Beirut.
Bush prometió a Hariri en la Casa Blanca la semana pasada trabajar por un Líbano "libre de influencia extranjera y libre de la intimidación siria", pero no queda claro cómo lo logrará.
Washington impuso sanciones económicas contra el régimen en Damasco, incluidas algunas contra el poderoso cuñado de Assad, el jefe de la inteligencia siria Assef Shawkat.
Pero el gobierno de Bush no ha logrado convencer a sus aliados de la Unión Europea de imponer sanciones, y ni siquiera de calificar a Hezbollah como movimiento terrorista.
Mientras, el vicepresidente libanés Abdel-Halim Khaddam también tomó el rumbo del autoexilio en París, una señal más de la debilidad de la mayoritaria corriente antisiria. (