Los afganos, que sobrevivieron a los helicópteros de combate soviéticos y a las bombas lanzadas por Estados Unidos en su «guerra contra el terrorismo», ahora se ven enfrentados a otra amenaza mortal: la tuberculosis.
A los expertos les resulta difícil determinar quiénes están peor, si los millones de afganos que continúan viviendo en campamentos de refugiados en Pakistán e Irán o los que optaron por regresar a su país, devastado por las bombas y donde la infraestructura sanitaria es inexistente.
Después de los palestinos, los afganos constituyen la población de refugiados más grande del mundo, pese a los millones de dólares destinados a los programas de rehabilitación luego que Estados Unidos y sus aliados derrocaron al opresivo régimen del movimiento islamista Talibán en 2001.
Nadie conoce mejor que Mujahida Bibi cuáles pueden ser los peligros del errático tratamiento contra la tuberculosis en las inciertas condiciones de vida de los refugiados. Esta viuda afgana perdió a tres de sus cuatro hijos por la tuberculosis, porque no podía garantizarles un tratamiento ininterrumpido.
Bibi, quien reside en el límite del asentamiento Kacha Garhi, el mayor campo de refugiados de la provincia paquistaní de la Frontera Noroccidental, está determinada a mantenerse firme y obtener para su único hijo sobreviviente el tratamiento completo de seis a ocho meses que demanda la tuberculosis para ser curada.
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Sus chances son mejores en ese campo que en Afganistán, donde incluso ahora sólo 40 por ciento de los niños están vacunados contra importantes enfermedades y hay apenas un médico por cada 6.000 personas.
Dos hospitales, 98 unidades básicas de salud y 47 laboratorios tratan de atender las necesidades de tres millones de refugiados en Pakistán, donde alrededor de 10.200 pacientes fueron diagnosticados con tuberculosis en los últimos tres años.
"Perdí a mi esposo en la guerra afgana en 1980. Luego, el año pasado, vi morir a tres de mis hijos de tuberculosis", relató.
Los afganos reciben tratamiento gratuito en Pakistán, pero muchos no se preocupan de obtener tarjetas que les garanticen un tratamiento continuo contra el mal, cuando visitan o regresan a Afganistán. Esa interrupción puede tener consecuencias fatales, tal como descubrió Bibi, pues el organismo enfermo puede desarrollar cepas de bacilos de Koch resistentes a los remedios.
La tuberculosis, una enfermedad del sistema respiratorio causada por el bacilo de Koch que se transmite a través de la tos y el estornudo, requiere un tratamiento sin interrupción de poco más de medio año con medicamentos y bajo observación directa, conocido por su acrónimo en inglés, DOTS.
La desnutrición, la insalubridad y la infección con el virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida, son factores que debilitan el sistema inmunológico y dejan el campo libre al bacilo de Koch, que sin embargo puede ser combatido por medicinas baratas.
Un censo oficial de personas procedentes de Afganistán que viven en Pakistán, realizado el año pasado, mostró que alrededor de tres millones todavía permanecen en este país, mientras que 900.000 viven en Irán.
"El año pasado, la cantidad de pacientes con tuberculosis en 250 campamentos de refugiados en Pakistán llegaba a unos 4.000, pero este supera los 5.000.
La razón para ello es la repentina reubicación de refugiados y unidades de salud", dijo Akmal Naveed, director de la Asociación para el Desarrollo Comunitario (ACD, por sus siglas en inglés).
Fundada por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), la ACD es responsable de la implementación del Programa de Control de la Tuberculosis para los Refugiados Afganos.
Luego que Acnur redujo drásticamente la financiación en 2005, alrededor de 60 por ciento de los pacientes son considerados prioritarios, mientras que los otros tienen que arreglarse con cualquier otro recurso que haya disponible o abandonar el tratamiento.
Akmal dijo que las mujeres son más vulnerables a la enfermedad, a causa de su debilidad física y al entorno hacinado en el que viven. "Las mujeres constituyen 63 por ciento de los enfermos. La mayoría de ellas están malnutridas y anémicas".
La ACD, que comenzó sus operaciones en 1985, impartió entrenamiento a médicos y personal de los servicios sanitarios de Afganistán, señaló.
Zabeehullah, un médico de la ACD, dijo que muchos refugiados discontinúan el tratamiento mientras están en su propio país y terminan con la tuberculosis resistente a los fármacos, que es invariablemente fatal.
"Se espera que los pacientes con tuberculosis dispongan de tarjetas de transferencia de las respectivas clínicas de los campamentos, para que les puedan dar medicamentos de regreso a sus hogares", dijo.
Citando números de la Organización Mundial de la Salud (OMS), indicó que entre 70.000 y 80.000 nuevos pacientes con tuberculosis son detectados al año en Afganistán. Ante lo cual se mostró preocupado por el recorte de fondos de Acnur y dijo que eran necesarias más donaciones para abordar el problema de los refugiados tuberculosos.
"No hay un sistema uniforme y estandarizado para el diagnóstico y el tratamiento de la tuberculosis y si las agencias donantes internacionales quieren ayudar deberían comenzar por reconstruir hospitales en un país devastado por alrededor de un cuarto de siglo de guerras", dijo Ghulam Qadir Habibi, un microbiólogo afgano.
Los civiles quedaron totalmente expuestos al derrumbe de Afganistán, enfermedades incluidas, a partir de la invasión en 1979 de fuerzas de la hoy disuelta Unión Soviética y luego por las continuas luchas intestinas que se perpetuaron con la toma del poder por parte del movimiento Talibán y su derrocamiento en 2001.
En los años intermedios, un quinto de los 30 millones de afganos, huyó a los vecinos Irán y Pakistán.
Habibi atribuyó el resurgimiento de la tuberculosis en Afganistán y en los tres campamentos de refugiados de Pakistán a la vida en "una habitación embarrada y mugrienta compartida por 10 personas".
Abdul Muqeem Saadat, coordinador de entrenamiento de ACD, dijo que la tuberculosis era curable siempre y cuando los pacientes se sometieran ininterrumpidamente a un régimen de tratamiento directamente observado de ocho meses, pero ello es difícil bajo las condiciones de vida de los refugiados.
Sólo unos 3.000 millones de dólares de los 13.000 millones de la ayuda internacional a Afganistán, comprometida poco después de la caída del gobierno talibán, fueron asignados al reasentamiento de refugiados, mientras que el resto está siendo invertido en seguridad y en la reconstrucción de las fuerzas armadas, según Kabul.