El plan de paz del rey Gyanendra de Nepal naufraga. No hay candidatos suficientes para cubrir los cargos en disputa en las elecciones locales del 8 de febrero y continúan las protestas, mientras cientos de activistas siguen arrestados.
Las elecciones locales del mes próximo son el primer paso para el retorno a la paz y la democracia, prometido por el rey Gyanendra dio un golpe de Estado y asumió todo el poder en Nepal el 1 de febrero de 2005.
Se prevé que luego de estos comicios se convoque a elecciones parlamentarias en 2007.
Pero el boicot de siete partidos políticos que concentran más de 90 por ciento de los votos de los últimos comicios parlamentarios del país, amenazas de la insurgencia maoístas y una huelga nacional convocada por los partidos se combinaron este mes para desalentar a posibles candidatos.
"Tuvimos éxito. No hay una sola candidatura cubierta por personas que tengan compromiso político o que estén afiliadas a los partidos" de la alianza antigolpista, dijo a la prensa el portavoz del Partido Comunista, Pradip Nepal.
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En Katmandú, que además de ser la capital es la ciudad más segura de este pequeño país, sólo se presentaron 98 nominaciones para 177 puestos, incluidas 10 para alcalde y ocho para vicealcalde.
Pero el portavoz de la Comisión Electoral del gobierno, Tej Muni Bajracharya, manifestó satisfacción. La Comisión establecerá un segundo día para la presentación de postulaciones en los distritos donde escasearon los candidatos, dijo.
No obstante, Bajracharya también dijo al periódico Nepali Times que no todos los aspirantes querían registrarse como tales.
"Tuvimos quejas de algunos de los que querían ser candidatos y que no pudieron presentarse a causa de la 'bandh' (huelga general)", declaró Bajracharya. "El principal obstáculo fue la psicología del miedo."
Los rebeldes maoístas, que controlan hasta tres cuartas partes de las áreas rurales, prometieron desbaratar las elecciones cuando quedó claro que el rey Gyanendra no atendería los reclamos de cancelar la votación ni se plegaría a las condiciones pactadas a fines del año pasado entre los insurgentes y la alianza de siete partidos.
Desde que dio el golpe de Estado, el monarca se rodeó de políticos experimentados —muchos de ellos del sistema "panchayat", previo a la democracia— y rechazó todos los llamados a negociar con los maoístas y los partidos, a los que amenazó con declararlos "terroristas" si mantenían su pacto con los rebeldes.
El rey Gyanendra virtualmente ignoró el pedido internacional de restaurar la democracia e iniciar conversaciones de paz, y respondió hábilmente a los recortes en la asistencia militar de India, Estados Unidos y Gran Bretaña con veladas amenazas a sus adversarios, China y Pakistán.
Este mes, Beijing cambió ligeramente su posición, consistente en declarar el deterioro político de Nepal como asunto "interno", al manifestar su esperanza en que "todos los partidos puedan estrechar sus diferencias a través del diálogo".
Al mismo tiempo, Katmandú se colmó de especulaciones sobre un posible acuerdo entre el rey Gyanendra y el centroizquierdista Partido del Congreso, por el cual ese sector regresaría al gobierno por tercera vez desde la revolución democrática de 1990.
Pero no hubo ningún acuerdo.
Mientras, un candidato a alcalde del Partido Sadbhavana, Bijay Lal Das, fue asesinado el día 24 en el sudoriental poblado de Janakpur. Tras el crimen, que fue atribuido a insurgentes maoístas, el gobierno accedió al pedido de solventar un seguro de vida a todos los postulantes.
El día 26, otro candidato a alcalde del Partido Sadbhavana de Nepal fue secuestrado por maoístas en el medioriental distrito de Bardiya.
En algunos poblados hubo en esa misma jornada, seguramente, más arrestos que listas de votación presentadas ante los registros electorales. Activistas políticos salieron a las calles para imponer la huelga general protagonizaron escaramuzas con la policía.
Dos docenas de activistas fueron arrestados en el occidental poblado turístico de Pokhara, donde una persona recibió un balazo en una pierna cuando la policía abrió fuego.
Al menos otros 30 fueron arrestados en el meridional poblado de Birgunj, luego de ingresar a la oficina local de la Comisión Electoral y romper las papeletas. En el oriental Dhankuta, los activistas quemaron urnas y entonaron consignas contra los comicios, según informes de prensa.
En total, más de 2.000 personas fueron arrestadas en al menos una docena de localidades, dijeron portavoces de los partidos. Algunos fueron maltratados por la policía, que suelen devolver las piedras que les lanzan los manifestantes para controlar las multitudes.
Pero en Katmandú alrededor de 10 pacifistas realizaron una silenciosa vigilia por la paz en la vía pública. "Reconocemos que los problemas son políticos", dijo Rita Thapa, de la organización de voluntarios Voz de los Ciudadanos. "Pero no tenemos acceso ni al rey ni a los partidos políticos. ¿Qué podemos hacer?", preguntó.
La organización exhibió pequeños carteles y repartió octavillas para urgir al gobierno a escuchar el reclamo de paz de la ciudadanía. Uno de los participantes de la vigilia, Rishi Ram Adhikari, dijo que no regresó a Bardiya, donde reside, por temor a los maoístas, que dominan el poblado.
"Durante mucho tiempo estuve preocupado por la situación y me pregunté cuál podría ser mi contribución", dijo a IPS. "Pensé en algo como esto, pero un parlamentario me dijo: 'El problema es político, así que la solución debe ser política.'"
"Le dije que no creía que estar parados aquí fuera la solución, pero que si todos participaban demostraríamos que hay una cuarta voz" aparte del gobierno, los partidos y los insurgentes, "y que la sociedad civil es poderosa", dijo Thapa.
Las protestas crecieron en todo el país desde que el gobierno dispuso el toque de queda y la prohibición de realizar reuniones públicas en la mayoría de las áreas de la capital, tras los mortales ataques maoístas del día 14 contra puestos de policía en los alrededores de Katmandú y sus alrededores.
En la madrugada del día 19, víspera de una gran concentración convocada en la capital, la policía detuvo a docenas de dirigentes y activistas políticos. Las autoridades también volvieron a interrumpir los servicios de telefonía celular. El 21, se impuso un toque de queda por un día.
Además, los choques entre maoístas y fuerzas de seguridad se reanudaron desde que los rebeldes finalizaron su cese al fuego unilateral, el día 3. Docenas de insurgentes murieron.