ELECCIONES -PORTUGAL: Resultado impone cohabitación

La elección de Aníbal Cavaco Silva como el primer presidente conservador de Portugal, desde la llega de la democracia en 1974, exigirá al primer ministro socialista José Sócrates una cohabitación que no será tarea difícil, dado el común denominador liberal y modernista de ambos personajes.

El ex primer ministro Cavaco Silva (1985-1995) reemplazará el 9 de marzo y por un período de cinco años al actual jefe de Estado, el ex secretario general del Partido Socialista (PS) Jorge Sampaio, al haber sido escogido el domingo por 50,6 por ciento de los votos, evitando así la segunda vuelta electoral.

El socialista Manuel Alegre se ubicó en segundo lugar con 20,7 por ciento, pese a que su candidatura, un "movimiento cívico de la ciudadanía", fue abiertamente hostigada por el PS, que en cambio apoyó a su fundador y líder histórico, Mario Soares, quien sufrió una contundente derrota al lograr un modesto 14,3 por ciento.

El secretario general comunista Jerónimo de Sousa logró 8,6 por ciento, el líder del Bloque de Izquierda (ex trotskistas), Francisco Louçã, alcanzó 5,3 por ciento y el maoísta Antonio José Garcia Pereira, del casi inexistente Movimiento de Renovación del Partido del Proletariado, apenas 0,5 por ciento de los votos.

De los poco más de 8,8 millones de ciudadanos inscritos en Portugal continental y en los archipiélagos atlánticos de Azores y de Madeira, votaron 62,6 por ciento, mientras fueron contados algo más de uno por ciento de votos en blanco y 0,8 por ciento fueron anulados.

La elección del nuevo mandatario se traduce en que por primera vez en tres décadas la izquierda perdió el derecho a ocupar el palacio presidencial de Belém, hasta ahora habitado por Antonio dos Santos Ármalo Eanes (1976-1986), Mario Soares (1986-1996) y por Jorge Sampaio (1996-2006).

Las consecuencias políticas en el oficialismo también se presentan nefastas, con un PS que se encuentra notoriamente dividido, ya que su electorado reprobó inequívocamente la decisión de Sócrates de invitar a Soares para un nuevo período.

La alternativa es la nueva cohabitación que se inaugura.

El primer signo de buena voluntad, fue lanzado en la víspera por Cavaco Silva, que en su discurso triunfal declaró disuelta la mayoría que lo eligió presidente, formada por los opositores Partido Socialdemócrata (PSD, conservador pese a su nombre) y Centro Democrático Social (CDS, de derecha nacionalista), comprometiéndose con "el código moral de la democracia", donde "el Estado no es feudo de los que ganan", según indicó.

El presidente electo tuvo también el cuidado de colocar en su lugar a los arranques de nacionalismo contra la vasta comunidad de inmigrantes, dedicando también su triunfo "a aquellos que no nacieron en Portugal, pero que escogieron nuestro país para vivir".

En su primer discurso a la nación, Cavaco Silva se encargó de bajar las expectativas de una derecha que apuesta en la ampliación de los poderes presidenciales con el propósito de neutralizar a los socialistas, un ajuste de cuentas en el que dejó claro no desea participar al aseverar que "el gobierno legítimo de Portugal podrá esperar de mí un espíritu de leal colaboración".

El nuevo marco institucional luso se presenta en tiempos que no se adivinan fáciles para Sócrates, quien ve aparecer a Alegre con un capital político propio y que desafía las estructuras proselitistas, al recordar tras las elecciones que el quinto de los electores que lo apoyaron demuestra "que es posible un vasto movimiento de ciudadanía, no contra, sino más allá de los partidos".

El magro resultado de Soares aparece como especialmente cruel si se tiene en cuenta la dimensión histórica de su obra política y que, hasta conocerse los resultados en la víspera, era considerado el padre de la nación democrática inaugurada con el golpe de Estados de los capitanes izquierdistas del Ejército en abril de 1974.

Al reconocer su decepcionante resultado, "bajo mis expectativas", Soares estuvo lejos de anunciar el retiro al reposo del viejo guerrero de 81 años, cuando aseveró que "en democracia se gana o se pierde, pero es derrotado sólo quien desiste de luchar, y yo no desisto de luchar".

La casi totalidad de los análisis publicados este lunes por la prensa portuguesa coinciden en apuntar que tanto el voto par Cavaco Silva como para Alegre resultan de una clara decepción de los electores con la conducción política del país en los últimos años.

El apoyo a Cavaco Silva no emana sólo de la derecha sino también de muchos electores que decidieron escoger a un político con perfil de "anti-político", que reaparece en la escena pública una década más tarde, con un perfil claramente mesiánico, dispuesto a subir el nivel de confianza de los ciudadanos y del mundo financiero, cuyo nivel bajó al mínimo en los últimos cinco años.

La generalidad de las personas consultadas de porqué votaron a Cavaco Silva evocaron el período 1985-1995, que es cuando Portugal registró el mayor crecimiento de su historia moderna, sin tomar en cuenta que en ese lapso es cuando el país recibió una enorme cantidad de dinero de la entonces Comunidad Económica Europea, más tarde Unión Europea, como fondos de cohesión para acercarle al promedio del bloque.

Con indicadores económicos en declive, Portugal está obligado ahora a relanzar su modernización, aumentar su producto, controlar la inflación y reducir el déficit público, entre otras medidas destinadas a cumplir con el Plan de Estabilidad y Convergencia presentado en la sede comunitaria de Bruselas en abril de 2005.

Cavaco Silva, quien durante su exilio político voluntario de 10 años se desempeñó como profesor de finanzas públicas de la Universidad Católica de Lisboa, ha expresado en varias oportunidades que apoyará a Sócrates en este empeño, destinado también a subir los niveles de confianza de los inversores.

En un sondeo realizado durante este lunes por Diario Digital On-Line, 72 por ciento de los portugueses opinan que el nuevo presidente ayudará al gobierno de Sócrates, frente a 28 por ciento que opinan lo contrario.

Se coincide en que, al votar en Cavaco Silva, muchos electores ansiosos de estabilidad lo hicieron ante las seguridades de una buena cohabitación entre la presidencia y el gobierno. Pero, otro factor que influyó en su triunfo, según el sociólogo Antonio Barreto y la analista Clara Ferreira Alves, fue la hábil gestión del silencio del ex primer ministro.

Ante el anhelo de alguien que ponga el país en orden, un "padre austero" de un Estado protector, Barrero sostuvo que Cavaco Silva ganó "porque no se comprometió, a no ser con principios generales e ideas bondadosas. Venció gracias a su reputación y no a sus ideas, que no las expresó, ni a un programa, que no lo tornó claro".

Por su parte, Ferreira Alves recordó que "lo más extraordinario es que Cavaco Silva partió para una victoria anunciada sin haber demostrado una única idea o designio sobre el país del cual será su presidente. A pesar de que detesta la política, se limita a repetir sin cansancio los mismos lugares comunes".

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