Las piezas publicitarias políticas inundan las radios y las calles se tapizan de carteles y folletos que urgen a los ciudadanos a elegir entre 35 candidatos presidenciales y unos 1.300 al parlamento. Haití suena y luce como si estuviera en vísperas de elecciones, pero no lo está.
Carteles colgados que atraviesan las calles insisten en que los haitianos voten, para lo cual 80 por ciento de ellos con edad de concurrir a las urnas ya se registraron.
Pero este pequeño país caribeño, el más pobre de América, no está por sufragar. Los comicios presidenciales y parlamentarios fueron pospuestos cuatro veces, y la última por tiempo indefinido.
Quienes pensaban que irían a las urnas el otoño pasado ahora esperan hacerlo a fines de enero. Otros comienzan a dudar que las elecciones se realicen finalmente.
En un país que sólo tuvo raros destellos de democracia, un sorprendente número de ciudadanos todavía tiene fe en el futuro institucional, pero estas elecciones la están poniendo a prueba.
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Un gobierno provisional gobierna Haití desde hace casi dos años, tras el derrocamiento de Jean-Bertrand Aristide, el primer presidente elegido en las urnas, y muchos ciudadanos dicen estar ansiosos por la restauración de la democracia.
Pero los problemas logísticos podrían ser de mayor peso que el fuerte deseo de votar de la población. Los potenciales sufragantes no sólo no saben cuándo concurrirán a las urnas, sino que a muchos de ellos ni siquiera les informaron dónde lo harán. Otros fueron asignados a centros de votación tan lejanos que no podrán votar por su propio alcalde o representante.
Algunos de ellos aseguran que nada los detendrá. Marcel Denis aparenta 90 años, aunque él mismo desconoce su edad exacta. Sentado en el exterior de su casa, desenvainando guisantes con manos frágiles y temblorosas, dijo a IPS que se propone sufragar, aunque eso requiera ser empujado en un carro de madera a lo largo de una milla para llegar al centro de votación.
"Estaré allí por la bandera" y "apoyaré a quien sea que resulte electo, porque en este momento no tenemos ninguna presidencia", señaló.
Incluso algunos distribuidores de tarjetas de votación, perfectamente al tanto del desorden detrás de bambalinas, se muestran determinadamente optimistas. Jean-Herold Jean, operador de un centro de votación, entiende que no habrá problemas importantes que afecten el resultado de las elecciones.
"Los centros de votación son tan pequeños que algunas personas tendrán que esperar en fila durante seis horas, y una cantidad de ellas tendrán que caminar por lo menos una hora hasta sus centros", explicó.
"Pero las personas no se quejan realmente, porque van a votar de cualquier modo. Si el pueblo realmente necesita un cambio y cree en él, votará", afirmó.
Jean y el resto de los empleados de la oficina electoral dijeron que están ignorando la más reciente postergación de los comicios. "La gente dice que ya no tendremos elecciones el 8 de enero", señaló, "pero no hay nuevas fechas, así que sin una nueva fecha simplemente continuaremos creyendo y actuando como si las elecciones fueran a ocurrir entonces".
Pero algunos futuros votantes saben que pueden verse frustrados. Uno de los vecinos de Denis dijo estar determinado a votar, pero reconoció que podría tener que regresar a su trabajo en una fábrica de la República Dominicana antes que haya elecciones.
Otra vecina sostuvo que, si como muchos otros es asignada a un centro de votación en una montaña a una hora de caminata, ella simplemente no votará porque no puede tomarse tanto tiempo en su horario de trabajo.
También algunos aparecen cada vez más frustrados, preguntando cómo pudieron desordenarse tanto las cosas. Hasta ahora, 60 millones de dólares, procedentes en su mayor parte de la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá, fueron gastados en la organización de los comicios.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), encargado de dispensar los fondos, prevé que tendrá que gastar 14 millones de dólares adicionales para concretar los comicios locales.
Para el electorado haitiano, de más de 3,5 millones de personas, se instalaron sólo 804 centros de votación, muchos menos que en las últimas elecciones celebradas en el país.
Los registros del PNUD muestran que algunos de los gastos y dolores de cabeza más importantes se originan en los graves problemas de seguridad y escasa infraestructura del país.
Solamente el costo de los guardias de seguridad electoral supera los nueve millones de dólares. Estos custodias son necesarios porque Haití cuenta con Fuerzas Armadas desde que fuera disuelta por Aristide y tiene una débil y poco confiable fuerza policial.
Además, los 9.000 efectivos que forman la fuerza de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no son considerados suficientes para la tarea.
En un esfuerzo por reclutar guardias sin vínculos con empresas de seguridad privadas, el ex ejército o la policía —todos considerados potencialmente tendenciosos—, ha hecho que la mayoría de los contratados no tenga experiencia y, por lo tanto, haya requerido un entrenamiento significativo.
Pero los 3.600 nuevos guardias tampoco son suficientes. Los funcionarios electorales temen establecer centros de votación, por ejemplo, en Cite Soleil, un barrio notoriamente peligroso de Puerto Príncipe en el que pululan las pandillas fuertemente armadas y la mayoría de la población reclaman el regreso de Aristide.
Los organizadores de las elecciones todavía no han decidido si ubicarán o no centros de votación en esa área, donde 100.000 residentes se registraron para sufragar.
Otro gran gasto será necesario para instalaciones e infraestructura electorales, que cuestan más de siete millones de dólares, porque los planificadores de los comicios empezaron sin nada.
Todos los sitios de votación anteriores fueron destruidos por vándalos. Y sin un suministro estable de electricidad en la mayor parte del país, se tuvo que comprar 170 generadores alimentados a gas y 260 paneles solares.
La falta de infraestructura también significa que un helicóptero tendrá que ser empleado para recoger los votos de los sitios remotos, una vez que estén en las urnas, para que puedan ser escrutados oportunamente.
Pero la pregunta de por qué las cosas son tan caóticas tiene más que ver con construir un cimiento democrático que con dinero, afirman los planificadores electorales. Según Pierre Richard Duchemin, miembro del Consejo Electoral Provisional de Haití, el organismo que controla todo el proceso, la planificación de los comicios estuvo paralizada desde el comienzo.
El Consejo está compuesto por nueve miembros seleccionados por varios sectores de la sociedad, ninguno de los cuales tiene ninguna experiencia en organizar actos electorales, y se supone que deben vigilar el trabajo de los expertos de todo el mundo.
Duchemin se quejó de que el poder del Consejo haya sido debilitado por el gobierno interino. Otros indicaron que las autoridades y las organizaciones internacionales tenían que trabajar en torno a la dirección del Consejo, porque el mismo es disfuncional.
Tempranas disputas internas condujeron a la renuncia del primer presidente del Consejo, y los problemas continuaron.
Una lucha de poder entre el Consejo y los organismos regionales en los que se suponía tenía que delegar llevó a una completa crisis de comunicación. El resultado fue que el PNUD gastó más de un millón de dólares en salarios y transporte para el personal electoral de la región que no estuvo trabajando porque no recibió ninguna directiva del Consejo.
Pero algunos candidatos y organizadores de los comicios insisten en que los problemas pueden ser resueltos en cuestión de semanas. Las elecciones no serán perfectas, pero serán un primer paso.
"No vamos a resolver los problemas de Haití", dijo Duchemin. "Tendremos un buen punto de partida si sólo hacemos lo que tiene que hacerse para que las personas en este país no sientan que han sido rechazadas o estafadas".