Mientras la comunidad internacional discute las opciones para detener el plan de desarrollo nuclear de Irán, los líderes de China se debaten entre perder a un socio económico fundamental o arruinar su acercamiento con Estados Unidos.
China es un actor clave en la crisis como miembro permanente y poder de veto en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y con asiento en la junta de gobernadores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).
Por un lado, Beijing teme que, defendiendo la intención de Teherán de continuar con su plan de desarrollo nuclear, estimule indirectamente a Corea del Norte para que haga lo mismo. Esto pondría en riesgo la posición china de garante de paz en la península coreana y consolidaría a Pyongyang como una amenaza para toda la región de Asia Pacífico.
Sin embargo, ceder ante la presión de Estados Unidos para aprobar una eventual resolución del Consejo de Seguridad de la ONU condenando los planes nucleares de Teherán podría significar el fin del estable y creciente suministro de petróleo iraní a China.
Para Beijing, eso representaría una grave amenaza para el crecimiento económico del país, que es considerado un asunto de "seguridad nacional" por los nuevos líderes comunistas.
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China se convirtió en importador neto de petróleo en 1993, y las compras desde entonces aumentaron en forma acelerada. Hoy es el segundo mayor importador del crudo, y al menos 12 por ciento de sus adquisiciones proceden de Irán, de donde también prevé importar gas natural en el futuro cercano.
Las eventuales sanciones de la ONU contra Teherán podrían acabar con valiosas inversiones de Beijing.
En Irán, a donde a las compañías estadounidenses se les prohíbe invertir más de 20 millones de dólares al año, las empresas chinas firmaron contratos a largo plazo por unos 200.000 millones de dólares.
La tensión en torno al programa de desarrollo nuclear iraní llegó a su punto más alto el 12 de este mes, cuando los países que negocian con Teherán desde hace dos años anunciaron su intención de llevar el asunto al Consejo de Seguridad de la ONU.
Los ministros de Relaciones Exteriores Frank-Walter Steinmeier, de Alemania, Philippe Douste-Blazy, de Francia, y Jack Straw, de Gran Bretaña, más el alto representante de la Unión Europea (UE) para la Política Exterior y de Seguridad Común, Javier Solana, dijeron que las negociaciones con Irán habían llegado a un "callejón sin salida".
Irán había reanudado en agosto las actividades en su complejo nuclear de la central localidad de Isfahan, dedicado a la conversión de uranio, el paso previo al enriquecimiento, y el martes desafió a los negociadores europeos al romper los sellos colocados por la AIEA en las instalaciones atómicas de la sureña ciudad de Natanz.
Berlín, Londres y París, que conforman el llamado grupo UE-3, decidieron entonces convocar una reunión de emergencia de la AIEA para febrero, con el objetivo de pedir formalmente la intervención de la ONU, que podría adoptar sanciones.
Estados Unidos y algunos países europeos alegan que el programa atómico iraní está destinado a la fabricación de armas de destrucción masiva, aunque Teherán asegura tiene solo fines pacíficos.
Pero ponerse claramente al lado de Irán podría marginar a China del resto de la comunidad internacional.
El presidente chino Hu Jintao, quien visitará Estados Unidos en abril, no tiene ninguna intención de distorsionar el delicado equilibrio en las relaciones entre ambos países.
Washington presiona a Beijing para que no obstaculice la adopción de sanciones y además obligue a Corea del Norte a regresar las conversaciones multilaterales sobre su plan atómico, suspendidas el año pasado.
El secretario de Estado adjunto de Estados Unidos para Asuntos de Asia Oriental y del Pacífico, Christopher Hill, visitó Beijing este mes para intentar reanudar las negociaciones sobre Corea del Norte, mientras el subsecretario de Estado (vicecanciller), Robert Zoellick, participaba también en esa ciudad de una ronda de diálogo bilateral.
Zoellick instó a China a ser más enérgica en su actitud hacia Irán para demostrar que desea asumir un papel constructivo y de liderazgo en la política internacional.
Durante los últimos dos años, China ha procurado impedir que las diferencias de las potencias occidentales con sus aliados Irán y Corea del Norte terminen en el Consejo de Seguridad, pero cada vez se le hace más difícil.
El presidente francés Jacques Chirac advirtió este mes que Francia está dispuesta a usar sus armas nucleares contra un "país terrorista". En Alemania, el ex secretario de Defensa Rubert Scholz señaló que Berlín debería considerar adquirir su propio arsenal atómico.
En Japón también se habla de la posibilidad de adquirir armas atómicas desde que, en 2003, Corea del Norte expulsó a los inspectores de la AIEA y reanudó la actividad en sus instalaciones.
Mientras, circulan las versiones de que Irán y Corea del Norte estarían cooperando activamente en investigación nuclear y desarrollo de misiles. Expertos señalan que Pyongyang habría asesorado a Teherán sobre cómo ocultar sus instalaciones bajo tierra para evitar las inspecciones y eventuales bombardeos.
La forma en que China responda a las intenciones de Pyongyang y Teherán pondrá a prueba su compromiso en la lucha contra la proliferación nuclear. Es quizás por esto que Beijing se ha abstenido de esgrimir una amenaza de veto a eventuales sanciones contra Irán. En cambio, insiste en que las negociaciones son la mejor forma de resolver el conflicto.
"Las negociaciones siguen siendo la mejor opción, mientras que las sanciones enturbiarían las aguas", señaló en su editorial del 20 de este mes el periódico China Daily.
"Se necesita paciencia, perseverancia y principios para reanudar las conversaciones. China comparte los mismos objetivos que el resto del mundo, en términos de limitar la proliferación nuclear", añadió.