DERECHOS HUMANOS-NEPAL: Aquí también la tortura es rutina

Los arrestos proliferan en Nepal, a medida que aumentan las protestas contra el rey y los abusos militares. Los medios de comunicación suelen informar que «los arrestados fueron liberados al final del día». Pero no todos los detenidos son tan afortunados.

El 10 de septiembre de 2003, a las 11:00 de la mañana, hora local, dos hombres en una motocicleta llegaron a la casa de Pradesh Bahadur Bista, en la capital. Cuando respondió a la puerta, le pidieron que se identificara. Hicieron una llamada desde un teléfono celular, y pronto apareció una camioneta.

"Me dijeron que fuera con ellos porque tenían preguntas que hacerme. Me dijeron que me devolverían a mi hogar más tarde", dijo Bista, un hombre de baja estatura, de 47 años, con cabellos encanecidos y un grueso bigote.

Bista fue introducido en la camioneta, que partió del lugar. Luego de unos minutos, los captores cubrieron su cabeza con una capucha. El vehículo dio vueltas por Katmandú durante media hora y luego se detuvo. "Dos de ellos me llevaron fuera y me tiraron al piso. Extendieron mis piernas y las levantaron en el aire", relató Bista.

"Dos se sentaron sobre mi pecho. Otros dos o tres comenzaron entonces a golpear las plantas de mis pies y luego todo mi cuerpo", continuó.
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Los hombres lo acusaron y empezaron a hacer preguntas. "Me dijeron: 'Usted fue responsable de un bombardeo en Kalanki (en Katmandú) y de traer maoístas aquí desde Jitpur'", su distrito de origen.

"Me pidieron que les dijera dónde estaban esos hombres. Luego me golpearon de nuevo. Finalmente, perdí el conocimiento", agregó Bista.

De hecho, el primer día quedó inconsciente cuatro veces mientras lo interrogaban, amenazaban y golpeaban, además de tirarlo dentro de un pequeño estanque, donde su cabeza fue reiteradamente sumergida en el agua.

Tales tratos continuaron durante 15 días y luego, gradualmente, la frecuencia de la tortura disminuyó. Después de 100 días de estar con los ojos cubiertos y las manos atadas detrás de la espalda, Bista y otros ocho prisioneros fueron llevados al aeropuerto desde donde volaron a la meridional (y llana) región nepalesa de Tarai.

Fueron retenidos durante 10 días en varias cárceles de la zona, antes de ser finalmente ubicados en un centro de detención en la ciudad de Biratnagar, cerca de la frontera con India.

El 29 de noviembre Bista fue liberado, luego que la organización no gubernamental Advocacy Forum solicitó a la Suprema Corte que ordenara su liberación. Han pasado 28 meses desde que lo secuestraron de su hogar.

Advocacy Forum reclamó al máximo tribunal la liberación de 70 personas este año, dijo su directora ejecutiva, Mandira Sharma. Casi la mitad fueron liberadas. "En cada caso se informa de torturas severas", agregó en una entrevista.

Bajo la ley nepalesa, los detenidos deben presentarse ante un tribunal en un plazo de 24 horas. Pero una ley antiterrorista recién revisada establece que los sospechosos pueden permanecer en prisión preventiva hasta por un año.

"Es difícil decir cuántas personas son detenidas ilegalmente", dijo Sharma, cuya organización efectúa visitas diarias a 16 prisiones en ocho de los 75 distritos de Nepal, pero no tiene acceso a barracas del ejército, como la que sirvió para retener a Bista. "Hay quienes estuvieron en prisión más de tres años en detención preventiva", agregó Sharma.

IPS visitó la oficina de relaciones públicas del Ejército Real Nepalés para conocer la historia de Bista, pero sus funcionarios no dieron ninguna información.

En febrero se cumplirán 10 años desde que el Partido Comunista de Nepal (maoísta) lanzó su guerra contra el Estado. La insurgencia, a la que en su etapa inicial se le quitó importancia, dejó un saldo de 12.000 personas muertas, la mayoría aldeanos inocentes.

El 1 de febrero de 2005, el rey Gyanendra tomó el poder en un sangriento golpe de Estado, echando a su designado primer ministro al que acusó de fracasar en la lucha contra la insurgencia y la corrupción. Sher Bahadur Deuba está actualmente preso por cuestionables cargos de corrupción relativos a un proyecto hídrico.

El monarca apresó a cientos de críticos y opositores bajo estado de emergencia. La mayoría fueron liberados, pero desde entonces la monarquía endureció las medidas de control de los medios de comunicación, las organizaciones no gubernamentales y los sindicatos, entre otros.

Entre esas normas está la ley antiterrorista. Las modificaciones hechas en 2005 invierten la carga de la prueba en el proceso penal —colocando en los sospechosos la responsabilidad de demostrar su inocencia— prohíben la asistencia de público a los juicios y el acceso a cualquier documento de los casos.

Los primeros juicios bajo esa ley ya están en curso, según Sharma. Si el acusado es hallado culpable, puede pasar 20 años en prisión.

En noviembre, el Comité de las Naciones Unidas Contra la Tortura debatió la situación de Nepal. Las preocupaciones incluyeron "el número de personas en detención prolongada sin juicio", así como "el recurso extensivo del arresto preventivo, de hasta 15 meses, y la falta de garantías fundamentales para las personas privadas de libertad, incluyendo el derecho a apelar el arresto".

El comité encomendó al gobierno de Nepal que cooperara con la oficina de derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) establecida en este país en 2005 y que estableciera representantes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en la policía, y las fuerzas armadas.

En general el informe fue negativo, condenando tanto a las fuerzas del gobierno como a los maoístas por torturas y otros abusos a los derechos humanos.

El comité se manifestó "gravemente preocupado por el enorme número de informes coherentes y confiables sobre el extendido uso de la tortura y los maltratos por parte del personal que aplica la ley, y en particular del Ejército Real Nepalés, la Fuerza Policial Armada y la policía".

También urgió al gobierno a penalizar la tortura. El 2 de enero, los activistas repitieron el reclamo en la presentación del libro "Combatiendo a la tortura en Nepal".

Una encuesta de 1997 reveló que 73 por ciento de los reclusos en las prisiones nepalesas habían sido torturados, dijo Bhogendra Sharma, presidente del no gubernamental Centro para Víctimas de la Tortura en Nepal y coautor del libro. En 1998, 823 víctimas de tormentos se acercaron al Centro para solicitar ayuda. En 2004 la cantidad pasó a 3.100 personas, agregó.

Bista, padre de dos hijos, admite sin vueltas que fue miembro de una organización conocida como Masal, una de las muchas alas del Partido Comunista de Nepal. Y afirma que a veces ayudó a los rebeldes maoístas en su distrito, donde sus actividades son conocidas por todos, inclusive por las autoridades.

"Pero nunca porté un arma y nunca les di dinero" a los guerrilleros, asegura.

"Todavía siento dolor en brazos y muslos, y una sensación quemante en las plantas de los pies. Mi visión disminuyó. Anteayer fui al oculista. Me dijo que usara estos lentes y volviera a verlo, pero como no tengo dinero lo haré después", relata.

A diferencia de la mayoría de los ex prisioneros, Bista insiste en que su nombre real sea reproducido en este artículo. "Cuando estaba en las barracas, fui golpeado tan duramente que les pedí que me mataran. Ahora no temo sus torturas. Y no quiero circular sintiendo miedo".

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