«Milágrimas» es un espectáculo de danza popular que se presenta en Sao Paulo hasta marzo y luego circulará por el resto de Brasil, con posibles incursiones internacionales. Pero es un proceso más amplio que incluye rescate social, pedagogía y diplomacia cultural.
Dos documentales que registran el espectáculo, sus protagonistas, la realidad en que viven y sus acciones reflejan esas múltiples dimensiones del proyecto creado y dirigido por el coreógrafo Ivaldo Bertazzo.
Uno de los filmes, dirigido por la canadiense Eileen Thalenberg, ya tiene título: "The Citizen Dancer" (El bailarín ciudadano). Es una coproducción de Brasil y Canadá, que será exhibida este año mundialmente por televisión y posiblemente en cines.
El filme acompaña la vida de los 41 jóvenes pobres que cantan y bailan en "Milágrimas", mostrando su transformación en ciudadanos concientes de los problemas nacionales, de su inserción en el mundo y del conocimiento que conquistaron en la experiencia teatral.
El asunto es principalmente el aspecto social del proyecto Danza Comunidad, que Bertazzo puso en marcha en 2003, reuniendo a jóvenes de 14 a 29 años de barrios periféricos, seleccionados por siete organizaciones no gubernamentales que actúan en comunidades pobres.
Otro documental, dirigido por la brasileña Eliane Caffé —exitosa directora del premiado largometraje de ficción "Narradores de Javé"—, registra especialmente el proceso de creación, la conversión de los jóvenes en un grupo de bailarines, el papel del arte en el aprendizaje y la disciplina. Esta película en formato DVD también puede llegar a las pantallas de cine y TV.
"Milágrimas" es un diálogo cultural entre Brasil y el pueblo zulú de Sudáfrica. Bertazzo se inspiró en una manifestación cultural zulú, Isicathamiya, mezclando su música y danzas con canciones y formas de bailar de varias ciudades brasileñas.
La obra también se acompaña de un disco con las canciones brasileñas y sudafricanas que hacen parte del espectáculo coreográfico, y del libro "Tenso equilibrio en la danza de la sociedad" en que la socióloga Carmute Campello reúne artículos sobre el proyecto Danza Comunidad.
El título del espectáculo proviene de una canción de Itamar Assumpçao, compositor negro que experimentó la combinación de muchos estilos de música urbana contemporánea en la meridional Sao Paulo. Su "Milágrimas", con versos de la poeta Alice Ruiz, habla de sufrimientos, repitiendo que "a cada mil lágrimas sale un milagro".
La música zulú fue incorporada por el grupo sudafricano Kholwa Brothers, que participó en los ensayos durante tres meses.
"Es conmovedor, en el tablado vemos a personas sin el perfil de bailarines profesionales, jóvenes que podrían estar en las esquinas exhibiendo malabares para ganar algunas monedas, asaltando o prostituyéndose", comentó Edna Camille Blumenschein, profesora de lingüística en una universidad paulista.
"Se nota que fueron bien entrenados, pero no dominan la técnica que exige un largo aprendizaje", sus biotipos son muy distintos, "con rasgos de pobreza evidentes", pero el espectáculo emociona por su belleza, reconoció, destacando el efecto de la escena en que los jóvenes bailan sobre telas de seda cuya ondulación simula montañas.
Es natural una emoción adicional para los que valoran el trabajo social de Bertazzo, observó la profesora a IPS.
Antes de unir a Brasil y Sudáfrica con sus músicas de mucha percusión y una danza que exige gran esfuerzo físico, Danza Comunidad exhibió durante 2004 y 2005 "Samwaad – Calle del Encuentro", en este caso un diálogo entre Brasil e India. Ese espectáculo recorrió numerosas ciudades brasileñas e incluso París.
Reunir culturas contrastantes es clave para que los jóvenes ganen conciencia de su propia tradición, de su identidad, justifica Bertazzo, un coreógrafo respetado, de formación erudita e internacional, que paralelamente dirige espectáculos de danza requintados, con bailarines profesionales.
Su preocupación social, sin embargo, está siempre presente desde que fundó en 1975 la Escuela de Reeducación del Movimiento, buscando formar "ciudadanos que bailan". "Cualquier persona puede bailar" es su consigna, a la vez que defiende nuevas ideas sobre el cuerpo y su papel como "primer instrumento" de transformación, educación y afirmación de la identidad.
Sus jóvenes y pobres alumnos tienen que viajar varias horas en trenes o autobuses para ensayar largas jornadas y presentar "Milágrimas" en las noches de jueves a domingo. Muchos trabajan y actúan en las organizaciones no gubernamentales comunitarias.
El objetivo de Bertazzo no es convertirlos en bailarines profesionales, sino en "ciudadanos" y diseminadores de su método de rescate social y de ampliación de horizontes. Un trabajo similar desarrolló de 2000 a 2002 en Río de Janeiro, con el proyecto "Danza de las Marés".
Marés significa marea en portugués y es el nombre del complejo más poblado de "favelas" (barrios marginados y hacinados) de Río de Janeiro, con 130.00 habitantes. Allí Bertazzo organizó y dirigió tres espectáculos de danza con 62 jóvenes de 11 a 20 años.