La otrora repetida consigna «Azúcar para crecer» ya no se escucha ni se ve escrita en ninguna parte de Cuba, cuyo gobierno impulsa este año una zafra breve para alimentar a poco más de la mitad de los ingenios que sobrevivieron a la reestructuración en marcha desde 2002.
La cosecha involucrará nada más que 42 fábricas azucareras y se estima que sólo durará tres meses, en contraste con las décadas pasadas en que las zafras se prolongaban hasta mayo o junio y la marcha de la economía estaba supeditada a este sector.
"Era un error, siempre se ha sabido que la molienda buena, la que más rinde, es la que se hace en enero y febrero", dijo a IPS un veterano trabajador azucarero que aún no "asimila" el ocaso de la que en tiempos no tan lejanos fue la principal industria del país.
A su vez, Juan Varela Pérez, especialista en temas del sector del diario oficial Granma, consideró muy "oportuna" la decisión de comenzar la zafra en el primer mes del año. "Esto permite cortar y moler la caña en su período óptimo de madurez", indicó.
La cosecha arrancó al finalizar la primera semana del año en cuatro ingenios, a los que antes del 15 de este mes se le agregarán otros 25. Los restantes, hasta completar 42, inician sus labores en la primera quincena de febrero.
Según Varela Pérez, se dispone de 3,8 toneladas más de caña por hectárea para cosechar, en comparación con la zafra precedente.
Cuba produjo el año pasado 1,3 millones de toneladas de azúcar y las autoridades pronosticaron para este año una cantidad similar, aunque cuentan con precios más favorables en el mercado internacional y mayor ahorro de recursos. El país consume unas 700.000 toneladas anuales y el resto se exporta.
Economistas lamentan que la caída de la producción se da justamente cuando los precios internacionales pasan por uno de sus mejores momentos. Un repunte de las cotizaciones, que comenzó en febrero de 2004, elevó de 6,4 centavos de dólar la libra de azúcar crudo a más de 11 centavos en 2005, en tanto la misma unidad pero refinada sobrepasó los 14 centavos de dólar.
El azúcar dejó de ser el primer recurso generador de divisas para el país, como lo fue por muchos años, desplazado ahora por ramas como el níquel y el turismo e, inclusive en algunos periodos, por las remesas de dinero enviadas por los cubanos en el exterior a sus familiares en la isla.
Las autoridades informaron que el incremento de las exportaciones en 2005 llegó a 27,9 por ciento, respecto del año anterior, 70 por ciento del cual correspondió al sector servicios, en especial los prestados a Venezuela en el campo de la salud, entre otros.
Entre las causas del aumento de precios, que según los primeros movimientos del mercado continuará en 2006, se menciona el cada vez mayor uso de la caña de azúcar para la producción de etanol (alcohol etílico), un biocombustible que suscita mayor interés a partir del aumento sin precedentes de los valores del petróleo, que esta semana sobrepasan los 60 dólares por barril.
También contribuyeron al alza de los precios la intensa sequía que afectó la producción de Tailandia, uno de los mayores exportadores mundiales, los planes de reforma de la Unión Europea de su política agraria que incluye la reducción del área azucarera, y el incremento de la demanda por sobre la oferta disponible en el mercado internacional, entre otros factores.
Estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) sitúan el consumo mundial en 2005 en 144,8 millones de toneladas frente a una producción que completó en ese mismo lapso 144 millones de toneladas. Entre los países que aumentaron su demanda figuran Rusia, India, Pakistán e Irán.
"La interrogante fundamental es si los mejores precios responden a una situación coyuntural, que se manifestará tan sólo en corto plazo, o marcará el inicio de una tendencia más prolongada", señaló a IPS el economista cubano Armando Nova.
En todo caso, el repunte no hizo variar el criterio de las autoridades cubanas de que producir azúcar ya no es rentable para el país, cuya economía palpitó durante siglos al ritmo del ulular de las sirenas que marca en los ingenios el inicio y fin de la zafra.
"Ahora subió un poquito el precio del azúcar, pero sé que de eso no va a volver a vivir jamás este país", dijo en marzo de 2005 el presidente de Cuba, Fidel Castro, para quien la industria azucarera dejó de ser el principal sustento de la economía local para convertirse en su "ruina".
La industria azucarera consume "tres veces más (combustible para motores) diesel que el Ministerio de Transportes", añadió el mandatario en esa ocasión. Según sus cuentas, ese consumo significaba un gasto de 1.000 toneladas de combustible al día, a un costo de 183 millones de dólares.
En noviembre pasado Castro volvió a la carga y aclaró que el dinero "ya no se bota" en "colosales disparates como el de esa industria azucarera". También criticó a la cartera del ramo por disponer de 2.000 a 3.000 camiones más de los que tenía cuando producía ocho millones de toneladas.
El último año en que Cuba tuvo un resultado de ese calibre fue en 1990, cuando cosechó 8,4 millones de toneladas. A partir de ahí, la producción comenzó a descender paulatinamente hasta llegar a las actuales 1,3 millones, el más bajo rendimiento desde comienzos del siglo XX.
Una drástica reforma aplicada en 2002, para adecuar la producción a los bajos precios del azúcar de entonces, dejó en actividad sólo 85 centrales azucareros de las 156 existentes hasta ese momento. Algo más de una decena de esos ingenios quedaron dedicados a producir alcohol, azúcar orgánica y otros derivados.
La reestructuración redujo a menos de la mitad las tierras dedicadas a la siembra de caña y racionalizó el empleo mediante el traslado de personal a otras ramas de la economía o a la creación de planes de estudio para recalificar a miles de trabajadores, entre otras medidas.
En una segunda etapa de este reencause de la actividad, iniciado a mediados de 2005, se decidió el cierre, en algunos casos temporal, de unos 40 de los 85 ingenios aún en funciones y dedicar a otros cultivos una tercera parte de las 900.000 hectáreas en las que todavía se sembraba caña de azúcar.