La carta institucional que prevé imponerse la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) puede abrir puertas a la plena democratización y los derechos humanos en una región donde abundan los gobiernos autoritarios.
Si las intenciones políticas piadosas son una señal de virtud, el primer ministro de Malasia, Abdullah Badawi, merece aplausos por los comentarios que formuló en la cumbre en que los 10 países de la Asean se embarcaron en un nuevo capítulo de su historia.
Badawi dedicó sus esfuerzos a ofrecer a los ciudadanos de la región un papel clave en el nuevo estatuto, que, de aprobarse, convertirá la Asean —integrada por Singapur, Malasia, Tailandia, Birmania, Camboya, Laos, Vietnam, Brunei, Filipinas e Indonesia— en un bloque político más compacto.
"Para que la Asean tenga una cohesión verdaderamente fuerte, debe involucrar a la gente en todos sus niveles", dijo Badawi a la prensa malasia poco antes de que los jefes de gobierno de la región aprobaran el proyecto de estatuto.
"Necesitamos comprometer los puntos de vista de todos los estratos de la sociedad, porque la Asean le pertenece a los ciudadanos, y para que ellos estén más interesados en la Asociación en el futuro", agregó.
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La cumbre celebrada en Kuala Lumpur el lunes y el martes asignó la elaboración del estatuto a un grupo de "personalidades eminentes".
La tarea consiste en establecer una constitución para el bloque, con un conjunto de principios y valores de cumplimiento obligatorio para los países que lo integran, con el modelo de la Unión Europea (UE).
Los comentarios de Badawi despiertan esperanzas de que los ciudadanos de la región presencien un quiebre real de lo que ha significado la Asean desde su fundación en 1967, cuando la integraban Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur y Tailandia.
Una organización creada con el objetivo de promover la armonía económica y social se transformó, en esencia, en un club cómodo para jefes de gobierno célebres por su perfil autoritario y hasta dictatorial.
Estos gobernantes lograron salir impunes de una cultura de abuso. Al acordar principios como la no interferencia de la Asean en los asuntos internos de sus miembros, evitaron cualquier discusión de cuestiones políticamente delicadas para la región.
En ese mismo sentido, aceptaron tomar sus decisiones sobre la base del consenso más que de la defensa de valores universales.
Incluso hoy, el autoritarismo son una realidad palpable en la mayoría de los países de la Asean.
Brunei tiene una monarquía absoluta. Vietnam y Laos son gobernados por partidos comunistas represores. Birmania es gobernada por juntas militares desde el golpe de Estado de 1962 y la oposición, que en las elecciones de 1990 obtuvo la mayoría de los votos, es duramente oprimida.
Singapur tiene un único partido y su primer ministro no fue elegido en las urnas. Y la propia Malasia es otra cuasi-democracia, con un partido hegemónico, pero donde, últimamente, parece haber más posibilidades de disenso.
Y de los cuatro países donde la democracia se ha arraigado —Camboya, Indonesia, Filipinas y Tailandia— hay dos en los que el panorama está lejos de ser el ideal.
Los gobiernos de Camboya y Tailandia suelen sembrar el temor con sus ataques verbales contra la oposición.
Hasta ahora, líderes poderosos, como los ex primeros ministros Lee Kuan Yew, de Singapur, y Mahathir Mohammad, de Malasia, consideraban irrelevantes valores tan universales como los derechos humanos y la participación de la ciudadanía en la política regional.
El modo en que la Asean se relacionó con el régimen militar birmano tras admitir a ese país en el bloque, a mediados de los años 90, fue típico de la concepción predominante en la región de la política, concentrada en el gobierno y no en los ciudadanos.
La Asean intentó alentar una reforma democrática en Rangún, pero apenas dialogó al respecto con la junta militar, sin tener en cuenta a las organizaciones sociales ni a los partidos opositores, ni a la líder opositora Aung San Suu Kyi, en arresto domiciliario desde 2003.
Tanto políticos como activistas de la región sienten que el estatuto de la Asean ofrece cierta esperanza de cambiar la cultura política que dominó la región, dado que las ideas de democracia, derechos humanos y transparencia pueden hallar su camino hacia el texto final.
"El estatuto de la Asean es el primer paso político importante dado en la región. Para que sea significativo, los puntos de vista de la gente son importantes ", dijo a IPS el parlamentario malasio Zaid Ibrahim, presidente de una organización de legisladores de todo el bloque que presionan por una reforma prodemocrática en Birmania.
"Dejar afuera a las personas, como hicieron siempre, y no dar importancia a los derechos humanos vaciaría el estatuto de significado", dijo el activista por los derechos humanos y la libertad de expresión Sinapan Samydorai, presidente del no gubernamental Think Centre.
"No se puede dar esto por descontado esto, pues a los gobiernos de la Asean no le gustan las palabras 'derechos humanos'", opinó, desde su oficina en Singapur.
El manejo de la cuestión birmana en los próximos meses podría insinuar el contenido de la carta institucional de la Asean, cuya elaboración estará terminada a fines de 2006.
El lunes, los líderes de la Asean mostraron espíritu de cambio, pues criticaron severamente al régimen militar y exigieron una rápida reforma política.
Malasia recibió la mayoría de los elogios. "Se debería dar al anfitrión de la cumbre, Malasia, una ovación de pie, por enfrentarse con Birmania como ningún otro país jamás se atrevió a hacerlo", declaró el periódico tailandés The Nation.
El pensamiento de Badawi será difícil de esquivar cuando las "personalidades eminentes" de la Asean se reúnan para elaborar el proyecto de estatuto regional, agregó el diario.
"Les será recordada la necesidad de una acción colectiva para proteger los intereses y las vidas de los ciudadanos comunes", afirmó.