En Portugal, la población continúa envejeciendo, los casamientos son cada vez menos y los índices de natalidad llegan casi a cero, según se desprende de las últimas cifras divulgadas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Las estadísticas indican que el año pasado había 109 ancianos por cada 100 personas con menos de 14 años de edad, mientras que en 2003 ese indicador era de 107 adultos de edad avanzada en un marco de esperanza de vida de 74,5 años para los hombres y de 81 años para las mujeres.
En 1960, la expectativa de vida era de 74 años para las mujeres y de 66 años para los hombres.
El índice más alto de envejecimiento de la población, se registraba en la meridional región de Alentejo, con 170 ancianos por cada 100 jóvenes y el más bajo en el archipiélago atlántico de Azores, con 62, según los datos recogidos en 2004.
El INE considera "anciana" a una persona que traspasa la frontera de los 65 años, edad de jubilación y "muy anciana" a quién supera los 80 años.
Los estudios revelan también que el año pasado continuó la tendencia de disminución del número de casamientos y que se celebran cada vez más tarde. En los últimos cuatro años, los matrimonios descendieron 23 por ciento, según este estudio del INE divulgado el martes.
En este período se verifica un aumento en torno a un año y medio en la edad para casarse en ambos sexos y para tener el primer hijo, la edad de la mujer aumentó en un año entre 2000 y 2004, cuando menos de 30 por ciento de las familias portuguesas se integraban con más de tres personas.
El fenómeno es similar al que se registra en los demás países de la Unión Europea (UE), cuyo envejecimiento ha obligado a los gobiernos a incrementar las cuotas de inmigración, no obstante la protesta de sectores de la derecha nacionalista poco amiga de los extranjeros.
Todos los países ahora miembros de la UE registran esa tendencia común que se inició hace cuatro décadas con el descenso de las tasas de natalidad, fenómeno que se ha acentuado en los últimos años debido a la mejoría de las condiciones socioeconómicas, al mayor acceso a los cuidados de salud y a los avances de la medicina.
Sin embargo, el caso de Portugal es especialmente grave debido a la precaria situación de su economía, que en 2005 volvió a ratificar su posición inferior a Grecia en el último escalón de la UE, cuando estaba integrada por 15 países.
Este año, incluso Eslovenia y Malta, dos de los 10 nuevos estados que ingresaron el 1 de mayo de 2004 peor colocados, también dejaron atrás a Portugal.
Según los datos proporcionados por Eurostat, el sistema estadístico de la UE, 12,5 por ciento de los ciudadanos del bloque tienen entre 65 y 79 años y 4,05 por ciento alcanzan 80 o más años. La esperanza de vida promedio de los 25 países aumentó entre 1960 y 2002 de 67 a 75 años en los hombres y de 73 a 81 en las mujeres.
Los ancianos italianos constituyen el número relativo mayor de la UE, con 14,4 por ciento de los habitantes de ese país, mientras Irlanda es el país con población más joven, con 8,5 por ciento de personas mayores de entre 65 y 79 años.
Suecia encabeza la lista de los estados considerados "muy ancianos", con 5,3 por ciento de su población, Polonia cierra el elenco con 2,4 por ciento y Portugal registra 3,7 por ciento de habitantes con 80 o más años.
En 2050, el INE estima que superarán los 80 años unos 950.000 portugueses, es decir cerca de 10 por ciento de su actual población de 10,5 millones de personas que no registrará variaciones significativas, según las proyecciones.
Los "ancianos" y "muy ancianos", e prevé que en 2050 alcancen a 32 por ciento de portugueses, frente al actual 17 por ciento.
El recurso a la inmigración se ha convertido en imprescindible para los empresarios nacionales, en especial por el efecto de la llamada "Europa social", que permite a un portugués rechazar trabajos que no desea realizar.
Muchas posibilidades de trabajo son rechazadas por los portugueses, que prefieren acogerse al subsidio de desempleo durante 18 meses antes que aceptar labores consideradas "indignas", en especial en los sectores de la construcción civil, limpieza y gastronomía.
Los efectos para le economía nacional del índice de envejecimiento pueden convertirse en una hipoteca al desarrollo económico de Portugal en los próximos años, debido a que el trabajo clandestino al que son sujetos muchos extranjeros, en las próximas dos décadas podrá causar el colapso en los sistemas de protección social.
Muchos jóvenes desisten del matrimonio o de tener hijos porque vislumbran una situación económica de gran incertidumbre y las guarderías infantiles que permiten a los padres cumplir sus obligaciones laborales son escasas y caras.
Es el caso de Carla Mouzinho, una joven funcionaria de la Fundación Mario Soares de Lisboa, que optó por la hija única. Además del aspecto económico, "en los países más ricos de Europa, existen estructuras para aliviar el esfuerzo para criar un hijo y cumplir con los horarios, con guarderías estatales prácticamente gratuitas", explicó a IPS.
En Portugal, precisó, "también existen estas instituciones, pero en su inmensa mayoría son privadas y una persona vive angustiada con el avance los punteros del reloj, porque si hay atrasos, se paga extra".
Una actitud similar asume Rafael Toucedo, periodista deportivo de O Jogo, recientemente unido con una reportera de Sport TV.
Viven juntos en un apartamento recién adquirido, "pero de hijos, por ahora, ni hablar" y esto porque, "pese a que entre los dos tenemos un nivel de ingresos aceptable, en el mercado periodístico de hoy hay que estar siempre disponibles para las 'sorpresas' de los editores", explicó a IPS.
En lo inmediato, esta situación favorece a personas que políticos y analistas portugueses describen como "empresarios sin escrúpulos", que optan por el trabajo precario de inmigrantes indocumentados.
En un análisis publicado el 27 de este mes en "Jornal de Negócios", el economista Pedro Guerreiro denuncia la situación vivida por un inmigrante indocumentado que "trabaja hace tres años en el mantenimiento de un estadio de fútbol, en una empresa subcontratada por un club de Lisboa, sin contrato laboral, sin pagar impuestos y sin aportes a la seguridad social".
Esa persona si "es despedida, sale sin indemnización ni fondo de desempleo", precisó.
Meses después, "consigue trabajo, pero de nuevo sin contrato. Cae al suelo desde un andamio de un tercer piso. ¿Ambulancia? No hay, el constructor no puede comprometerse. Coloca al herido en una camioneta y lo lleva al hospital. 'Accidente doméstico'. De nuevo en casa, ahora fracturado, sin trabajo, sin baja médica, sin subsidio. Y esta historia es real", añade el relato.
A estos inmigrantes sin existencia fiscal y que están fuera del sistema porque no logran entrar, "nadie los legaliza, ya que los que le dan trabajo no les dan empleo, porque sale más barato, por lo menos 23,75 por ciento más barato", acusó Guerreiro.
Todo esto es posible en el contexto de una situación que el analista describe como "una economía paralela afinando el carburador", en un país de "ellos" y "nosotros", de los "ghettos de los pobres y los ghettos de los ricos". (