La exposición «El Quijote en sus trajes», que estará abierta en la capital española hasta el 19 de febrero, revela como Miguel de Cervantes Saavedra utilizó la vestimenta de sus personajes para mostrar las diferencias sociales de su época.
Basándose en una prolija investigación de la científica Carmen Bernis (1918-2001) y como homenaje póstumo a ella, el Ministerio de Cultura organizó esta muestra con 130 piezas, entre las que hay trajes, guantes, medias, sombreros, bolsos, joyas, botones, armaduras y armas.
En su libro, Bernis señaló que, "para Cervantes y sus contemporáneos, los personajes de El Quijote formaban parte de una realidad vista y vivida".
Por ello, añadió en el texto "El traje y los tipos sociales en El Quijote", "si aspiramos a recrearlos visualmente, tal como los vio su creador, necesitamos saber cómo iban vestidos, pues en todo intento de evocar un personaje del pasado no podemos prescindir de algo tan íntimamente ligado al ser humano como el vestido".
Las responsables de la muestra, Rosa Pereda y Sofía Rodríguez Bernis, precisaron, al inaugurarla, que en la época cervantina "estaba plenamente asumido, arriba y abajo, que el que nacía donde nacía no se podría mover de ahí. Ni de sangre, ni de tierra".
Al respecto, explicaron que "la movilidad social, hacia arriba y hacia abajo, hacia un lado y hacia otro, es idea de la Modernidad que no cuajará hasta la Revolución Francesa (1789-1801), y esa es precisamente una de las transgresiones, una de las profecías, del Quijote".
Además de la indumentaria española de fines del siglo XVI y principios del XVII la exposición incluye piezas de otros países europeos y ropa turca, egipcia y morisca (así se llamaba a los árabes españoles en aquella época).
Uno de los cuadros es el retrato de Anna Vic, esposa de Gaspar de Marrades, Señor de Sallent (Valencia), atribuido al pintor italiano Antonio de Stella y realizado en 1581.
Su traje y su cuerpo llevan joyas, entre las que se destaca un collar articulado de gargante, una gran pieza de orfebrería, con muchas piedras preciosas y perlas de gran tamaño, del que pende un colgante de oro y cristal de roca rematado por una perla a modo de gotera.
Según la analista María Dolores Vila Tejero, tanto la indumentaria como las joyas hablan de la posición económica y el rango social de la retratada, miembro de una alta familia de la nobleza real.
En los objetos presentados en la exposición se destacan aspectos religiosos y ello se debe, según Vila Tejero, a que "clérigos y religiosos, durante el siglo XVI, constituían el dos por ciento de la población, pero controlaban el 60 por ciento de las rentas, porcentaje que aun continuó incrementándose".
Ese incremento se debió a que "el Concilio de Trento (1542-1562) y la Contrarreforma (de la Iglesia Católica) propiciaron la creación de nuevas órdenes religiosas y la reforma de algunas sociedades", con lo que "la influencia de la Iglesia y de la Inquisición se dejó sentir fuertemente en la población civil".
La referencia al significado social de las vestimentas se reitera una y otra vez en El Quijote. Así, cuando éste escribe a Sancho Panza, quien está en la ínsula Barataria, le destaca que "muchas veces conviene y es necesario, por la autoridad del oficio, ir contra la humildad del corazón".
Eso así, porque "el buen adorno de la persona que está puesta en graves cargos ha de ser conforme a lo que ellos piden y no a la medida de lo que su humilde condición le inclina".
Para el Quijote, los poderosos muestran que lo son en su virtud y en la riqueza, pero "al caballero pobre no le queda otro camino para mostrar que lo es sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés y comedido". Pero no siendo "soberbio, arrogante, murmurador", sino caritativo.
En la vestimenta femenina del estilo español del siglo XVI se destacaban tres elementos: el cartón de pecho, el verdugado y los chapines. El cartón se usaba para aplastar los pechos femeninos, el verdugado eran unos aros paralelos debajo de la falda que la acampanaban para que no se notase la figura del cuerpo y los chapines tenían unas suelas que obligaban a caminar con pasos muy cortos.
Cervantes escribe en El Quijote que cuando la mujer de Sancho Panza recibe a un paje con un mensaje enviado por su esposo estaba "hilando un copo de estopa con una saya parda —parecía, según era de corta, que se la habían cortado por vergonzoso lugar—, con un corpezuelo asimismo pardo y una camisa de pechos". Es decir una camisa escotada que dejaba ver que todavía era una mujer "fuerte, tiesa, nervuda".
La historiadora del arte Natacha Seseña, quien colaboró también en el montaje de la exposición, explica que Cervantes al señalar que la saya era corta estaba haciendo ver que eso era lo que ponían a las mujeres que se dedicaban a la prostitución, como vergüenza pública. Y se pregunta "¿qué hubiera escrito Cervantes sobre la minifalda?".
Las dueñas, esas mujeres de la nobleza venidas a menos y que debían trabajar a las órdenes de otros nobles, también tenían su vestimenta particular.
De una de ellas Cervantes comenta en El Quijote que "venía la condesa Trifaldi, a quien traía de la mano el escudero Trifaldín de la Blanca Barba, vestida de finísima y negra bayeta por frisarà la cola o falda,à era de tres puntasà que por ella se debía llamar la condesa Trifaldi, como si dijésemos la condesa de las Tres Faldas".
Y a Sancho le hace decir, cuando la conoce, que "esta condesa Tres Faldas, o Tres Colas?, que en mi tierra faldas y colas, colas y fadas, todo es uno", aludiendo a la mala reputación de la Trifaldi.
Al mismo Sancho, el Quijote le recomienda: "No andes Sancho desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmalazado".
Refiriéndose a su propia personalidad añade que "nosotros, los caballeros andantes verdaderos, al sol, al frío, al aire, a las inclemencias del cielo, de la noche y el día, a pie y a caballo, medimos toda la tierra con nuestros mismos pies.
Así se diferencian de los nobles que, "sin salir de sus aposentos ni de los umbrales de la corte se pasean por todo el mundo mirando un mapa" y sólo conocen a los enemigos "pintados", al revés que los caballeros andantes, como él, "acometen a los enemigos sin mirar en niñerías ni en las leyes de los desafíos: si lleva o no lleva más corta la lanza o la espada, si trae sobre sí reliquias o algún engaño encubierto". (