La conferencia ministerial de la OMC que se celebrará la semana próxima en Hong Kong puede darle un respiro al productor arrocero japonés Yuji Koshino. O bien puede ser el comienzo de su fin.
"El drama de los agricultores se agrava día a día. Lo mínimo que podemos esperar es que el gobierno proteja el mercado del arroz japonés", dijo Koshino, quien a sus 52 años cultiva tres hectáreas en el pueblito de Niijata situado en el norte de Japón.
Koshino administra su plantación junto con sus ancianos padres, mientras su esposa trabaja en la ciudad para complementar los ingresos familiares, cada vez más deteriorados, dice él.
El agricultor está preocupado, no sólo porque es consciente de las presiones que afronta Japón para abrir su mercado agrícola a la competencia internacional, sino también por la concreción de acuerdos bilaterales de libre comercio.
Uno que Japón considera con Tailandia —y que permitiría la importación del arroz tailandés— está, por ejemplo, en una avanzada etapa de negociación.
[related_articles]
Koshino afronta hoy las consecuencias de una regulación aprobada en 2004, la cual deja sin efecto la posibilidad de que los productores vendan sus excedentes de arroz a precios mínimos garantizados por el gobierno.
Según la nueva normativa, el gobierno asignará a cada agricultor que no logre colocar la totalidad de su cosecha una cuota determinada de su excedente a un precio mínimo garantizado, y de apenas 58 dólares por saco de 60 kilogramos, la mitad del usual.
Y, a partir de 2007, los productores arroceros de gran escala deberán elevar su producción de modo tal que los pequeños agricultores como Koshino se sienten vulnerables a la especulación propia de un sistema de mercado abierto.
"Los agricultores siempre nos hemos sentido tranquilos produciendo arroz, porque existía un sistema de precios garantizados", manifestó Koshino.
"Pero ahora, sin el apoyo del gobierno, no podemos competir con el arroz importado, en parte debido al envejecimiento de la población del sector arrocero, pero también por los bajos precios establecidos por el Estado", explicó a IPS.
Las preocupaciones de Koshino reflejan el sentir de tres millones de familias productoras de arroz.
Prácticamente todos los agricultores japoneses cultivan arroz, y se verán, por consiguiente, en el centro de la polémica que amenaza con bloquear las negociaciones de la conferencia ministerial de la OMC (Organización Mundial del Comercio), que se realizará en Hong Kong del 13 al 18 de este mes.
Las diferencias en torno al proteccionismo agrícola y a los subsidios en los países industrializados —y su contracara, la apertura de los mercados de manufacturas y servicios de los países en desarrollo— obstaculizan un acuerdo en la conferencia.
Según los expertos, aunque Japón es un país industrializado, en algunos aspectos presenta una situación similar a la de algunos países en desarrollo, especialmente en lo que tiene que ver con la agricultura.
En otros aspectos, la situación de Japón es más parecida a la de la Unión Europea, presionada por los países en desarrollo para que reduzca los subsidios y las tarifas proteccionistas a las importaciones agrícolas.
"Las exportaciones agrícolas de Japón son verdaderamente despreciables cuando se las compara con las de la Unión Europea o Estado Unidos", dijo la economista Yoko Kitazawa, directora de la Red Japonesa sobre Pobreza y Deuda, una organización dedicada a analizar la asistencia de este país al desarrollo.
"Por esta razón, Japón irá a Hong Kong a defender su política de protección al sector agrícola en lugar de presionar a los países en desarrollo para que abran sus mercados", señaló.
Japón exporta menos de uno por ciento de su producción agrícola.
Sus exportaciones agrícolas se limitan a manzanas, duraznos y pequeñas cantidades de arroz que se venden a precios muy altos en mercados muy selectos de Estados Unidos, Taiwán, Hong Kong y Singapur.
Respecto del alto precio del arroz japonés, el presidente de la Organización de Consumidores de Japón, Yoko Tomiyama explicó que "en Japón, lo más barato no siempre es lo mejor".
"Los consumidores priorizan los alimentos saludables y seguros, y están dispuestos a pagar más por ellos. Además sienten que la producción de arroz local necesita ser protegida dado el papel especial de este cultivo en la historia y la cultura japonesa", agregó.
El ritual en el que cada año el emperador planta arroz para marcar el comienzo de la estación de la siembra se ha practicado por siglos.
Recientemente, se alentó a los niños y niñas a que plantaran arroz en las azoteas de la ciudad, y se realizan festivales para promover este alimento, a los que se suele invitar a participar a personalidades famosas.
Consciente de la cautela del público y del sentimiento del sector agrícola hacia las importaciones, se descuenta que Japón se resistirá en la conferencia de la OMC a la presión para que cambie su política actual de acceso mínimo a sus mercados, y que impone un arancel especial del 490 por ciento a las importaciones de arroz.
Satoru Ito, director del capítulo juvenil de la influyente Asociación de Agricultores de Japón, sostiene que este país no debe hacer más concesiones en materia de apertura del mercado arrocero, por lo menos hasta que los agricultores estén preparados para competir.
"Somos conscientes de que no se puede detener la liberalización. Pero, antes de abrir los mercados, el gobierno debe asignar más fondos para ayudar a los agricultores a prepararse para enfrentarse con el desafío de las importaciones más baratas", dijo.
La Asociación de Agricultores promueve el desarrollo de nuevas técnicas de manejo de la producción, tales como la creación de cooperativas y la inversión en otras áreas de actividad agrícola, como el desarrollo de cabañas para el mejoramiento del ganado.