El texto final de la Sexta Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), finalizada este domingo en Hong Kong, pone plazo al desmantelamiento de los subsidios a las exportaciones agrícolas de las naciones ricas, pero obliga a los países pobres a abrir drásticamente sus mercados a las corporaciones transnacionales.
Activistas contrarios a la globalización corporativa y organizaciones no gubernamentales afirman que el acuerdo obstaculizará el desarrollo de los países pobres y amenazará a cientos de millones de sus agricultores y trabajadores.
"Si este documento determina el curso futuro de la OMC, la mayoría de los pueblos del mundo empeorará", dijo la activista Lori Wallach, de Control del Comercio Global de la organización estadounidense Public Citizen (Ciudadano Público).
El texto firmado por las 149 naciones de la OMC fija 2013 como plazo para desmantelar los criticados y multimillonarios subsidios a las exportaciones que otorgan anualmente la Unión Europea (UE) y países como Estados Unidos.
Sin embargo, organizaciones como ActionAid, la Agencia Católica para el Desarrollo Internacional y el Movimiento por el Desarrollo Mundial criticaron el documento y el énfasis en el compromiso de 2013 ofrecido por la UE.
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La organización ambientalista internacional Greenpeace describió el promocionado plazo de la UE como un "gesto simbólico, que crea la ilusión de que los países desarrollados han dado algo a cambio de las concesiones que obtuvieron de las naciones en desarrollo".
Los activistas afirman que el impacto de ese nuevo plazo será mínimo pues la conferencia no consiguió que la UE, Estados Unidos ni Japón se comprometieran a terminar sus generosos apoyos internos a la agricultura, que suman miles de millones de dólares por año. Esos subsidios ponen en desventaja a los agricultores de África, América Latina y el Caribe y Asia, forzando a la baja los precios de los productos básicos.
"Este texto lavado deja sin tocar los asuntos más importantes —el dumping (o comercio desleal) agrícola, la creación de empleo y la promoción del desarrollo", dijo Sophia Murphy, del Instituto de Políticas Agrícolas y Comerciales, con sede en Estados Unidos.
Washington resistió exitosamente las presiones para que desmantelara su apoyo interno al sector algodonero, lo que constituyó una derrota para Brasil y para las naciones exportadoras de África occidental, severamente afectadas por el programa de protecciones aplicado por Estados Unidos.
El documento habilita a efectuar reducciones en los subsidios a las exportaciones, la forma menos relevante de la protección al algodón, a partir de 2006.
En materia de bienes industriales, el texto establece una reducción de las barreras arancelarias a la importación, según la llamada "fórmula suiza", una de las propuestas más radicales para abatir aranceles. Activistas afirman que se forzará la apertura de industrias frágiles en países en desarrollo a una competencia desigual con las corporaciones transnacionales.
"Estos recortes tendrán efectos desastrosos para la capacidad de naciones en desarrollo de construir una base industrial y proteger sus recursos naturales básicos", sostuvo Murphy.
El texto impone asimismo a los países en desarrollo acelerar negociaciones para abrir sus mercados de servicios en áreas como banca, seguros y acciones, lo cual podría iniciar otra ola de privatizaciones y desregulaciones como las que promovieron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Las negociaciones deben continuar durante todo 2006 para alcanzar un acuerdo final, según el mandato de la Ronda de Doha, lanzada en noviembre de 2001 con el declarado fin de otorgar un impulso firme al desarrollo de los países pobres mediante el desmonte de las protecciones agrícolas del mundo rico, que distorsionan el intercambio global.
Por eso estas negociaciones dieron en llamarse la "Ronda del Desarrollo".
Algunos representantes del sector empresarial se mostraron satisfechos con la posibilidad de acceder a mayores porciones de los mercados del Sur en desarrollo, pero criticaron la falta de plazos específicos para dichas aperturas.
Una alianza de empresas de servicios del mundo rico y de India, que presiona por aperturas en informática y telecomunicaciones, banca y servicios legales, sostuvo que el texto fue "diluido" y "no obliga a los países a asumir una serie de plazos fijos para la reforma".
El resultado del encuentro de Hong Kong evitó un fracaso, considerando que los países miembros de la OMC venían de un prolongado callejón sin salida en muchos de esos asuntos.
"En una semana de decepciones, este no es un logro menor. No fue suficiente para convertir la reunión en un éxito, pero bastó para salvarla del fracaso", sintetizó el comisario europeo de Comercio, Peter Mandelson.
El encuentro establece el tono de las negociaciones comerciales de aquí en adelante.
"La conferencia fue un prerrequisito para avanzar en acuerdos multilaterales firmes", sostuvo la representante adjunta de Comercio de Estados Unidos, Susan Schwab.
"Esta es una negociación no concluida. Hemos sentado las bases para lo que anticipamos será un diálogo muy exitoso con logros en otras áreas: acceso a mercados, agricultura, servicios y manufacturas", añadió.
El impacto a largo plazo resucitó preocupaciones que habían aparecido tras el colapso de la conferencia anterior, celebrada en Cancún en septiembre de 2003: las desigualdades que hoy rigen la arquitectura del comercio global se volverán más marcadas.
"Este es un texto profundamente decepcionante y una traición a los compromisos de desarrollo", dijo Phil Bloomer, de la agencia humanitaria internacional Oxfam.
"Los intereses de los países ricos han prevalecido otra vez, y los pobres tuvieron que pelear desde la retaguardia para mantener apenas algunas de sus preocupaciones sobre la mesa", concluyó.