Quienes predican contra los subsidios agrícolas de las potencias afirman que su eliminación mejorará la vida de los cultivadores de los países en desarrollo. Al contrario, campesinos, activistas y pequeños agricultores de América Latina sospechan que los beneficios irían a un puñado de grandes empresas.
Los que aprovecharían una eventual apertura de mercados en la Unión Europea (UE) "son las grandes empresas transnacionales que manejan el negocio del campo, que son pocas y producen poca variedad", dijo a IPS Pedro Pereti, un granjero argentino de la localidad de Máximo Paz, en el sur de la oriental provincia de Santa Fe.
Pereti cultiva 230 hectáreas de maíz, soja, trigo y un poco de ganado. Es secretario adjunto de la Coordinadora de Productores Familiares del Mercosur (Mercado Común del Sur, integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).
Sería "un grave error" que los países desarrollados eliminaran los subsidios sin que las naciones en desarrollo practicaran reformas agrarias, opinó.
"Sin una reforma agraria, no habrá derrame automático", sostuvo. "El interior de Argentina va a transformarse en un desierto verde —por la extensión de cultivos de soja, la plantación estrella—, y va a aumentar el éxodo" rural, vaticinó. "De África y América Latina muchos irán a Europa", abundó.
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Es llamativo que después de más de 50 años de existencia, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) haya convocado a un congreso internacional sobre reforma agraria. "Debemos discutir sobre la tierra y la renta, porque no habrá lugar para todos", alertó.
La FAO y el gobierno de Brasil organizarán entre el 7 y el 10 de marzo en la ciudad de Porto Alegre una Conferencia Internacional sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural, que debatirá alternativas para un nuevo paradigma agropecuario respetuoso del ambiente, que contribuya a reducir la pobreza y el hambre.
Según un documento de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) difundido a fines de octubre, en los últimos años el sector agrícola logró un crecimiento superior a tres por ciento anual, mayor que el aumento de toda la actividad económica en América Latina.
Sin embargo, la mayoría de quienes trabajan en la agricultura regional son pobres. La Cepal atribuye este desequilibrio a un modelo de desarrollo "fuertemente concentrado en pocos productos", todos ellos "vinculados a mercados externos" como frutas, carnes, café o soja.
Este esquema podría salir fortalecido si la UE, Estados Unidos y Japón —responsables de 80 por ciento del proteccionismo agrícola mundial— decidieran eliminar sus subvenciones estimadas en 250.000 millones de dólares al año.
Para Alberto Broch, vicepresidente de la Confederación Nacional de Trabajadores de la Agricultura (Contag) de Brasil, el fin de los subsidios sería "positivo" en la medida en que permitiera eliminar distorsiones comerciales, sobre todo la baja artificial de precios. Pero esa remoción "no es suficiente" para promover el desarrollo rural, dijo.
La Contag es la mayor central sindical de trabajadores rurales sin tierra y pequeños productores de Brasil.
"La eliminación de los subsidios no sustituye a las políticas públicas nacionales que incluyen más crédito y garantía de precios mínimos", explicó el sindicalista a IPS. En este sentido, deberían adoptarse medidas orientadas a apoyar a los sectores que lo necesitan. "Hay agriculturas distintas en el país", remarcó.
El director regional de la organización no gubernamental Action Aid Américas, Adriano Campolina, coincidió con esta perspectiva. La eliminación de subsidios que distorsionan el comercio es buena, pero los países en desarrollo "deben tener derecho a proteger su agricultura con subsidios que permitan combatir el hambre y la pobreza rural", destacó..
Para que el fin del proteccionismo rico tenga impacto positivo en las economías rurales más pequeñas del mundo debe haber políticas que favorezcan el desarrollo rural a través de la agricultura familiar, y un mayor control sobre las corporaciones del agronegocio, dijo Campolina a IPS.
De lo contrario, los beneficios del mejor acceso a los mercados del mundo rico "serán a favor de Cargill y de otras transnacionales que dominan el negocio" agropecuario, subrayó.
Desde México, la aún lejana caída del muro que protege a la agricultura de las potencias tampoco se espera con ansia en áreas rurales. Miguel Pickard, del Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Acción Comunitaria, dijo a IPS que eliminar los subsidios "no soluciona los grandes problemas de inequidad en el comercio mundial".
Si efectivamente los países industriales removieran las protecciones al sector, "podrían beneficiarse algunos productores de países en desarrollo, grandes y pequeños, que tienen posibilidades de competir. Pero sobre todo se beneficiarán las grandes empresas", opinó el investigador.
Eliminados los subsidios, los países industriales seguramente se plantearán una estrategia de adquisición de tierras y de la producción de países en desarrollo, pronosticó Pickard. Por eso, los gobiernos de la región deberían idear planes de largo plazo para los campesinos pobres.
De hecho, el fin del proteccionismo agrícola está todavía lejano. Es posible que la sexta conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio, que sesionará en Hong Kong del 13 al 18 de este mes, postergue una definición sobre la cuestión agrícola para la última etapa de las conversaciones, que deberían concluir a fines de 2006.
El ingeniero agrónomo argentino Walter Pengue estima que "si se quitan los subsidios en un marco global de producción como el actual, no se puede asegurar una mejora para los campesinos o los pequeños productores".
Pengue, investigador del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente de la Universidad de Buenos Aires, sostiene que a los campesinos de las etnias quechuas o aymaras, que están fuera de las reglas del mercado global, "les tocará muy poco" de los eventuales beneficios.
En cambio, la liberalización puede tener impactos negativos, señaló el especialista. "Puede generar una mayor presión sobre el ambiente, una mayor concentración de la tierra, y una enorme migración de campesinos hacia las ciudades", alertó.
Lo verdaderamente útil para los pequeños productores sería "fortalecer los mercados locales y regionales", por ejemplo las ferias cercanas a sus predios donde los campesinos de Bolivia o Paraguay venden sus excedentes. "Hay que repensar el modelo de desarrollo rural", desafió.
El mercado está "tan distorsionado" que un melón cultivado en Argentina puede ser vendido en Japón a un precio más rentable que en el mercado local pese a la distancia, y hay países, como Estados Unidos, que no necesitan ser productores de un alimento para manejar su comercio, dijo.
No es posible que los precios de los cultivos de los países en desarrollo se decidan en las capitales europeas o de Estados Unidos y que la viabilidad económica de un país latinoamericano dependa casi por completo del valor que tendrá en esos mercados su principal producto de exportación.
"Esta economía no es verdadera, es una economía loca, distorsionada y tenemos que revisarla por completo", sostuvo.
*Con aportes de Mario Osava (Brasil) y Diego Cevallos (México).