Las perspectivas de paz en el sur de Tailandia se desvanecen mientras aumentan los ataques de insurgentes malayos musulmanes y el reclamo de monjes budistas de medidas de seguridad más severas contra esos grupos.
El conflicto étnico, que lleva dos años pero con raíces más antiguas, parecía encaminarse a una solución con la formación de la multisectorial Comisión de Reconciliación Nacional (CRN).
En las últimas dos semanas, las provincias del sur del país, donde la población es predominantemente malaya y musulmana, se vieron sacudidas por una serie de ataques, incluido un atentado con bombas que el 27 de octubre ocasionó el descarrilamiento de un tren.
Fue el peor acto de violencia cometido en las provincias sureñas de Yala, Pattani y Narathiwat (en la zona fronteriza con Malasia) desde que comenzaron los conflictos, en enero de 2004.
La voladura de las vías férreas se perpetró apenas un día después de un ataque insurgente coordinado a 63 comunidades en estas tres provincias y asaltos a puestos de seguridad fronterizos que incluyeron el robo de 90 armas de fuego.
[related_articles]
La semana previa, los grupos insurgentes sospechosos de ser responsables de estos delitos, habían violado un tabú al atacar un templo budista en Pattani y profanar una estatua de Buda, matando a un monje de 76 años y a dos adolescentes y provocando severos daños materiales.
En respuesta a la profanación y los tres asesinatos, más de cien monjes de Pattani efectuaron feroces críticas a la CRN, y reclamaron al primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra que disolviera este órgano formado siete meses atrás.
La ira de los monjes refleja la creciente animosidad popular contra los insurgentes malayos musulmanes del sur, en este país de 64 millones de habitantes donde la mayoría es budista.
Los rebeldes atentaron contra civiles budistas y funcionarios del gobierno, y hasta llegaron a degollar a algunos monjes en los 21 meses que lleva el conflicto.
"La rabia es entendible. El gobierno parece incapaz de parar la violencia. ¿Para qué sirve la CRN?", preguntó Chaiwat Satha-Anand, un académico musulmán que es miembro de la criticada comisión.
"En la medida en que la violencia escala y no se detiene ni ante los tabúes, la división entre budistas y musulmanes se profundiza", agregó..
La CRN, en la que participan distinguidos estadistas, profesores, parlamentarios, activistas de derechos humanos y funcionarios del gobierno, está lejos de admitir su derrota, dijo Satha-Anand en una entrevista con IPS.
"Nuestra agenda es de largo plazo, y consiste en empezar a tender puentes entre estas dos comunidades antes que la violencia termine", sostuvo.
"Existen muchas experiencias en las que estas dos comunidades étnicas y religiosas conviven sin problemas y que resultan esperanzadoras. Se trata de fortalecerlas y de construir sobre ellas", añadió.
Pero la violencia creciente pone en peligro estos espacios de esperanza.
Durante la primera mitad de 2005 hubo más de 700 acciones de violencia, y los ataques son cada vez más serios y letales, señaló Panitan Wattanayagorn, un experto en seguridad nacional de la Universidad de Chulalongkorn, en Bangkok.
"Vemos indicios claros de que los explosivos usados este año fueron más sofisticados, y tres de ellos eran de más de 50 kilogramos. Es un gran salto con respecto a los primeros actos de violencia en los que se usaban cuchillos y pistolas", manifestó a IPS.
Wattanayagorn supone que si se mantiene este grado de violencia, el año en curso será mucho más inestable y sangriento que 2004. "El año pasado hubo 900 incidentes, y ya casi llegamos a ese número en los primeros seis meses de este año", agregó.
La ola de violencia contrasta con la década anterior, cuando los enfrentamientos entre rebeldes malayos musulmanes y las tropas del gobierno eran de baja intensidad y sumaban 30 y 35 por año.
En 2000, uno de los periodos más calmos, hubo solamente ocho acciones violentas, con 10 personas muertas, recordó Wattanayagorn.
El balance de este año ya ha arrojado más de un millar de muertos, en su mayoría víctimas de los ataques de los insurgentes.
Entre las víctimas hay maestros, líderes comunitarios, recolectores de caucho, policías y soldados, tanto de la comunidad budista como musulmana.
Las fuerzas del gobierno desplegadas en el sur, 15.000 soldados y 18.000 policías, también son responsables de muchas brutalidades.
La peor fue la muerte por asfixia de 78 niños y hombres musulmanes que habían sido apresados luego de una protesta en la ciudad sureña de Tak Bai, en octubre del año pasado.
Las organizaciones de derechos humanos también expresaron su preocupación por el aumento de "las desapariciones" de jóvenes malayos musulmanes y por las denuncias de torturas policiales a detenidos en las provincias del sur.
Detrás de este espiral de violencia está la historia del centralizado Estado tailandés, enfrentado a una minoría malaya musulmana de 2,3 millones de personas, que vive en las provincias fronterizas con Malasia.
Los musulmanes siempre se quejaron de discriminación económica y cultural desde que el antiguo reino de Pattani (del que formaban parte las provincias Yala, Pattani y Narathiwat) fue anexado en 1902 por el reino de Siam, como se llamaba Tailandia entonces.
Durante la década de los años 70 hubo un pico de violencia cuando grupos separatistas malayos lanzaron una andanada de ataques en reclamo de la independencia del perdido reino de Pattani.
"La hora de la reconciliación es una urgente necesidad y la CRN representa la única esperanza de resolver nuestras diferencias históricas y nuestros problemas de la actualidad", dijo a IPS la editora general de la publicación electrónica PrachaThai, Chiranuch Premchaiporn, que se dedica a informar acerca de la violencia en las provincias del sur.
"Hemos escrito muchos editoriales criticando a quienes atacan a la CRN", dijo. "Si no existiera la CRN, la violencia sería mucho peor".