A juzgar por lo que dice la prensa independiente de Tailandia y se conversa en voz baja en el mundillo político de la capital de este país, cualquiera pensaría que es inminente un golpe de Estado.
Los rumores del golpe han traspasado la barrera del simple chisme y se han vuelto una cuestión preocupante para el gobierno del magnate de las telecomunicaciones Thaksin Shinawatra.
Los corrillos se convirtieron en una pesada bola de nieve el día 20, cuando el viceministro de Transporte Phumtham Wechayachai, acusó a otro magnate de la prensa, Sondhi Limthongkul, de desestabilizar al gobierno.
Sondhi, fundador del grupo mediático Manager Media Group, es una figura muy popular y extravertida que, luego de apoyar a Thaksin, se ha dedicado desde comienzos de año a exponer denuncias contra el gobernante y su familia.
El viceministro Phumtham, uno de los portavoces del gobernante partido Thai Rak Thai (Tailandeses que Aman a los Tailandeses"), dijo irónicamente a la prensa que Sondhi "fue capaz, en los últimos tres días, de sentir el inconfundible olor a golpe de Estado".
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Un sentimiento de parálisis ha ganado a un gobierno que goza de una mayoría parlamentaria de tres cuartas partes de los escaños.
El propio Thaksin generó una atmósfera de incertidumbre al responder a la ola de malas noticias refugiándose en los signos de los astros en vez de recurrir a los rápidos y cáusticos comentarios públicos que le son característicos.
"En este momento Mercurio está arrinconado y alineado con mi estrella. Mercurio no es bueno… Como no es una buena señal, prefiero no hablar. Voy a esperar hasta el año que viene", declaró al regresar de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).
"Ahora sí estamos ante una situación genuinamente inestable. El país se encuentra paralizado", dijo a IPS Kavi Chongkittavorn, secretario de redacción y columnista del diario The Nation.
"El gobierno está teniendo serias dificultades para concretar las cosas que se propone, cosa que antes no sucedía", agregó Kavi.
Los académicos tailandeses coinciden en que la marea de elementos negativos está tirando abajo al gobierno.
"Desde la crisis que debió afrontar el gobierno en octubre de 2004 en la ciudad sureña de Tak Bai, Thaksin quedó en una situación muy vulnerable", dijo Thitinan Pongsudhirak, cientista político de la Universidad Chulalongkorn en Bangkok.
En aquella oportunidad, el gobierno detuvo a seis activistas musulmanes de la etnia malaya, reprimió una protesta por esos arrestos, varias personas murieron asfixiadas en prisión, y finalmente, el gobierno prohibió y castigó la difusión de videos que documentaban estos hechos.
Todas las versiones que circulaban sobre la inminencia de un golpe de Estado no es inverosímil, dados los antecedentes de Tailandia tras el cambio en 1932 de la monarquía absolutista a un régimen monárquico constitucional.
En los 60 años siguientes, Tailandia sufrió 17 golpes de estado —el último en 1991—, y el cargo de primer ministro fue ocupado por generales en 46 de los últimos 73 años.
En junio de 2002, volvió a mencionarse la posibilidad de un golpe de Estado, dados los crecientes desacuerdos existentes entonces entre el gobierno y sectores del ejército sobre la política de seguridad nacional a seguir con relación a la vecina Birmania, que desde 1962 sufre una férrea dictadura militar.
En aquella oportunidad, el gobierno de Thaksin se impuso y pudo mantener a raya a los sectores golpistas del ejército.
No obstante, pocos se sorprenden por el súbito cambio de fortuna de un mandatario que hasta marzo disfrutaba de un grado de apoyo político inédito para sus 22 antecesores.
En febrero, Thaksin llevó su partido al gobierno obteniendo 376 de las 500 bancas parlamentarias, superando incluso las 342 que Thai Rak Thai ocupaba en el periodo anterior.
Sin embargo, la autoridad del gobierno comenzó a ser cuestionada en abril, a raíz de revelaciones de un supuesto escándalo de corrupción en el que estaría envuelto un ministro.
A estas denuncias se agregó la creciente violencia étnica en las provincias del sur del país, en la frontera con Malasia, donde predomina la población malayo-musulmana y hacia quienes Bangkok parece no tener otra respuesta que la represión, que ya lleva ocasionadas 1.100 muertes desde enero del año pasado.
Para colmo de males, el gobierno también provocó el enojo de la elite educada de Bangkok a raíz de sus diversos intentos de debilitar las instituciones independientes creadas por la Constitución de 1997 para contrapesar los poderes del partido de gobierno.
La virtual disolución del órgano a cargo de luchar contra la corrupción y los ataques perpetrados contra respetables mujeres tailandesas nombradas para investigar los negocios financieros del Estado, son otros dos ejemplos tomados de una creciente lista.
La administración de Thaksin también pasó a la defensiva como resultado de la creciente oposición popular a los planes del gobierno de privatizar la lucrativa compañía de electricidad del Estado.
En noviembre, un tribunal falló en favor de asociaciones civiles que habían solicitado frenar el proyecto.
La respuesta del primer ministro fue amenazar a sus críticos con una andanada de juicios civiles y penales por difamación para silenciarlos.
Desde septiembre, Thaksin inició cuatro juicios contra Sondhi Limthongkul por hasta 1.000 millones de baht (unos 25 millones de dólares) en cada proceso.
Sondhi se ha rehusado a retirar sus acusaciones, y continúa realizando cada viernes actos en un parque céntrico de Bangkok, luego de que el gobierno consiguió retirar del aire un programa televisivo que conducía el magnate.
Miles de personas asisten ahora a sus semanales apariciones en vivo, en donde Sondhi expone los distintos casos de corrupción que involucran al primer ministro y a su familia.
"Thaksin ha recurrido a lo que parecen ser medidas desesperadas para acallar a sus críticos", dijo David Streckfuss, académico estadounidense experto en la cultura política de Tailandia. "Ahora hay una masa crítica de acusaciones contra el gobierno", dijo a IPS.
O sea, ¿significa todo esto que estamos ante un nuevo golpe de Estado, tal como ocurrió tantas otras veces en la historia de este país? "No me sorprendería, pero me daría una gran desilusión", dijo Streckfuss.
"Pese a los abusos que el presente gobierno supuestamente ha cometido, un golpe de Estado representaría un fracaso de la evolución democrática de Tailandia".