SALUD: Pediatras descubren el riesgo ambiental

¿Cuántas afecciones respiratorias infantiles están relacionadas con el combustible que se usa en las casas para cocinar? ¿Cuántas diarreas responden a la ingestión de agua contaminada? ¿Cómo advertir la relación entre una potencial exposición al plomo y los problemas de aprendizaje escolar?

"Todas las poblaciones están expuestas a distintos riesgos ambientales, pero los niños son los más vulnerables, y si viven en condiciones de pobreza esa fragilidad se exacerba enormemente", advirtió a Tierramérica Jenny Pronczuk, del Departamento de Salud Ambiental de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La ciencia ya probó el vínculo entre la exposición a ciertas sustancias y el desarrollo de enfermedades, a corto y largo plazo. Sin embargo, la mayoría de los médicos sólo responde a los síntomas, sin advertir muchas veces que las causas que enferman a los niños persisten.

Aunque en América Latina hay una nueva voluntad política para promover la salud ambiental infantil, "aún queda un largo camino por recorrer", según Pronczuk . "Se necesita mayor capacitación de los profesionales de la salud", dijo.

Según datos de la OMS, 40 por ciento de la carga global de enfermedades atribuidas a factores ambientales recae en niñas y niños menores de cinco años. El dato resulta más alarmante si se advierte que los infantes constituyen apenas 10 por ciento de la población mundial.

Los niños experimentan un crecimiento rápido en sus primeros años de vida y tienen gran capacidad de absorción de agentes tóxicos. Su respiración es más acelerada y su consumo de agua y alimentos es mayor al del adulto en proporción con su peso, por eso su susceptibilidad a los riesgos ambientales es más grande.

Sin embargo, muchos pediatras no están preparados para abordar las enfermedades desde esta perspectiva. "Es un enfoque nuevo que requiere una gran apertura mental", explicó a Tierramérica el médico Daniel Beltramino, presidente de la comisión de Salud y Ambiente de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).

Beltramino recordó que apenas tres años atrás, los talleres de la SAP sobre salud ambiental para pediatras "daban pena". "Éramos apenas 20 ó 30 interesados", dijo. En cambio, este mes se realizó en Buenos Aires un seminario para profesionales del Cono Sur de América, y se debió rechazar inscritos porque había 130 anotados para participar.

"Los profesionales de la salud estamos en la primera línea de batalla para detectar cuándo los síntomas de un mal son producto de la falta de acceso al agua segura, la contaminación del suelo con heces humanas o la ausencia de viviendas en urbanizaciones planificadas", puntualizó el experto.

Para afrontar estos problemas, especialistas en salud, ambiente y educación de todo el mundo se reunieron entre el 14 y 16 de este mes en Buenos Aires en la II Conferencia Internacional sobre Salud Ambiental Infantil, y culminaron con una exhortación a "transformar el conocimiento en acciones".

La cita, auspiciada por la OMS, urgió a divulgar las herramientas disponibles en la actualidad para mejorar la salud ambiental infantil.

Beltramino destacó distintas estrategias ya en marcha en la región, por ejemplo los cursos de capacitación de grado y posgrado en salud ambiental para pediatras, que apenas cuatro años atrás no existían, y la creación de Unidades Pediátricas Ambientales (UPA) en hospitales de niños.

Estas unidades ya funcionan en Canadá, Estados Unidos y México, y desde hace cinco meses se abrieron en tres hospitales de Argentina. Las UPA brindan asistencia, capacitación e investigación en temas de salud ambiental infantil.

"Si hay un incendio en una fábrica de pinturas, ellos (los médicos de la UPA) son los encargados de intervenir en la protección de los niños", ejemplificó el médico.

El pediatra también destacó la importancia de elaborar "perfiles nacionales en salud ambiental infantil" a fin de reconocer dónde están las zonas nacionales de riesgo y cómo asistir mejor a la población afectada. Dieciocho países latinoamericanos ya pusieron en marcha la elaboración de esos perfiles.

La cooperación internacional en la materia permitirá seguimientos de casos para constatar la relación entre riesgo ambiental y enfermedad, que no siempre puede detectarse a corto plazo.

Los países ricos ya realizan estudios epidemiológicos de cohortes (grupos de personas con algún factor en común) para diversos temas de salud pública. La novedad es aplicar esos seguimientos a largo plazo para conocer el vínculo entre ambiente y salud.

En la infancia, por ejemplo, los expertos observan muestras de sangre del cordón umbilical de recién nacidos, y luego siguen analizando la evolución de esas personas en la infancia, la adolescencia y la edad adulta.

"Los síntomas de contaminación con tóxicos pueden aparecer 20 años después de la exposición", explicó Beltramino. "Para saber con certeza en qué medida un determinado tóxico puede producir cáncer, se requieren 500 mil casos", dijo.

"Ese número de casos es imposible de seguir en un solo país, pero si nos ponemos de acuerdo en una misma metodología para trabajar en todos los países, podemos contribuir a un estudio global del problema con resultados parciales y de largo plazo", indicó.

* La autora es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 19 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (

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