El pacto entre los principales partidos políticos de Nepal y la guerrilla maoísta podría originar una violenta respuesta del rey Gyanendra, que lideró un golpe de Estado el 1 de febrero y que este viernes regresará al país luego de tres semanas en el exterior.
Pero el acuerdo también ha despertado esperanzas en una resolución de la crisis desatada cuando el monarca asumió todo el poder, con el argumento de que el gobierno democrático había sido incapaz de acabar con la insurgencia que acabó con 13.000 vidas desde 1996.
El acuerdo alcanzado entre una coalición de siete partidos y el proscripto Partido Comunista de Nepal-Maoísta —la organización que encabeza la guerrilla— incluye la convocatoria de una asamblea constituyente interina.
Pero este "punto de encuentro" entre dirigentes políticos e insurgentes armados, adversarios durante buena parte de la guerra civil, podría ser recibida con un recrudecimiento de la represión por parte de la corona, que cuenta con el respaldo de las fuerzas armadas.
Según el acuerdo, anunciado el día 22, ambas partes pondrán fin al conflicto armado y establecerán "una democracia absoluta acabando con la monarquía autocrática".
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Los rebeldes se comprometieron a avanzar en un proceso político democrático y a aceptar la democracia multipartidista, los derechos civiles, los derechos humanos y el estado de derecho.
"El acuerdo es histórico y necesario para el establecimiento de la paz", dijo a IPS el analista político Narayan Wagle, director Kantipur, el diario más vendido de Nepal. "Paradójicamente, el pacto fue posible por el golpe del rey Gyanendra."
El ex ministro y director del capítulo nepalés de la organización Transparencia Internacional, Devendra Raj Panday, manifestó su esperanza en los resultados del acuerdo.
En un acto público celebrado en Katmandú, Panday consideró que una nueva constitución debería solucionar las fallas de la aprobada en 1990, cuando Nepal abandonó la monarquía absolutista.
Pero el acuerdo deja de lado varios puntos conflictivos, como el futuro rol del monarca, el destino de las armas hoy en poder de los insurgentes y la extensión del plazo del cese del fuego unilateral declarado por los maoístas más allá del 2 de diciembre.
El presidente del Partido Comunista de Nepal-Maoísta, Pushpa Kamal Dahal, más conocido como Prachanda (Poderoso), dijo que el eventual fin del cese del fuego no afectaría la "unidad de trabajo preliminar" alcanzada con los partidos políticos.
De todos modos, los medios de prensa independientes aplaudieron el acuerdo como un "avance" y un "pacto histórico" en la senda hacia la paz.
Estados Unidos e India, los países más influyentes sobre el mapa político nepalés, dieron su aval al pacto, pero con más cautela.
Por su parte, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, dijo estar "estudiando" el acuerdo, y urgió a los maoístas a extender el plazo del cese del fuego. También ofreció ayuda para resolver la crisis.
Al conocerse el acuerdo, el portavoz del gobierno, Tanka Dhakal, protestó contra lo que calificó de entendimiento "antinatural", "profano" y firmado "a instancias de potencias extranjeras", en alusión a India, donde fue firmado.
Dos días más tarde, Dhakal emitió un breve comunicado para advertir que, según el gobierno, cualquier avance hacia la democracia representativa debe procesarse a través de la constitución de 1990.
Además, reiteró el compromiso del gobierno de convocar elecciones parlamentarias y municipales.
Pero los partidos manifestaron que el rey Gyanendra ya violó flagrantemente la Constitución —producto de la Jana Andolan (Movimiento Popular) de 1990—, y advirtieron que no podrían celebrarse elecciones libres y justas bajo la égida del monarca.
Los maoístas, por su parte, siempre postularon la caída del rey y el establecimiento de una democracia republicana.
Mientras partidos y guerrilleros redactaban su acuerdo en Nueva Delhi desde comienzos de noviembre, el gobierno reprimió manifestaciones e impidió el movimiento de los dirigentes civiles.
Los grandes partidos acusan a Gyanendra de excesiva ambición y de haberse convertido en un obstáculo a la paz con su golpe de Estado, que hizo retroceder décadas al país.
El rey se encuentra virtualmente aislado. India, Estados Unidos y Gran Bretaña congelaron sus suministros de armas. Dada la situación geográfica de este reino mediterráneo, rodeado por India y China, le resultará difícil perpetuar su régimen mediante una "guerra contra el terror".
"Es obvio que la pelota está en la cancha del rey", según Wagle, para quien a Gyanendra no le quedan más opciones que actuar de manera positiva ante el acuerdo entre partidos e insurgentes.
"Deberá optar por el enfrentamiento o la aceptación, pero debería pensar que los maoístas parecen aceptar por primera vez cierto rol para la monarquía, lo que le brinda una oportunidad de oro para retractarse", sostuvo el periodista.
De "retractarse" del golpe de Estado, el rey Gyanendra "seguiría siendo monarca constitucional", coincidió el dirigente comunista Madhav Kumar Nepal.
Ahora, todas las miradas se vuelven sobre Gyanendra, que regresará este viernes de una gira oficial que lo llevó a una cumbre de Asia meridional en Dhaka, a la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información en Túnez y a un safari en África, a costas del bolsillo de los contribuyentes nepaleses.