Las autoridades de México fracasan en su intento por detener el avance de las pandillas centroamericanas. Por oleadas, esos jóvenes van tomando posiciones a fuerza de extrema violencia y ya están presentes en 24 de los 32 estados en que se divide el país.
Muchos integrantes de los grupos Mara Salvatrucha y Mara 18 aprovecharon la destrucción y el caos provocados a comienzos de octubre por la tormenta tropical Stan en el sur de México, frontera con Guatemala, para desde allí adentrarse hacia el centro de este país de América del Norte, señala un documento del Ejército filtrado a la prensa local.
El informe indica que, aprovechando el relajamiento de la vigilancia y la situación de destrucción, muchos de los jóvenes pandilleros, en su mayoría provenientes de América Central donde se les denomina maras, emprendieron viaje hacia el interior de México. "Son (los pandilleros) como una plaga que se expande con facilidad, pues llegan a lugares sin vacunas ni protecciones", dijo a IPS Ignacio Crespo, un antropólogo que actúa con jóvenes que trabajan y viven en las calles de la capital mexicana.
A comienzos de este año, el estatal Instituto Nacional de Migración informó que se habían detectados pandilleros en ocho estados de México. Pero un informe de julio del también oficial Centro de Investigación y Seguridad Nacional, indicó que ya están en 24 estados.
La Secretaría (ministerio) de Seguridad Pública estima que hay 5.000 pandilleros centroamericanos en México, agrupados en 200 diferentes "células", la mayoría ubicadas en el sudoriental estado de Chiapas, fronterizo con Guatemala.
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"Creo que son muchos más, si sumamos los pandilleros que llegaron con (el huracán) Stan y los que se han generado entre los propios jóvenes mexicanos", señaló Crespo.
El experto sostiene que en este país se debería aplicar una política contra las pandillas que ponga acento en la prevención y rehabilitación y no en la represión, como sucede en América Central.
"Si se ponen sólo a reprimir, sin entender lo que significa una comunidad de pandilla para muchos de los jóvenes pobres, poco educados y de familias desintegradas, lo que único que se logrará es que el problema crezca mucho más", advirtió.
Los miembros de las maras se distinguen por sus visibles tatuajes y cabellos cortos al estilo militar. Además, usan un lenguaje cifrado de palabras y señas y, para ingresar a una de ellas, se deben seguir rituales especiales, casi todos vinculados a la agresión mutua o contra terceros.
Hay profundas rivalidades entre pandillas, que periódicamente derivan en batallas campales o en asesinatos.
Activistas humanitarios también han denunciado que en los países centroamericanos actúan grupos armados irregulares que se dedican a eliminar pandilleros. Entre 2003 y mediados de este año se capturaron en México 1.670 personas sindicadas como pandilleros, de los cuales más de la mitad están siendo procesadas por distintos delitos y los restantes fueron deportados.
Aunque no hay consenso sobre cuántas personas integran en total esas pandillas, los cálculos estimativos oscilan entre 150.000 y más de 300.000 sólo en América Central y en México. En tanto, en Estados Unidos se presume que existen unos 15.000 jóvenes integrantes de esos grupos violentos.
El origen de la Mara Salvatrucha y de otros grupos de accionar afín, que se dedican al robo, las violaciones y al tráfico de drogas y armas en pequeña escala, datan de los años 80 de jóvenes inmigrantes salvadoreños radicados en la sudoccidental ciudad estadounidense de Los Ángeles. Su tránsito siguió a América Central, cuando la mayoría de sus integrantes fueron deportados.
"Se estima que diariamente ingresan a México entre 25 y 50 mareros", según el Centro de Investigación y Seguridad Nacional.
En un informe entregado a legisladores en octubre, el Instituto Nacional de Migración reconoce que han fallado hasta ahora los esfuerzos para frenar "el pandillerismo" de origen centroamericano.
A pesar de las medidas represivas, desde los años 90 ha ido en franco aumento el número de pandilleros en el Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. Esos jóvenes cometen crímenes con violencia extrema, como decapitaciones, asesinatos masivos y violaciones multitudinarias.
Su poder y peligrosidad es tal, que los gobiernos de esa región han dictado leyes severas contra ellos y han concertado con México y Estados Unidos estrategias para combatirlos.
Pero varias de las llamadas leyes "antimaras" son cuestionadas por organización humanitarias y juristas por entender que han derivado en violaciones de los derechos básicos de las personas.
El no gubernamental Centro por la Justicia y el Derechos Internacional sostiene, por ejemplo, que las políticas utilizadas por los gobiernos centroamericanos contra los jóvenes derivaron en detenciones masivas por el sólo hecho de que los sospechosos lleven tatuajes, tengan características distintas a las de otras personas y transiten por territorios determinados.
En junio, delegados de gobiernos de América Central y de América del Norte realizaron en Chiapas la denominada "Reunión sobre Pandillas Delictivas Juveniles Transnacionales".
En la cita acordaron pedir a la Organización de Estados Americanos crear una red de contactos entre autoridades, expertos y grupos no gubernamentales para definir un modelo de plan contra el pandillerismo, sobre la base de las mejores y más exitosas políticas aplicadas contra esos grupos hasta ahora.