Que los países en desarrollo pretendan explotar comercialmente la nanotecnología es una «ilusión bastante ingenua», sentencia el activista canadiense Pat Mooney, ganador en 1985 del Premio Right Livelihood Award, conocido como Nobel Alternativo.
A su entender, lo que deben y pueden hacer esos países es acercarse a esa nueva ciencia, pero sólo para prevenir sus potenciales impactos dañinos y aplicar regulaciones de seguridad.
Mooney, quien dirige el no gubernamental Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC) con sede en Canadá, viaja por el mundo promoviendo una moratoria a la nanotecnología, que manipula a escala átomos y moléculas, hasta que se establezcan regulaciones sobre sus implicaciones.
Esta nueva tecnología se desarrolla sobre todo en países del Norte industrializado, pero también en varios del Sur, como China, India, Brasil y Chile. En el mercado ya hay unos 700 alimentos, cosméticos y productos farmacéuticos que contienen nanopartículas, pero no existe ningún tipo de etiquetado ni evaluación de sus posibles impactos.
Los defensores de la nanotecnología piden no detener su desarrollo y aseguran que en el futuro facilitará el diagnóstico y tratamiento de enfermedades como el sida, el cáncer y la tuberculosis, el control de toxicidad en alimentos y suelos y la purificación del agua.
Autor del libro "Semillas de la Tierra" (1979), un estudio pionero sobre los recursos genéticos agrícolas, Mooney ha dedicado la mayor parte de su vida al análisis de los impactos de la revolución biotecnológica.. Por esa labor recibió el Nobel Alternativo.
El activista dialogó con Tierramérica durante su visita a México en noviembre.
Tierramérica: —Usted y su grupo proponen desde 2002 declarar una moratoria en el desarrollo de la nanotecnología. ¿Realmente cree que eso será posible?
Mooney: — Nosotros todavía pensamos que la moratoria es una propuesta inteligente, adecuada para la situación actual, pero en realidad sabíamos que no necesariamente iba a cumplirse. Desde el punto de vista político va a ser difícil que se dé.
—¿Aún así insistirán en la moratoria?
—Sí, porque ha provocado el avance general de la discusión. Logramos ya que Greenpeace nos apoyara, igual que otras organizaciones ambientalistas y sindicales en diversos países. También hay un grupo de 26 gobiernos que ya se ha reunido -una vez en Washington y otra en Bruselas- para discutir sobre regulaciones a la nanotecnología. Además, en Naciones Unidas ya se considera la necesidad de tener regulaciones internacionales sobre los impactos de las nuevas tecnologías. Todo esto no existía antes de la moratoria que pidió ETC.
—¿Por qué frenar la nanotecnología cuando podría solucionar problemas de salud y otros? Algunos científicos advierten que declarar una moratoria podría crear una brecha similar a la digital entre países ricos y pobres.
—Porque los impactos en la salud y ambientales son potencialmente peligrosos y actualmente no hay regulaciones. Además, pueden golpear económicamente a los países del Sur debido a la sustitución de materias primas. Ya se está utilizando nanotecnología para sustituir materiales como el caucho de los neumáticos, y en poco años, la demanda de caucho natural caerá fuertemente. Lo mismo podría suceder con fibras textiles, como el algodón. Desde 1997 las universidades de Oxford y Montreal mostraron que el dióxido de titanio y el óxido de zinc en nanopartículas, presentes en cosméticos y bloqueadores solares, generan radicales libres y pueden ocasionar daños genéticos.
—Países en desarrollo planean competir en el mercado nanotecnológico. ¿Qué opina?
—Definitivamente es importante que los países del Sur tengan la capacidad científica de monitorear lo que sucede con esta dinámica tecnología, evaluarla y dar seguimiento a su impacto en sus sociedades. Pero es una ilusión bastante ingenua pensar que se va competir en el mercado. Podrán entrar en éste, intentarán competir pero terminarán trabajando para las empresas transnacionales en contra de su propia población.
—¿A dónde debería entonces apuntar el Sur sus esfuerzos?
—Los países del Sur deben afirmar la diversidad tecnológica, es decir, tener un espectro de tecnologías disponibles, incluyendo la nanotecnología, pero sin negar otras de las que ya disponen y que hay que revitalizarlas, recuperarlas o reafirmarlas. Además, se necesita que esos países tengan una discusión social mucho más amplia y que no suceda como ahora, en la Organización Mundial de Comercio, adonde van sin tener ideas claras sobre el impacto de esta tecnología en el comercio global.
* El autor es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 19 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (