Nuevos datos sobre la historia del mar revelan que los océanos del mundo están en una grave crisis en gran medida por la pesca excesiva, y podrían no recuperarse.
"Los océanos son hoy drásticamente diferentes a lo que eran 150 años atrás", dijo el científico Poul Holm, del Centro para Estudios Marinos y Regionales de la Universidad del Sur de Dinamarca.
Entonces había "muchos predadores mayores como el atún, y casi todos los peces eran mucho más grandes y se encontraban en áreas más extensas que hoy", dijo Holm a Tierramérica.
Cientos de historiadores y oceanógrafos de todo el mundo investigaron durante más de cinco años cómo eran los océanos 150 y hasta 300 años atrás. Esta semana, sus hallazgos se presentaron en la conferencia Océanos Pasados – Historia de las Poblaciones de Animales Marinos, en Kolding, Noruega.
Los registros históricos revelan, por ejemplo, que las poblaciones de maruca (Molva molva) del mar del Norte habían dado señales de agotamiento antes de 1920, si bien hasta ahora se creía que la declinación de la especie comenzó en la década de 1970.
Los datos sobre pesquerías sólo existen desde unas pocas décadas atrás, lo que hace difícil conocer el verdadero alcance de la crisis o administrar las que quedan, sin información de la era previa a la pesca industrial, sostuvo Holm.
"Necesitamos saber cómo han cambiado los ecosistemas marinos tanto como conocer las modificaciones de las poblaciones de peces", añadió.
Aun sin una presión directa por pesca excesiva, la maruca, al igual que el bacalao (Eleginus gracilis) del Atlántico Norte y otras especies, no se han recuperado, sugiriendo que ocurrieron cambios ecológicos fundamentales.
La nueva información sobre la historia de los océanos registra claramente el modelo de pesca comercial, que agota una pesquería en una o dos décadas y entonces pasa a otra.
Ese patrón resulta evidente en la colección de 200.000 menús de restaurantes estadounidenses, desde 1860 en adelante.
En la década de 1870, las langostas (Homarus americanus) de nueve kilogramos eran tan comunes que se vendían enlatadas y raramente se hallaban en los menús. "Se la consideraba un platillo sin valor, a nadie le gustaba que lo vieran comiendo langosta", dijo Glenn Jones, de la Universidad Texas A&M, en la localidad marítima de Galveston.
A medida que otras especies preferidas declinaron, la langosta se introdujo en los platillos ofrecidos por los restaurantes. Para 1920, se cobraba unos 24 dólares el medio kilogramo, casi el mismo precio de hoy, dijo Jones.
Los ejemplares se redujeron notablemente hasta un cuarto de kilogramo, el peso mínimo autorizado para su captura, pero las poblaciones no están amenazadas.
"La langosta es uno de los recursos marinos mejor manejados que tenemos", añadió. Ejemplares mayores, de tres o cuatro kilos, aparecieron en los menús de la última década, señal de que las capturas se movieron a zonas más profundas de la plataforma marina exterior, 200 millas mar adentro, sostuvo el experto.
"En 10 años más, esos ejemplares grandes habrán desaparecido", vaticinó.
El abalón (Haliotis rufescens), un sabroso molusco de lento crecimiento en los mares de la costa occidental de California, siguió un rumbo similar. Muy popular en los años 20, cuando un platillo de abalón costaba unos siete dólares, la sobrepesca lo volvió más y más raro. Sus precios se habían elevado entre siete y 10 veces más que la inflación para 1950.
El estado de California prohibió la pesca comercial del abalón en 1997. La mayoría de los que se comen hoy en los restaurantes californianos son importados de Australia o Nueva Zelanda, y cuestan entre 50 y 70 dólares.
La importancia de contar con información de largo plazo es ilustrada por un estudio realizado con pescadores mexicanos en el golfo de California. Los mayores de 55 años pudieron mencionar cinco veces más sitios agotados e igual proporción de especies desaparecidas que sus pares de 30 años, sostuvo Andrea Sáenz-Arroyo, de la británica Universidad de York.
Los pescadores más jóvenes no saben que en los mares donde han pescado toda su vida, abundaron alguna vez los tiburones, enormes meros, pargos, tortugas verdes, ostiones de roca y caracoles.
"Hubo un drástico cambio en la percepción humana de lo que constituye el estado natural del ambiente", dijo Sáenz-Arroyo al boletín Oceans Update, publicado por la organización no gubernamental SeaWeb, con sede en Washington.
Trescientos años antes de que nacieran los pescadores más viejos, el Golfo de California era notablemente distinto a lo que hoy es. Había montones de madreperlas en el lecho marino, según las crónicas de los exploradores españoles. Los meros gigantes eran un alimento común y preferido, pero ningún pescador actual, ni siquiera los más viejos, saben de ellos.
Las personas no logran apreciar la escala de la degradación ambiental que se produce en el curso de sus propias vidas. Y eso reduce las expectativas humanas de lo que constituye un ecosistema "saludable", agregó la especialista.
"La comprensión de las condiciones ambientales del pasado es esencial para una efectiva conservación", añadió.
La memoria escasa y los mitos de la abundancia y de los mares sin fin con pesquerías en continuo aumento aún persisten, pese a las grandes evidencias de la crisis.
Inclusive especies como el atún (Thunnus thynnus), que abundaba desde el norte de Noruega hasta el mar Negro y desde Newfoundland, en el este de Canadá, hasta el sur de Brasil, han desaparecido en casi la mitad de esas vastas regiones.
Aunque fue pescado durante varias centurias, la declinación del atún es consecuencia del desarrollo de nuevas artes y técnicas de pesca durante el siglo XX. Más aún, las modernas prácticas y normas (captura intencional o no intencional de ejemplares muy jóvenes, pérdidas o subregistros) están reduciendo las posibilidades de que el atún se recupere, dijeron expertos en la conferencia de Noruega.
La producción mundial de pescados y moluscos viene cayendo desde hace varios años, pese a la siempre creciente actividad pesquera, sostuvo Holm. "La actual demanda de pescado y marisco está mucho más allá de lo que los océanos pueden proveer hoy", sostuvo.
La práctica de perseguir nuevas especies cuando las poblaciones de otras declinan, amenaza ahora al bacalao de profundidad (Dissostichus eleginoides) de la austral Patagonia, de lento crecimiento. Barcos piratas atrapan en sus redes cargas que valen millones de dólares y las venden en el mercado negro.
"Hace mucha falta una gobernanza global sobre las regiones de alta mar", concluyó Holm.
* El autor es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 30 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (