AMBIENTE-CHINA: Campesinos se beben el agua envenenada

Mientras China busca resolver los efectos políticos y sociales del encubrimiento de un derrame tóxico en su empobrecida región nororiental, las comunidades rurales aparecen como las más abandonadas en las respuestas estatales a los riesgos ambientales de la rápida industrialización.

Una explosión en una fábrica química estatal en la nororiental ciudad de Jilin, a principios de este mes, hizo que grandes cantidades de benceno fluyeran hacia el río Songhua, que corre a través de la ciudad de Harbin, forzando a las autoridades a clausurar el servicio de agua corriente de 3,8 millones de residentes durante cinco días.

Aunque las autoridades de Harbin reaccionaron lenta y erróneamente, el gobierno central movilizó velozmente recursos, distribuyendo toneladas de agua embotellada para evitar el pánico y enviando funcionarios para tranquilizar a los habitantes que huían.

Mientras la contaminación del Songhua amenazaba derivar al río Amur cruzando la frontera con Rusia, el ministro chino de Relaciones Exteriores, Li Zhaoxing, se disculpó con Moscú, lamentando "el posible daño" que causaría al pueblo ruso "el considerable accidente de contaminación ambiental".

Pero muy poco se dijo e hizo para alertar a las comunidades rurales de muchos poblados y aldeas a lo largo del Songhua, entre Jilin y Harbin, sobre los peligrosos productos químicos que contenía el agua. Las autoridades dieron estimaciones sobre cuánta población depende del río para abastecerse de agua potable.

Filtrada la noticia del derrame a las aldeas que rodean a Harbin, los campesinos comenzaron a cavar pozos subterráneos en busca de agua, informaron los medios de comunicación locales. Pero la filial china de la organización ambientalista internacional Greenpeace advirtió que, si alguna sustancia química se filtró en los suelos, el impacto ambiental será de largo plazo.

La explosión del 13 de noviembre arrojó al río unas 100 toneladas de benceno, muy tóxico y carcinógeno. Se sabe que la alta exposición al benceno causa leucemia, y se teme que los mismos efectos puedan resultar de una baja exposición a largo plazo, a través del agua o los alimentos.

"Urgimos al gobierno chino a hacer esfuerzos aun mayores para proteger a la población local y al ambiente", dijo Kevin May, gerente de campaña contra los tóxicos de Greenpeace China. "Por ejemplo, debería llevarse a cabo una evaluación amplia del impacto de la contaminación y, sobre esa base, trazar un plan e implementar una limpieza efectiva", recomendó.

En los últimos meses, la problemática ambiental fue la base de una serie de protestas en todo el país, y los nexos entre los gobiernos locales y las fábricas que desobedecen las normas despertaron duras críticas al gobernante Partido Comunista y a las autoridades.

El último de estos incidentes tuvo a funcionarios de Jilin ocultando por más de 10 días las noticias del derrame ocurrido a unos cientos de kilómetros de Harbin.

La tensión pública también es alimentada por la histórica falta de información sobre alarmas sanitarias, tales como los contagios del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) en 2003 y los desastres naturales, cuyas cantidades de muertos y alcances de los daños eran secretos de estado hasta hace muy poco.

El derrame tóxico de Jilin inquieta también por ser parte de las consecuencias no deseadas de la rápida urbanización de China. Incluso los habitualmente dóciles medios de comunicación estatales acusaron al gobierno de manejar mal una potencial catástrofe ambiental.

El Diario de la Juventud, de Beijing, portavoz de la liga juvenil del Partido Comunista, acusó a las autoridades de una mentira injustificable que había "reducido la confianza pública en el gobierno".

El periódico China Daily, que se publica en inglés, llamó la atención sobre los costos del rápido desarrollo económico del país, que ha ignorado hecho caso omiso de la preservación ambiental.

"La 'manía PIB', o preocupación excesiva por el crecimiento del producto interno bruto, contribuyó en algunos casos a la ignorancia sobre la seguridad laboral, la contaminación y las necesidades educativas", dijo el martes un artículo editorial del periódico.

Pero las críticas más agudas provienen del Diario del Pueblo, buque insignia del partido.

La vida volvió a la normalidad luego de varios días de problemas en el suministro de agua para los habitantes de Harbin, señaló el periódico la semana pasada, "pero pasarán años antes que los 300 millones de productores rurales (afectados) tengan acceso a agua limpia para beber, sin flúor, arsénico ni otros elementos industriales venenosos", dijo el diario.

"Deberíamos suministrar a los habitantes rurales de suficiente agua potable para beber. Si este problema sigue sin resolverse, será vergonzoso para nosotros hablar de una sociedad armoniosa", dijo el diario, refiriéndose al declarado objetivo del Partido Comunista de priorizar a los pobres y reducir la brecha de desarrollo entre el campo y las ciudades.

El periódico añadió datos oficiales sobre la escasez y la calidad del suministro de agua en la China rural. Unos 96 millones de personas de esas zonas no tienen acceso diario al agua potable, más de 30 millones de agricultores beben agua amarga o salada, y unos 54 millones deben contentarse con un líquido con altas concentraciones de flúor y arsénico.

La rápida industrialización y la urbanización elevaron la demanda de agua potable, mientras muchos ríos se convertían en grandes vertederos de aguas servidas.

Las autoridades calculan que 70 por ciento de los lagos y ríos de China están contaminados.

En un seminario sobre el agua realizado este mes, el experto ambiental Chen Bangzhu estimó que 75 por ciento de los lagos sufrían eutrofización, una contaminación causada por exceso de materia orgánica procedente de los fertilizantes agrícolas, residuos industriales y aguas servidas.

Unos 20 lagos naturales "desaparecen" en China cada año, y alrededor de 1.000 lagos interiores se desvanecieron en los últimos 50 años, dijo Chen.

La situación ambiental de China es "desalentadora", según el propio primer ministro Wen Jiabao, quien advirtió que la presión sobre la naturaleza aumentaría en los próximos años, a medida que la industrialización y el desarrollo continúen.

"Debemos entender que en la actualidad estamos descargando más residuos de lo que nuestro ambiente puede soportar", dijo este mes en una reunión del Consejo de Estado.

"A medida que nuestra economía se desarrolle y nuestro consumo de recursos y energía aumente, los esfuerzos por proteger el ambiente afrontarán una presión cada vez mayor", agregó, según una cita de la agencia nacional de noticias Xinhua. (

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