La efeméride de los 30 años de independencia que cumplió Angola este mes marca también el mismo lapso desde que el continente africano dejó de ser tutelado por la presencia colonial europea de casi seis siglos.
Tal como en Asia, fueron los portugueses quienes comenzaron el largo ciclo colonial en África y lo hicieron el 21 de agosto de 1415, cuando la escuadra organizada por Henrique "El Navegante" desembarcó en el actual enclave español de Ceuta, en el actual Marruecos.
Debieron pasar 560 años para que Portugal dejara sus colonias. El 11 de noviembre de 1975 el entonces gobernador de Angola y miembro del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), almirante Antonio D'Alva Rosa Coutinho, entregó el poder al flamante presidente Agostinho Neto, el líder independentista de la última de las posesiones europeas en África.
Conocido como el "almirante rojo", Rosa Coutinho, quien un año antes había participado en la revolución de los capitanes izquierdistas que depusieron la dictadura corporativista de Portugal (1926-1974), fue uno de los más destacados propulsores de la descolonización del arcaico y moribundo imperio lusitano.
En 1974, Lisboa reconoció la independencia de Guinea-Bissau, que había sido declarada unilateralmente un año antes y reconocida por 47 países, africanos y socialistas. Luego, entre junio y septiembre de 1975, se independizaron Mozambique, Cabo Verde y Santo Tomé y Príncipe. Dos meses más tarde, Angola cerraba el ciclo.
En la actualidad, en África existen los llamados "territorios dependientes" de países europeos, que no son consideradas colonias en términos formales, pero que geográficamente están en ese continente. Tales son los casos de las Islas Canarias, Ceuta y Melilla, bajo jurisdicción de España, Madeira, de Portugal, Mayotte y Reunión, de Francia, y Santa Helena, de Gran Bretaña.
El coronel en la reserva Vasco Lourenço, figura central del MFA, comentó a IPS que "las independencias de las hasta entonces colonias portuguesas tuvieron una importancia fundamental en todo el mundo.
Primero que nada en África, porque constituyeron el fin del último imperio colonial y, en particular, Angola y Mozambique, pues influenciaron decisivamente al fin del apartheid", el sistema de segregación racial que existió en Sudáfrica hasta 1994.
Sin embargo, "es evidente que no todo ha sido maravilloso en los nuevos países independientes", reconoció el entonces capitán y miembro del Consejo de la Revolución graduado en general por el MFA para asumir el comando de la Región Militar de Lisboa en 1975.
Esto "es natural, porque puede decirse que allí, la vida está comenzando, con la dificultad de haber sido víctimas de guerras civiles, claramente provocadas e influenciadas por intervenciones extranjeras, pese a lo cual estos países se han venido afirmando en la comunidad internacional, en especial Angola", apuntó.
Según el coronel Lourenço, el peso de los países luso-africanos "tuvo una fuerte influencia en la independencia de (la ex colonia portuguesa de) Timor Oriental", consagrada en mayo de 2002 tras un cuarto de siglo de ocupación de Indonesia, que se saldó con el genocidio de un tercio de sus 680.000 habitantes de la época.
También destacó a IPS "el importante papel que tendrá en el futuro de la humanidad" la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP), que integran los cinco países africanos indicados, más Brasil, Portugal y Timor Oriental, fundada en 1996 por iniciativa del ex ministro brasileño de Cultura José Aparecido de Olivera y que contó con el apoyo incondicional de los entonces presidentes Itamar Franco, de Brasil, y Mario Soaresm de Portugal.
Treinta años después de alcanzada la independencia, las llamadas naciones luso-africanas y en especial Angola continúan siendo países de gran dependencia de la ayuda e inversiones portuguesas, de inmensos contrastes, con vastas diferencias sociales y económicas, en gran medida determinadas por guerras civiles o golpes de Estado palaciegos.
Un editorial del Diario de Noticias, de Lisboa, señaló en ocasión del 30 aniversario de la independencia de Angola, que ese país "continúa postergado, pese a que todavía muchos crean que aún está a tiempo de 'cumplir su ideal'".
Cuatro décadas consecutivas de guerra, primero anticolonial, de 1961 a 1975, y luego civil, de 1975 a 2002, dejaron al país hecho pedazos, con la mayoría de sus infraestructuras destruidas y con graves problemas sociales, comenzando por su capital.
En Luanda viven hoy cuatro millones de personas, un tercio de la población de Angola, con todo lo que eso implica a nivel de cesantía y de subsistencia en una ciudad que no estaba preparada para albergar tantos habitantes.
A pesar del fenómeno de la inseguridad y de ser hoy una de los países más caros de África para vivir, según Diario de Noticias, Angola nunca atrajo tantos inversores extranjeros como ahora.
Este flujo de capital se explica por su voluminosa riqueza petrolera, cuya producción ya superó los 2.000 millones de barriles diarios, justamente cuando los precios internacionales del crudo parecen haberse estabilizado en alto y cuando se estima que la oferta puede llegar a duplicarse en el plazo de cinco años.
Esta perspectiva convertiría a Angola en el centro de uno de los mayores movimientos generadores de dinero que África haya conocido a lo largo de su historia independiente, de casi medio siglo en la mayoría del resto del continente.
Algunas previsiones de expertos en mercado petrolero citados por Diario de Noticias indican que las exportaciones de crudo de Angola, Nigeria, República del Congo, Chad y de proyectos comunes del Golfo de Guinea generarían ingresos de pueden llegar a 349.000 millones de dólares hasta 2019.
Una de las primeras interesadas en la arteria angoleña de este futuro filón de oro negro parece ser China, que recientemente abrió una línea de crédito de 2.000 millones de dólares destinada a la recomposición de las infraestructuras del país.
Para el capital extranjero, en especial interesado en telecomunicaciones, sector bancario, construcción civil, turismo, agropecuaria e industrias resultan irresistibles las muy atractivas cifras de crecimiento de la economía angoleña, estimado por expertos independientes en 14,7 por ciento para este año y que se presume pueda alcanzar 27 por ciento en 2006.
La cara oscura de la medalla es que con el fin de la guerra, este crecimiento no ha contribuido a mejorar el nivel de vida de dos tercios de los casi 13 millones de habitantes del país, que sobreviven con menos de dos dólares por día, mal alimentados, sin agua potable ni cuidados de salud.
Casi cuatro años después de la muerte en combate del líder rebelde Jonas Savimbi, presidente de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (Unita), se ven contrariadas las promesas del gobierno de José Eduardo dos Santos de que todo cambiaría con el fin de la guerra en este país rico no sólo en petróleo, sino también especialmente en diamantes, café y recursos hídricos.
La situación sigue siendo desesperada y Angola se ubica en el puesto 160 en el Índice de Desarrollo Humano, que elabora el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, y que persiste en mantenerse entre los estados más corruptos del mundo, según la organización no gubernamental Transparencia Internacional.
El resultado es que un país como Angola, que cuenta con recursos para alimentar a 50 millones de personas, no logra acabar con miles de mendigos hambrientos que deambulan por las calles de ciudades y aldeas, un hecho que se repite con frecuencia en otras urbes de África, muchas veces centros de grandes empresas del mundo industrializado con negocios en la región.
Agostinho Neto, el padre de la nación angoleña, ante la mirada atónita de los demás presidentes que asistían a la XV Conferencia de la Organización de la Unidad Africana (OUA), vaticinó poco antes de su muerte en 1977 lo que ocurriría en el continente: "África parece un cuerpo inerte, donde cada buitre viene a reclamar su pedazo".
Ante este desolador panorama, IPS consultó a dos escritores y periodistas luso-africanos, Vladimir Monteiro, de Cabo Verde, y Jõao Carlos, de Santo Tomé y Príncipe.
Monteiro indicó que "hoy en Cabo Verde, uno de los cinco países africanos que alcanzó la independencia en 1975, no están tan convencidos de las ventajas de la emancipación y se preguntan porque en ese año no se realizó un referendo, preguntando al pueblo si quería mantener su ligazón con Portugal".
Esa postura "es explicable hoy por razones meramente económicas. Son gente que ve en esa alternativa la posibilidad de tener un pasaporte portugués para circular en la Unión Europea", añadió.
Sin embargo, en 1975 "existía la necesidad de esa independencia, que permitió al caboverdiano definir su identidad. Por ejemplo, el éxito internacional de su música y todo el resto de sus progresos fueron bien sucedidos gracias a la independencia", apuntó el escritor.
Otra postura asume João Carlos, al deplorar el hecho de que Portugal "traspasó el poder a los nuevos dirigentes de los países que en África reclamaron su soberanía sin proyectar la creación de condiciones mínimas para que asumiesen el liderazgo de los nuevos Estados con una visión de futuro, de organización y de crecimiento de las respectivas sociedades".
Las independencias "significaron entonces una clara victoria, una liberación del yugo colonial, un alejamiento necesario respecto de la potencia colonizadora, con todos los resentimientos que acabamos por registrar en los años subsiguientes", sostuvo.
"Pasados 30 años, existe una percepción clara de los errores cometidos en el proceso de transferencia del poder a los nacionalistas", precisó Carlos.
"Con la adopción de regímenes democráticos que substituyeron a sistemas monolíticos de socialismo marxista-leninista, la percepción vuelve a ser que valió la pena esta conquista, porque los errores del pasado, la experiencia política adquirida, la vivencia democrática, los desafíos de un mundo cada vez más globalizado pueden llevar a la clase dirigente africana a asumir el futuro de sus países con otra visión", añadió.
Carlos opinó que África en general "tiene posibilidades de afirmarse en el contexto mundial, a partir de que el espíritu que prevaleció en la lucha por la independencia de sus pueblos tenga continuidad, pensando en el progreso de todos y no en la satisfacción de los intereses de grupos". (