Tras el sorpresivo triunfo electoral del conservador Lech Kaczynski, cada señal del futuro presidente de Polonia es observada con lupa por Estados Unidos, Rusia, Alemania y la Unión Europea (UE), sin contar los votantes y políticos de este país.
Kaczynski, alcalde de Varsovia perteneciente al Partido Ley y Justicia (PiS), derrotó al empresario Donald Tusk, de la coalición liberal Plataforma Cívica (PO) por 54 a 46 por ciento de los votos.
En las elecciones parlamentarias de septiembre, el PiS había logrado una pequeña ventaja, y aún está en conversaciones para formar gobierno. Pero apenas una semana antes de las presidenciales, las encuestas marcaban una abultada ventaja para Tusk.
Sin embargo, en pocas horas, Kaczynski pareció haber tenido éxito al asegurar que lograría la concordia suficiente para conformar un gobierno de coalición y al apelar a la conciliación entre la actual alianza estratégica con Estados Unidos y los intereses de Polonia en la UE.
Lech Kaczynski, hermano gemelo del líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski, reprodujo la plataforma de la campaña para las elecciones parlamentarias del domingo, con un compromiso de eliminar la corrupción en el gobierno y los legados del pasado comunista de Polonia.
Tras la caída del comunismo en 1989, muchas de las figuras de ese régimen se beneficiaron apelando a sus contactos para ascender en el mundillo político o empresarial, ahora al amparo de la democracia y el libre mercado.
Lech Kaczynski también lanzó consignas populistas, al advertir que no muchos se habían beneficiado con las reformas de mercado.
En ese sentido, retrató a sus adversarios como liberales recalcitrantes sin ninguna preocupación por los intereses del público, entre otras el desempleo de 18 por ciento, el mayor de la Unión Europea.
También sedujo a los votantes conservadores de un país con una inmensa influencia católica. El PiS resaltó en su campaña los valores de la tradición y la familia, y en su ejercicio se ganó aplausos por impedir la celebración de marchas y desfiles de homosexuales.
Pero la artillería que lanzó contra sus adversarios bloqueó el diálogo por la formación de un gobierno que incluya a la liberal PO. La posibilidad de que las negociaciones se destraben está entre signos de interrogación..
Lech Kaczynski elogió abiertamente a Tusk apenas se consagró su victoria el domingo y se comprometió a reanudar las negociaciones para la formación del gobierno cuanto antes. La próxima reunión entre la PO y el PiS está programada para este martes.
La declaración no traerá, con seguridad, una reconciliación inmediata sobre diferencias fundamentales, pero dejó entrever que la retórica de la campaña no era más que eso.
Pocas horas después de la apertura de las urnas, también pareció haber atemperado, aunque ligeramente, algunos puntos de su dura plataforma de relaciones exteriores.
Lech Kaczynski había calificado a Tusk de persona sin experiencia de gobierno y de blando en la defensa de los intereses polacos ante la comunidad internacional. Se lo percibió entonces con un dirigente inclinado a resistirse a dos enormes y ricos vecinos como Alemania y Rusia.
Las relaciones con Alemania han sido tensas a lo largo de toda la historia, y la caída del comunismo no alivió eso.
Kaczynski no se cansó de recordar en la campaña que su padre había luchado contra el régimen nazi alemán durante la segunda guerra mundial, y en el pasado hizo referencia al daño ocasionado a Varsovia por el ejército del Tercer Reich, en su carácter de alcalde.
También ganó votos al proponer la construcción de un museo para conmemorar el fallido levantamiento de Varsovia contra la ocupación nazi en 1944.
Las relaciones con Rusia han sido tensas a lo largo de toda la historia, y se resintieron cuando Polonia apoyó política y militarmente la invasión de Iraq, así como la Revolución Naranja que puso en el poder en Ucrania al prooccidental Viktro Yuschchenko.
Otra causa de tensión es la supuesta pretensión rusa de controlar el suministro de petróleo a Europa occidental, o por la posible construcción de un gasoducto germano-ruso a través del mar Báltico que pase de alto a Polonia.
Observadores advierten que la hoy fuerte relación entre Varsovia y Washington se vuelve cada vez más vital, a medida que el vínculo con Moscú se enfría.
De hecho, Kaczynski anunció a la prensa polaca, horas después de su elección, que su primera visita al extranjero sería a Estados Unidos.
Esa información también debe haber resonado en Bruselas. Como uno de los países más grandes del continente, con una población poco menor a 40 millones de dólares, Polonia está predestinada a tener un gran poder en la Unión Europea.
Pero Kaczynski se presenta como un tibio euroescéptico, que cree que su país debe ser parte del bloque pero también estar preparado para defender sus intereses ante las economías europeas más poderosas.
El presidente electo de Polonia advirtió que el país haría oír su voz en la Unión Europea, y que permitiría que su política fuera dictada por países más grandes del bloque.
Y, a pesar de que se opone a la aprobación del Tratado Constitucional europeo y al ingreso a la eurozona, pero ofreció un ramo de olivo el domingo al considerar que el primer año de su país en la Unión Europea había sido "incuestionablemente bueno". (