El anuncio de España de levantar una tercera valla en las fronteras de sus ciudades de Ceuta y Melilla con Marruecos, a la que dotará de la más avanzada tecnología para impedir el ingreso de inmigrantes irregulares, recoge fuertes críticas y demasiadas dudas.
La pregunta que se repite una y otra vez y que muchos contestan de modo negativo es: ¿Serán efectivos los nuevos medios técnicos y humanos que se desplieguen para hacer desistir a las personas procedentes de África subsahariana de su deseo de entrar a Europa, incluso a costa de sus vidas, en busca de una vida mejor?
En la historia contemporánea, el antecedente europeo más sonado para impedir el traspaso de fronteras fue el denominado Muro de Berlín, construido en 1961 y que a lo largo de 155 kilómetros separó en esa ciudad a la entonces República Federal de Alemania u occidental de la comunista República Democrática Alemana. Hasta su derrumbe en 1989, fueron muertas a balazos 267 personas mientras intentaban pasar, en tanto que miles lo lograron hacer.
Luego de Berlín vino el muro que Israel aún construye en Cisjordania para evitar el tránsito de palestinos, misión que, como el de Berlín, tampoco se consigue concretar plenamente.
Ahora tampoco hay indicios de que vaya a detener la irrupción de inmigrantes el tercer muro que se levantará en las fronteras de los dos enclaves españoles del norte de África con el reino de Marruecos.
El gobierno presidido por el socialista José Luis Rodríguez Zapatero anunció que se triplicará y tecnificará la valla levantada por orden de su antecesor, el centroderechista José María Aznar, como respuesta a la ola de inmigrantes provenientes de los países de África subsahariana.
En el intento de miles de inmigrantes indocumentados por sortear las actuales dos vallas y las fuerzas de seguridad a ambos lados de la frontera han muerto en el último mes alrededor de una decena de ellos y varias decenas más resultaron heridos, a causa de la represión con golpes, balas de goma y otros elementos o por la caída al saltar sobre alambradas.
Además de las críticas de las organizaciones no gubernamentales, se levantan voces disonantes desde la misma Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la Unión Europea. Su vicepresidente y a la vez comisario de Justicia y Libertades, el italiano Franco Frattini, rechazó la idea de levantar muros.
"Europa no puede ser una fortaleza" y "debe hacer todo lo posible para evitar este tipo de mensajes negativos" a los demás países. Porque, precisó, "esas medidas no resolverán el problema".
Cuando el martes se le preguntó en rueda de prensa en Bruselas que opinaba del proyecto de "moralizar Ceuta y Melilla", respondió que, "desgraciadamente, sería el primer muro en Europa después de la caída del de Berlín y de las críticas de la Unión Europea al muro de Israel". "Una verdadera tragedia", acotó.
Pero en la cuestión fronteriza España-Marruecos en torno a Ceuta y Melilla se alzan varios problemas a la vez.
Por un lado, el que nadie niega y que consiste en la desesperada búsqueda de una vida mejor de los inmigrantes subsaharianos para salir de la miseria en la que viven en sus países de origen y también remitir ayuda pecuniaria a sus familiares luego que logran pasar a Europa y trabajar.
Por otro, el de las malas relaciones entre países del norte de África, como las disputas por territorios del Sahara occidental que enfrentan desde décadas a Marruecos, que los considera suyos, con Argelia, que apoya al Frente Polisario, el otro reclamante de la soberanía sobre el lugar.
En esa disputa forma parte España, disimulada y tratando de no involucrarse, por haber sido el Sahara occidental su colonia hasta 1975, momento desde el que el enfrentamiento se trasladó a Marruecos, que ocupó el territorio.
Además, está la reivindicación de Marruecos de la soberanía sobre Ceuta y Melilla, ciudades que España considera suyas por entender han estado bajo su soberanía desde 1497 y 1580, respectivamente, cuando todavía no existía el reino de Marruecos.
A las demandas españolas de que Marruecos impida la concentración de inmigrantes en las cercanías de Melilla y Ceuta, ese reino replica que carece de las fuerzas necesarias para hacerlo y que lo que corresponde es impulsar un plan Marshall.
La referencia es al programa impulsado por George Marshall, secretario de Estado de Estados Unidos de 1947 a 1949, de asistencia financiera y de técnicas de cooperación para el desarrollo que fueron decisivas para la recuperación de Europa al término de la segunda guerra mundial (1940/1945).
Pero el rey de Marruecos, Mohamed VI, además de la soberanía de Ceuta y Melilla, reclama un Plan Marshal para ayudar a su país. Por el contrario, las organizaciones no gubernamentales y políticos gobernantes y de oposición de Europa plantean que ese programa debe dirigirse a los países ubicados al sur del Sahara, de donde provienen la mayoría de los inmigrantes irregulares.
En Ceuta y Melilla existen vallas dobles, de alambradas coronadas con círculos erizados de púas y dobles separadas entre sí por cinco metros, que una y otra vez son traspasadas por decenas y centenas de inmigrantes, como sucedió este mismo miércoles.
Ahora el gobierno español dispuso que sean triples y, además, dotadas de aparatos con rayos infrarrojos, vigilancia aérea, cámaras de vídeo y otros recursos técnicos de última generación.
Para ello ha solicitado a la empresa española Indra, conocida por haber construido grandes aeropuertos en este país, Europa y en América Latina, para que suministre la tecnología necesaria, que según lo solicitado debe servir para ver llegar a los inmigrantes desde larga distancia, de manera de poder arbitrar las medidas para controlar sus intentos de traspasar la frontera.
Pero los tiros van, o deberían ir, por otro lado. Así lo indicó el embajador español en misión especial para Asuntos Mediterráneos, Joan Prat, quien achacó la presión inmigratoria al fracaso de las políticas de desarrollo en África.
En todo caso, recordó que la Unión Europea (UE) aporta 10 veces más que Estados Unidos para apoyar el desarrollo de África, habiendo totalizado unos 1.800 millones de euros (2.150 millones de dólares) en una década.
Desde los grupos no gubernamentales se reclama que esa ayuda se multiplique "en vez de gastar tanto en militarizar fronteras" y que la UE libere su comercio para que los productores del Sur puedan llegar a los mercados del Norte y con ello desarrollar sus economías, lo que permitiría a sus poblaciones vivir dignamente y por lo tanto no sentirse necesitadas de emigrar.