INDIA-PAKISTÁN: Terremoto amplificado por la enemistad

Mientras aumenta la cantidad de víctimas del terremoto que sacudió a Cachemira el 8 de octubre, la ayuda humanitaria es rehén de maniobras diplomáticas y cálculos políticos de India y Pakistán.

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En vez de concentrarse en ayudar más eficazmente a los sobrevivientes del terremoto en la región de Cahemira, repartida entre India y Pakistán, las dos naciones están dilapidando una preciosa oportunidad de cooperación.

Si se hubieran coordinado las acciones de rescate en los primeros días posteriores a la catástrofe, más de 10.000 personas se habrían salvado, según socorristas.

Mientras, el invierno ya llegó a esa aislada región montañosa, y el tiempo se acaba.

En la cordillera de Pir Panjal, que corre a lo largo de Cachemira, ya empezó a nevar. En sólo dos semanas, las áreas más afectadas por el terremoto se volverán inaccesibles.
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La tragedia que asoló esta región del Himalaya, principalmente del lado pakistaní, puso en evidencia las similitudes humanas y geográficas y de uno y otro lado de la frontera.

Desde el punto de vista logístico, hubiera sido mucho más fácil para Pakistán acceder a las zonas afectadas a través del territorio de India.

La Cachemira pakistaní y la india están unidas por valles y pasos de montaña, y hay un gran número de caminos y pasajes a lo largo de la llamada "línea de control", la frontera provisional fijada en 1947 y que ha sido escenario de múltiples enfrentamientos ente los ejércitos de ambas naciones.

Tanto India como Pakistán reclaman Cachemira para sí y se abrogan el derecho de hablar en representación de sus habitantes. El terremoto les ofreció la oportunidad de demostrar si ese interés era genuino, pero ni Nueva Delhi ni Islamabad no supieron respetar la lógica geográfica y sucumbieron a la dinámica de su enfrentamiento político.

Al finalizar el día del desastre, 8 de octubre, India propuso a Pakistán organizar una operación conjunta de rescate y también ofreció utilizar su territorio para ingresar la ayuda humanitaria. Pakistán se rehusó, aduciendo la existencia de "sensibilidades" sociales que se veía obligado a respetar.

Cuando la enormidad de la tragedia se hizo más patente, Pakistán llegó a aceptar que un avión indio con 25 toneladas de provisiones aterrizara en Islamabad. En esa ocasión, el presidente, general Pervez Musharraf, agradeció el gesto pero se cuidó de agregar que sólo aceptaba "ciertas formas" de ayuda y no otras.

"Esto no es otra cosa que un eufemismo del temor irracional de que aceptar la ayuda de India pueda ser visto como una señal de debilidad de Pakistán", sostuvo Achin Vanaik, un profesor de relaciones internacionales y política global de la Universidad de Nueva Delhi.

"Este punto de vista se basa en un falso sentido de orgullo nacional y pone la imagen y el prestigio de Pakistán por encima de la obligación de salvar las vidas de los ciudadanos", apuntó.

El ofrecimiento de India no es del todo altruista. Es parte de una nueva ofensiva diplomática y un esfuerzo cuidadosamente orquestado por transformar la imagen de país necesitado a nación que brinda asistencia a otros.

Por lo general, India es de los primeros en ofrecer ayuda humanitaria cuando ocurre alguna catástrofe natural. En ocasión del tsunami del Océano Índico en diciembre pasado, India envió una flota con provisiones para ayudar a los países vecinos, como Sri Lanka.

"De todas formas, Pakistán debería haber aceptado la ayuda ofrecida", dijo Vanaik. "Todas esas contemplaciones respecto del orgullo se deberían haber dejado de lado para concentrarse en ayudar a sus propios ciudadanos que estaban en un estado calamitoso".

India envió tres cargamentos de provisiones que suman 170 toneladas, incluidas 100 toneladas de galletas fortificadas. El resto de la ayuda consistió en medicamentos, tiendas de campaña y frazadas.

Pero todo esto fue objeto de negociaciones al más alto nivel.

Pakistán solicitó a India que permitiera que sus helicópteros volaran sobre la línea de control, algo normalmente prohibido, aun en tiempos de paz, e India aceptó.

Sin embargo, según un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, India no prestó oídos a un pedido de helicópteros no tripulados.

Pakistán fue el más perjudicado por el terremoto. Más de 40.000 personas murieron, hay más de 60.000 heridos, y alrededor de 3,3 millones de personas sin hogar.

En India, la cantidad de muertos es de 1.300. Además, según cifras oficiales, cerca de 40.000 casas están totalmente destruidas y otras 75.000 muy dañadas. Los destrozos fueron particularmente severos en Uri y Tangdhar en la región de la Cachemira india.

Pero en la Cachemira pakistaní la destrucción fue más abrumadora y extensa.

Tanto Pakistán como India tendrán enormes dificultades para llevar agua, alimentos, ropa y abrigos a los damnificados. El desafío mayor será proveer un refugio, al menos provisorio, a millones de personas cuyos hogares fueron arrasados.

"Estuvo lloviendo a cántaros toda la mañana y dudo de que alguien haya recibido ayuda", dijo Sonia Jabbar, una activista social que el domingo volvía de Uri. "Tuvimos que volver a las tres de la tarde. Está helado y los refugios de plástico y latón que recibieron algunos poblados resultan ridículamente inadecuados para soportar las inclemencias del tiempo en esta región".

En Karnah, dijo Jabbar, la situación es terrible. "Ya está todo nevado, y tan pronto empiece el invierno, quedará aislado por cinco o seis meses. Lo que se vaya a hacer debe ser ya, en las próximas dos semanas, y a la velocidad de un preparativo de guerra", opinó.

Según los testimonios recogidos, el auxilio a los damnificados es insignificante si se lo compara con la dimensión de la tragedia.

Por su lado, el gobierno indio anunció el envío de un paquete de ayuda humanitaria por 136 millones de dólares al gobierno estadual de Jamu y Cachemira, pero no parece haber señales de que la ayuda llegará a las víctimas a tiempo.

Las autoridades estaduales se lavaron las manos en cuanto a su responsabilidad de proveer refugio a quienes quedaron a la intemperie, y se limitan a entregar una primera cuota de 1.000 dólares en efectivo como asistencia a cada familia que perdió su casa.

El gobierno también tiene la intención de suministrar tiendas de campaña. "Pero nuestra experiencia en las montañas nos enseñó que estas tiendas no sirven de nada en este clima", manifestó Dunu Roy, del Instituto de Ciencia del Pueblo, que trabajó como voluntario en ocasión del terremoto en Uttarkashi, en las colinas del nororiental estado de Uttaranchal, en octubre de 1991.

"Sería mejor construir chozas echando mano a los troncos y las cañas de bambú que hay en el lugar. En Uttarkashi les enseñamos a las comunidades locales a construirse ellas mismas este tipo de refugio, en el que la gente puede cocinarse y mantenerse caliente usando estufas de queroseno y a leña", explicó Roy.

"Según nuestra experiencia en Asia Meridional, las operaciones de ayuda humanitaria se prestarán para muchos casos de corrupción", agregó Roy. "La única forma de evitarlos o de reducirlos, es que las comunidades se involucren directamente en la planificación y ejecución de las operaciones de auxilio y reconstrucción", recomendó.

Prema Gopalan, de la Swayam Shikshan Prayog, una organización de voluntarios de larga trayectoria en misiones humanitarias, subrayó que la participación de las mujeres es clave. "Sólo ellas conocen las necesidades de los niños y los ancianos, lo mismo que las necesidades locativas, lo que se precisa para cocinar, lo que se necesita almacenar", afirmó la entidad.

Mientras, los militares ganan notoriedad en las dos naciones. Los ejércitos controlan el acceso a las zonas afectadas, especialmente en los lugares de mayor altura, y actúan de acuerdo a sus propios cálculos.

La semana pasada, el ejército indio sostuvo que sus efectivos ayudaron a tropas paquistaníes a reconstruir refugios dañados, pero Pakistán negó prestamente tales reportes. Entonces, los indios modificaron sus declaraciones afirmando que los soldados sólo habían prestado algunos equipos a los paquistaníes al otro lado de la frontera.

Las fuerzas armadas de India ven algo positivo en tanta devastación: la destrucción de bases, campamentos de entrenamiento y centros de comunicación emplazados por rebeldes cachemires separatistas en territorio paquistaní, desde donde cruzan a la Cachemira india.

India estima que el terremoto mató a unos 700 combatientes de varios grupos, en especial de Lashkar-e-Toiba y Jaish-e-Mohammed.

En medio de estos cálculos mezquinos, es dudoso que llegue mucha asistencia a la población cachemir, sobre todo del lado paquistaní, antes de que el invierno reine y aísle a la región. Un negro futuro aguarda a los sobrevivientes.

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