Ministros americanos se reúnen en México desde este lunes para ajustar nuevas propuestas políticas a favor de la generación de empleos dignos, un ejercicio que se repite periódicamente desde hace más de una década con poco o nulo impacto en América Latina y el Caribe.
Un mar de cifras indica que América Latina vive una crisis en materia laboral que no da señales de terminar.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que la actividad económica regional debería crecer al menos siete por ciento anual entre 2003 y 2015 (cinco puntos más que el promedio de los últimos 10 años), para proporcionar empleos adecuados a las nuevas generaciones.
Esa meta se ve ahora muy lejana. Uno de cada cinco menores trabaja, la mayoría en labores peligrosas para su edad. Además, entre los jóvenes de 15 a 29 años, el desempleo va en aumento, muy por encima del de la población adulta, de alrededor de 10 por ciento.
La mitad de los asalariados no cuenta con seguro social, y una de cada siete personas trabajadoras percibe un salario insuficiente para superar la pobreza extrema, medida según el parámetro internacional de ingresos inferiores a un dólar diario.
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"Crisis es la palabra que mejor resume la realidad del empleo en América Latina y el Caribe. Los hechos desmienten toda la retórica oficial que viene prometiendo crear más y mejores empleos", dijo a IPS el experto mexicano en derecho laboral Víctor Dehesa.
La cita de México, que culminará este martes, es la XIV Conferencia Interamericana de Ministros de Trabajo de la Organización de los Estados Americanos. Sus discusiones y conclusiones serán el nutriente central de la IV Cumbre de las Américas, que se celebrará en Argentina los días 4 y 5 de noviembre bajo la consigna "Crear Trabajo para Enfrentar la Pobreza y Fortalecer la Gobernabilidad Democrática".
Según el borrador de declaración del encuentro mexicano, "el trabajo brinda la oportunidad para que las personas se realicen, para propiciar la cohesión social y para impulsar el desarrollo económico, social, político y cultural; a nivel individual y como miembros de la sociedad".
En el documento, concertado en reuniones preparatorias celebradas en Argentina, México y Estados Unidos entre abril y agosto, los gobiernos se comprometen a "avanzar en una agenda laboral en nuestra región que sea promotora del empleo digno, poniendo a la persona en el centro de toda actividad económica, al ser la persona la autora y beneficiaria del trabajo".
Una promesa de tal calibre no es la primera. En sus citas ministeriales y en otros seminarios y encuentros regionales de la última década, el propósito fue siempre crear más y mejores empleos, combatir el trabajo infantil y promover la equidad de acceso y remuneraciones entre hombres y mujeres.
Para la OIT, el trabajo decente es clave para el "progreso social".
En ese concepto la agencia internacional resume "las aspiraciones" de las personas a contar con oportunidades productivas, "remuneración justa, seguridad en el lugar de trabajo, protección social para las familias, perspectivas de desarrollo personal, integración social, libertad, e igualdad de oportunidades y de trato para hombres y mujeres".
La OIT apunta en su Panorama Laboral 2004 que 27,7 millones de personas entre los cinco y los 17 años trabajan en América Latina y el Caribe. De ellos, 18,5 millones desempeñan labores prohibidas por la legislación nacional y las normas internacionales, pues ponen en riesgo su educación, salud y desarrollo.
La inserción laboral de niños y niñas en trabajos por abolir varía entre 20 por ciento de los menores de Guatemala y tres por ciento de los de Chile.
Las peores situaciones de trabajo infantil se presentan en Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, en los que se estima hay 400.000 niños y niñas, muchos de apenas cinco años, que trabajan en la minería artesanal. Sus tareas incluyen manipular explosivos y sustancias tóxicas como el mercurio, romper rocas y llevar cargas pesadas.
Un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) indica que el desempleo regional en la faja de 15 a 29 años es 16,1 por ciento, 3,3 puntos más que al inicio de los años 90.
La falta de puestos de trabajo es de 28,1 por ciento entre los jóvenes más pobres, en contraste con 8,1 por ciento de desempleados entre sus pares del sector más rico.
Entre la población económicamente activa femenina el desempleo es 1,4 veces mayor que en la masculina, y esa brecha muestra una tendencia a ensancharse, afirma la OIT.
Según cifras de los primeros tres trimestres de 2004, el desempleo regional fue de 10,5 por ciento, un desempeño apenas mejor que en 2003, cuando alcanzó 11,1 por ciento.
Sin embargo, no se trata de una mejora cualitativa. Entre 1990 y 2003, la creación de puestos de trabajo en América Latina y el Caribe correspondió en gran medida al sector informal de la economía. De cada 10 personas que consiguieron empleo en ese periodo, seis fueron a ocupaciones precarias o "en negro".
Sólo cinco de cada 10 asalariados tiene acceso a la seguridad social, un beneficio que perciben apenas dos de cada 10 personas que trabajan en la economía informal.
"Estaremos atentos a las nuevas promesas que hagan los gobiernos en la cita de México y luego en la cumbre de Argentina, pero hay poco margen para creer que serán cosas importantes o radicales en cuanto a crear mejores y más empleos", señaló el analista mexicano Dehesa.