La energía eléctrica aún es el talón de Aquiles de la economía de Cuba, con plantas generadoras y la red de distribución vetustas pese a las importantes inversiones de los últimos años para modernizar este servicio, al que tiene acceso casi toda la población.
El aumento de la producción doméstica y un ventajoso convenio de importaciones con Venezuela dejó atrás el déficit de combustible, que a mediados de los años 90 redujo de manera considerable las posibilidades de generación de electricidad.
Según datos oficiales, Cuba produce en la actualidad casi la mitad del petróleo que consume, que totalizan más de 160.000 barriles diarios, mientras que el resto llega de Venezuela, que elevó de 53.000 a entre 80.000 y 90.000 barriles por día sus envíos, según fuentes oficiales de Caracas.
Sin embargo, el Sistema Electoenergético Nacional (SEN) no acaba de estabilizarse, debido a continuas averías de sus principales plantas termoeléctricas.
En ese sentido, las propias autoridades han alertado sobre los riesgos y complejidades que conlleva el "mal estado técnico" y las casi cuatro décadas de uso de la mayoría de las instalaciones.
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La vulnerabilidad se acentúa en cada temporada ciclónica, cuando los fuertes aguaceros y vientos huracanados provocan graves daños en la red distribuidora.
"Cuando no es por un ciclón, es por mantenimiento de las plantas o alguna avería. Los apagones no escampan", se quejó Juan Álvarez, vecino de Playa, un municipio fuertemente impactado por los cortes de luz en la capital del país, que tiene 2,2 millones de habitantes.
El hombre acababa de enterarse que los daños causados por el paso del huracán Rita en el servicio eléctrico de las occidentales provincias de La Habana, Ciudad de la Habana y Matanzas, el martes de la semana pasada, habían sido reparados y todos los circuitos de distribución trabajaban de manera normal.
Sin embargo, una fuga en el sistema de enfriamiento de la termoeléctrica Antonio Guiteras, de Matanzas, 87 kilómetros al occidente de La Habana, obligó ese mismo día a sacar del servicio, para reparaciones, a esa planta considerada la más eficiente del sistema eléctrico de Cuba.
El complejo Guiteras, responsable de la generación de 15 por ciento de la electricidad que consumen 95,6 por ciento de los 11,2 millones de cubanos, fue modernizado hace unos cuatro años, a un costo de unos 30 millones de dólares, para adaptarlo al uso de petróleo cubano, que es pesado y con alto contenido de azufre.
Mediante la reconversión de esa y otras instalaciones, 90 por ciento de la electricidad del país comenzó a generarse con combustible nacional a partir del segundo semestre de 2002.
Estimaciones oficiales indican que el ahorro de este modo fue considerable, pues sólo el complejo Guiteras consumía medio millón de toneladas de petróleo importado al año, lo que a precios de entonces significaba un gasto de alrededor de 70 millones de dólares.
"En un año pagamos la inversión en Guiteras. El petróleo y gas cubano nos cuesta un 40 o 30 por ciento menos que el importado", dijo a periodistas extranjeros en aquella oportunidad Marcos Portal, entonces ministro cubano de la Industria Básica.
Sin embargo, dos años después, graves averías en esa misma planta termoeléctrica llevaron al sistema de generación eléctrica a una crisis que, entre otras consecuencias, le costó el cargo a Portal, quien fue sustituido por la ingeniera química Yadira García.
La disponibilidad de energía bajó a 50 por ciento de la capacidad instalada, un déficit enfrentado con el cierre de más de un centenar de industrias, el cambo de horarios de escuelas y empresas para adecuarlos al tiempo de luz solar y otras medidas extraordinarias encaminadas a ahorrar el máximo posible y minimizar el impacto lo más posible en el sector doméstico.
Expertos consideran que, cuando la disponibilidad asciende a 60 o 65 por ciento de la capacidad de generación del sistema, hay condiciones para brindar un buen servicio.
En 1988 y 1989, ese índice era de 80 por ciento, pero además con plantas más jóvenes y el empleo de combustible ligero y de mejor calidad procedente de la hoy desaparecida Unión Soviética.
A fines del año pasado, el gobierno de Fidel Castro admitió que la crisis eléctrica produjo daños en casi todas las ramas económicas, incluso la parálisis total o parcial del sector del acero durante 220 días.
También se produjeron pérdidas de unos 200 millones de dólares por importaciones que no estaban previstas. Todo eso sin contar el perjuicio social que significan los apagones.
Los problemas se extendieron a este año, con especial impacto en el interior del país, donde en el primer semestre hubo etapas con cortes de energía de hasta 12 horas.
"Los apagones son más seguidos y prolongados que en la capital", señaló a IPS una mujer del servicio hotelero en Guantánamo, 929 kilómetros al sudeste de La Habana.
Según economistas consultados, inversiones de unos 2.000 millones de dólares en el sector minero-energético entre 1990 y 2003 permitieron sustituir un determinado número de unidades eléctricas consideradas ineficientes y disponer de una capacidad potencial instalada de 3.200 megavatios.
La estrategia gubernamental para enfrentar la situación pone especial énfasis en el ahorro de electricidad e incluye la importación de grupos electrógenos y miniplantas de generación como soluciones emergentes ante interrupciones del servicio por averías o factores climáticos.
Pero expertos consideran que una solución a largo plazo para este país descansa en el uso de tecnologías más modernas, sustitución paulatina de las plantas termoeléctricas y en la diversificación de las fuentes de energía, dada la elevada dependencia del combustible fósil, que hoy es de 80 por ciento.
En ese sentido, los especialistas también advierten que se desaprovecha la capacidad instalada de generación eléctrica de la industria azucarera, que es de 800 megavatios, equivalente a lo que podrían producir dos de las termoeléctricas más importantes del país, la situada en Matanzas y la de Santiago de Cuba, distante más de 900 kilómetros al sudeste de la capital.
Además de renovable y no contaminante, producir un kilovatio de electricidad por quema de biomasa cañera cuesta unos cuatro centavos de dólar, menos de la mitad del gasto que implica el empleo de combustible fósil.