La política de China de respaldar a países considerados forajidos por Estados Unidos, como Corea del Norte e Irán, alcanzó en las últimas horas su punto crítico.
La intervención del gobierno chino fue crucial para que Corea del Norte accediera este lunes a suspender su programa nuclear, luego de una semana de intensas negociaciones en Beijing en que también participaron Corea del Sur, Estados Unidos, Japón y Rusia.
Pero, en su carácter de más antiguo aliado, benefactor económico y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), China tiene una enorme influencia sobre el régimen de Kim Jong Il.
Desde que Corea del Norte expulsó en 2003 a los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), China ha resistido los intentos de censurar al régimen en el Consejo de Seguridad.
Esa estrategia pareció dar frutos.
Este lunes, Corea del Norte reivindicó en la declaración final de las negociaciones su derecho al uso pacífico de la energía atómica, y los restantes cinco países manifestaron "respetar esa postura", al punto que no descartan facilitarle a Pyongyang un reactor nuclear de agua ligera.
Corea del Norte también se comprometió a renunciar a sus armas nucleares, desmantelar sus programas en la materia y "regresar cuanto antes" al Tratado de No Proliferación, así como a recibir a los inspectores de la AIEA.
La declaración incluye la intención de Corea del Norte de normalizar sus relaciones con Estados Unidos y con Japón, que manifestaron igual posición. Además, los cinco países se comprometieron a suministrar energía a Corea del Norte.
Beijing ha argumentado en reiteradas ocasiones que su amistad con Pyongyang y Teherán le han permitido jugar un papel de moderador en momentos de crisis. Pero los críticos del régimen chino aseguran que esa actitud defiende sólo su propio interés.
La posible existencia de armas nucleares en Corea del Norte podría constituir una amenaza para China. Pero cualquier crisis en el ermitaño régimen norcoreano desataría una ola de refugiados rumbo a territorio chino.
En el caso de Irán, la actitud permisiva de China hacia las ambiciones nucleares del régimen islámico se vinculan con el interés de Beijing en el petróleo de ese país.
En el último decenio, China se ha convertido en el segundo importador mundial de petróleo, detrás de Estados Unidos. Catorce por ciento de sus compras proceden de Irán, y también pretende elevar sus importaciones de gas natural de esa procedencia.
Cuando el presidente chino Hu Jintao se reunió con su par estadounidense George W. Bush la semana pasada en la sede neoyorquina de la ONU, no ofreció nada concreto para que Corea del Norte e Irán abandonaran sus programas de armas nucleares.
Hu se limitó a prometer que exhortaría a Irán a seguir el mandato de la AIEA.
Poco antes, el embajador de China en la ONU, Wang Guangya, había manifestado su reticencia a que el enriquecimiento de uranio de Irán fuera objeto de debate en el Consejo de Seguridad.
"No creo que sea de utilidad. El Consejo tiene demasiadas cosas sobre la mesa. ¿Por qué deberíamos sumar ésta?", se preguntó Wang.
Pero a Estados Unidos se le agota la paciencia. Hace poco más de una semana, la secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice urgió a China, India y Rusia a decir a Irán que debe "cumplir con sus obligaciones internacionales" de suspender con carácter permanente la conversión y enriquecimiento de uranio.
En el mismo sentido se pronunció Bush en sus conversaciones con Hu.
Irán suspendió sus actividades de enriquecimiento a fines del año pasado, pero las reanudó en agosto. Entonces, Teherán calificó de inadecuada la oferta de incentivos formulada por Occidente para que suspendiera sus actividades.
El papel de China en el diálogo sobre Corea del Norte ha sido mucho más constructivo, aunque ambiguo.
La fórmula adoptada en las negociaciones de seis partes en Beijing, plena de concesiones recíprocas, fue propuesta por Beijing luego de Pyongyang manifestara con insistencia su necesidad de poseer un reactor nuclear de agua liviana.
En principio, la propuesta reafirma el derecho de Corea del Norte a desarrollar su producción de energía nuclear, e incluye la promesa china de suministrarle un reactor en algún futuro cercano.
Pero también refleja la demanda estadounidense de que esos pasos deben darse una vez que Pyongyang desmantele sus armas nucleares.
De no haberse alcanzado un acuerdo este lunes, la carta del régimen norcoreano era extraer más plutonio para su programa de armas nucleares. Y la de Estados Unidos, abandonar las negociaciones y asumir una postura de enfrentamiento más directo con Corea del Norte.
Eso habría sido una prueba de fuego para China. Si el Consejo de Seguridad hubiera dispuesto sanciones económicas contra Corea del Norte o Estados Unidos hubiera sometido a ese país a un bloqueo naval, Beijing habría debido elegir entre mantener buenas relaciones con Washington o con Pyongyang.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Li Zhaoxing, se unió el día 15 a otros líderes mundiales al firmar un tratado internacional que define como delito la posesión de material radiactivo con la finalidad de cometer actos terroristas.
Por otra parte, el portavoz del gobierno chino Qin Gang dijo que su país "nunca ayuda a otro a desarrollar armas nucleares". (