La pasión política consiguió prolongar el éxito que cosecha «Secuestro Express», el último largometraje venezolano con título que no deja lugar a la imaginación y que ha llenado durante cuatro semanas las salas donde se exhibe.
Durante 89 minutos casi no hay un momento de respiro en este thriller que narra la historia de una pareja de clase alta que, camino a casa tras una noche de fiesta, es sometida por tres delincuentes salidos de un barrio pobre de Caracas.
El trío busca cobrar rápidamente un jugoso rescate a los familiares, pues carece de organización y medios para una retención prolongada, amén de que la reflexión o el sosiego no encajan con su entrega a las drogas y a la violencia.
El secuestro express es una modalidad delictiva que ha prosperado en América Latina, desde México hasta Argentina. En la capital mexicana, según su procurador general Fernando Bátiz, apenas este año esos delitos disminuyeron a dos por día frente a los cuatro secuestros diarios registrados a lo largo de 2004.
En Buenos Aires se produce un secuestro express cada 36 horas, y en Bogotá o Caracas es un delito subsumido, muchas veces ni siquiera denunciado, dentro de la "industria" del secuestro, que en su versión prolongada cobra entre 100 y 200 víctimas anuales en Venezuela y cerca de un millar en Colombia, aunque en ese país "sólo" hubo 114 casos en los primeros cuatro meses de 2005.
En el secuestro express, la víctima es sometida con velocidad, vejación y furia. Despojada de su auto, cartera, teléfono móvil y obligada a retirar dinero de las máquinas automáticas en las agencias bancarias. Los delincuentes la "pasean" a bordo de su propio auto por la ciudad, bajo amenaza de muerte inminente, al tiempo que negocian el rescate con las familias.
Una historia así escribió y dirigió como ópera prima el joven venezolano Jonathan Jakubowicz, formado junto a Robert Rodríguez ("El Mariachi", "Desperado", "Once Upon a Time in Mexico"), ubicando como víctimas a la pareja de la argentina Mía Maestro ("La niña santa", "Diarios de motocicleta") y el debutante venezolano Jean Paul Leroux.
Pero el gran hallazgo fue el dúo de Budú y Niga, alias de Pedro Pérez y Carlos Madera, en la vida real integrantes del dueto de rap llamado —mejor, imposible— Vagos y Maleantes, quienes verdaderamente viven en el empobrecido barrio de Cotiza, al norte de la ciudad, y otro músico, de hip-hop, Carlos Molina, alias Trece.
El trío juega los papeles de delincuentes cargados de resentimiento social, desprecio por la vida, lenguaje procaz, afición a las drogas, astucia para la supervivencia y velocidad para reaccionar ante los imprevistos de un negocio cuyas claves controlan.
Jakubowicz introdujo unas dosis de amor y hasta algunas de ternura: la protagonista víctima de los desalmados de las clases bajas trabaja como voluntaria en el hospital público para niños de la ciudad.
"La película surge como una reacción a la realidad. Me di cuenta que no conozco al 80 por ciento de la población de mi ciudad, que vive en la pobreza", dijo Jacubowicz, de 27 años. "Quise experimentar, al colocar a personas de diferentes clases sociales en el mismo auto, a ver qué pasa".
Jakubowicz mismo fue víctima de un secuestro express durante 45 minutos, la mitad del tiempo que dura su filme. "Lo que narra es cien por ciento verdad, así es como maltratan a una los vándalos", dijo a IPS Yolanda, una profesora universitaria de 40 años que padeció por ese delito hace un par de meses.
"En la película no son violados los protagonistas", advirtió José Luis, que sufrió la experiencia. "Eso ocurre a veces como una manera de tumbar completamente la moral del secuestrado, de los familiares y yo diría que de revancha social", agregó.
En un secuestro de dos muchachos el año pasado, uno sobrevivió, pero el otro pereció simplemente porque los asaltantes apostaron su vida o muerte al tipo de música que hallasen al abrir el compartimiento de guantes del vehículo que les estaban robando.
El psicólogo social Leoncio Barrios, de la Universidad Central de Venezuela, comentó a IPS que "es una cuestión a veces de poder, el malandro (delincuente) asume que él encarna el poder en la situación, y si te le alzas, te fulmina".
En el filme, en algún momento la crítica social se hace expresa, como cuando uno de los asaltantes le enrostra a Carla (Maestro) la ostentación de su vestimenta y autos, y la joven se defiende como puede recordando su trabajo asistencial voluntario.
El paseo por la violencia incluye tramos del submundo de vida nocturna en la capital, del tráfico de drogas y de la venalidad de la policía militarizada.
La película se emparienta con el "boom" con el que surgió el cine venezolano en los años 70 del siglo XX, cuando trató in extenso temas como la violencia urbana, la guerrilla, los prostíbulos, crímenes sonados y el drama carcelario.
La denuncia social no es, sin embargo, lo que ha colocado en la línea de fuego a "Secuestro Express", sino la política, porque sus primeras imágenes, que ubican temporalmente al espectador, son unas muy publicitadas del 11 de abril de 2002.
Ese día cientos de miles de opositores al gobierno de Hugo Chávez marcharon hacia el palacio de gobierno para pedir la renuncia del presidente, y la manifestación se disolvió antes de la meta en medio de tiroteos que dejaron 19 muertos.
Generales y empresarios desalojaron del poder a Chávez mediante un golpe que fue conjurado en 48 horas por oficiales leales y seguidores del presidente en las calles.
Pero una imagen repetida por televisión mostró a seguidores de Chávez disparar en dirección a la marcha opositora con pistolas automáticas, y en los meses posteriores al golpe fueron enjuiciados esos "pistoleros de Llaguno" (nombre del puente desde el que actuaron), con un veredicto final de absolución.
Un abogado de quienes la prensa opositora llama "pistoleros", Antonio Molina, pidió a un tribunal que suspendiera la proyección de la película y que se suprimiera el segmento donde uno de los activistas, Rafael Cabrices, descarga su pistola.
La petición fue hecha el 29 de agosto y, desde entonces, ante la posibilidad de que el filme saliera de cartelera, el público ha abarrotado las salas donde se exhibe.
"Secuestro Express" cosecha éxito además en 33 salas de Estados Unidos (Nueva York, Los Ángeles y Miami), adonde la ha llevado la distribuidora Miramax.
Cabrices falleció de un ataque cardíaco el 31 de agosto. En sus exequias, el vicepresidente José Vicente Rangel dijo que el filme "es una falsificación de la verdad, una película miserable, sin nada artístico, que usa patrones de expresión que tienen que ver con lo más bajo y soez de la sociedad".
La película "exacerba el odio de clases y muestra un país perdido y pinta a una Venezuela en crisis, sin ningún tipo de valor", abundó Rangel.
Cineastas y críticos han reaccionado contra la posibilidad de la censura. "Rechazamos cualquier intromisión contra el derecho de creación.. Ninguna ley autoriza a cortar una película", expresó Phillippe Toledano, de la Cámara de Productores de Largometrajes.
"La película tiene mucho que ver con lo que leemos todos los días en los diarios, fuentes oficiales incluidas, sobre asesinatos a granel, cárceles infernales, exterminios, hurtos, corrupción, impunidad, guardias malandros y secuestros express", señaló por su parte Fernando Rodríguez, ex director de la Cinemateca Nacional.
Los productores de la película enviaron una carta a Rangel: "En el filme trabajaron en armonía gentes de todas las clases sociales. Soñamos con un país en el cual las obras de arte no tengan que definirse como 'chavistas' o 'antichavistas', sino venezolanas". (