BIRMANIA: Desesperado pedido de ayuda internacional

La comunidad internacional debe revisar las sanciones económicas a la dictadura militar de Birmania, según Min Ko Naing, el principal dirigente prodemocrático del país después de la premio Nobel Aung San Suu Kyi.

La declaración de Min Ko Naing, líder de la resistencia estudiantil de 1988 reprimida a sangre y fuego por el régimen, contradijo a la mayoría del movimiento prodemocrático en el exilio, que hasta ahora reclamaba un recrudecimiento de las sanciones internacionales.

Este ex estudiante de la Universidad de Rangún, hoy de 42 años, fue liberado en noviembre pasado tras 20 años de prisión, 15 de los cuales en confinamiento solitario. Las manifestaciones que encabezó en agosto de 1988 terminaron con cientos de estudiantes muertos a tiros.

Su liberación había sembrado entonces la esperanza de una apertura. "Después de Aung San Suu Kyi, Min Ko Naing es el más respetado de los líderes dentro de Birmania", dijo Zin Lin, de la Coalición de Gobierno de la Unión de Birmania, el gobierno en el exilio.

Con su declaración de esta semana, Min Ko Naing, junto con otros dirigentes de la red Generaciones Estudiantiles desde 1988, conmocionó a la comunidad birmana en el exilio, que promueve ante Estados Unidos y la Unión Europea (UE) fuertes sanciones.

Los opositores exiliados también han rechazado cualquier iniciativa humanitaria internacional que, desde su perspectiva, pueda beneficiar al régimen militar.

Muchos de esos dirigentes se negaron a asistir a una reunión con representantes de la dictadura celebrada del 4 al 6 de septiembre, organizada por el gobierno británico en Londres, porque, afirmaron, su asistencia solo beneficiaría al régimen.

Los exiliados expresaron críticas similares a una reunión similar realizada en abril en Bruselas, a la que consideraron un intento de la UE por acercarse a la junta militar más que por condenarla, lo cual dificultaría la realización de un boicot que acelerara una reforma política.

Min Ko Naing pareció demoler tales posturas al proponer que el ejército y la oposición comenzara a cooperar en el combate contra la crisis humanitaria. Y su prédica pareció dar resultado, pues la declaración del miércoles cosechó apoyo entre los exiliados.

"Los dirigentes estudiantiles reflejan la voz de los ciudadanos necesitados de Birmania, pues están bien al tanto de la vida real", declaró el Foro para la Democracia, una de las principales organizaciones prodemocráticas en el exilio.

"Las declaraciones de Min Ko Naing tienen peso porque él vive la realidad birmana. Y también es muy valiente, al decirle a la comunidad birmana 'necesitamos ayuda'", dijo a IPS Aung Zaw, editor de The Irrawaddy, publicación de birmanos exiliados en Tailandia.

Al introducirse en la controversia sobre la asistencia humanitaria, los dirigentes estudiantiles demostraron madurez, según Aung Zaw.

"Tratan de crear un nuevo espacio político abierto a todas las partes involucradas en Birmania, incluido el gobierno militar, para cooperar en materia de asistencia", añadió.

En agosto, el Fondo Global para la Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria se retiró del país en protesta por la interferencia gubernamental en sus programas de prevención, que suman proyectos por casi 100 millones de dólares.

En Birmania viven entre 170.000 y 620.000 con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida, según agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Se trata del país de Asia sudoriental en peores condiciones en la materia, detrás de Camboya.

Otra enfermedad mortal, la tuberculosis, también tiene gran incidencia, con 97.000 nuevos casos cada año. Y casi un tercio de los niños y niñas están desnutridos a causa de la escasez de comida y la extrema pobreza, advirtió en agosto el Programa Mundial de Alimentación de la ONU.

La anemia aguda recrudece entre madres, niños y niñas, informó esta semana el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Las infecciones parasitarias son una de las principales causas, según la agencia, que comenzó a distribuir 70 millones de tabletas de hierro y ácido fólico entre 350.000 embarazadas.

La caída en la miseria se atribuye a las políticas del gobierno militar, que, junto con las graves violaciones de derechos humanos, dan origen a la reticencia de las agencias internacionales de asistencia a ayudar al país.

Las fuerzas armadas que gobiernan Birmania desde el golpe de Estado de 1962 han mostrado escaso respeto por las libertades políticas y civiles y por los derechos humanos. El disenso y las proclamas de libertad suelen chocar con la fuerza bruta, en forma de bastones y balas.

Las fuerzas del levantamiento popular que en 1988 casi derrocaron al gobierno militar fueron reprimidas con dureza, y la insurgencia de minorías étnicas, domesticada a través de ceses del fuego, pero el régimen se aferró al poder aun después de perder las elecciones generales que organizó en 1990.

En esos comicios triunfó por abrumadora mayoría la Liga Nacional por la Democracia de Aung San Suu Kyi, pero los militares desconocieron el resultado electoral, prohibieron las actividades de la oposición y encarcelaron o desterraron a sus líderes.

Aung San Suu Kyi, hija del héroe anticolonialista Aung San, fue condenada a prisión domiciliaria e incomunicada. Desde entonces fue liberada y detenida en numerosas ocasiones. En 1989 recibió el premio Nobel de la Paz.

Los militares tienen cerca de 39 cárceles en todo el país con unos 1.400 presos políticos, entre los cuales figuran parlamentarios, escritores, activistas y monjes budistas.

Birmania ha recibido desde 1988 escasa ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial y de su rama regional, el Banco de Desarrollo Asiático.

Las consecuencias de la falta de asistencia parecen haber conmovido a Min Ko Naing. Birmania la necesita con desesperación, y no tanto discusiones sobre el significado político de esa ayuda, según la declaración de los dirigentes estudiantiles.

Los liderados por Min Ko Naing fueron aun más allá al asegurar que era necesaria la cooperación entre el régimen militar y los partidos opositores para salvar a Birmania del agravamiento de la crisis humanitaria.

"Hay tres grupos sociales que jugaron un gran papel en la evolución política birmana: los monjes budistas, el ejército y los estudiantes", explicó a IPS el investigador Aung Naing Oo, del Fondo Birmania, institución académica con sede en Washington.

La reputación de Min Ko Naing y los restantes dirigentes de Generaciones Estudiantiles desde 1988 "es intachable", según Aung Naing Oo. "Son enormemente respetados por los partidos opositores y el pueblo, e incluso por el ejército." (

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe