Los incendios rurales, que ya arrasaron 800.000 hectáreas en el norte de Bolivia, y las fuertes nevadas, que en contraste afectan la región andina, obligaron al gobierno a declarar zona de desastre a estas vastas extensiones donde campean la pobreza y los cultivos de subsistencia.
En particular, el fuego devastó en dos semanas 160.000 hectáreas de pastizales, cultivos de cacao, frijoles y árboles frutales en el municipio de Riberalta, la zona más castigada de la norteña cuenca amazónica y que se ubica a unos 1.500 kilómetros al norte de La Paz, sede de gobierno.
Las autoridades intentan aún calcular con exactitud las cuantiosas pérdidas registradas en el mayor incendio que se conozca hasta la fecha en la zona comprendida por los departamentos de Beni y Pando, que ha dejado ya a centenares de familias afectadas.
Todavía existe el riesgo de un avance del fuego hacia los manantiales ubicados en la serranía de Alto Ivón, que riega al bosque de Riberalta. "Sin esta fuente de agua, habremos perdido el bosque", dijo el dirigente de la Federación de Campesinos de Riberalta, Cristian Domínguez.
Mientras el fuego se desplaza por el norte, la región andina de Sur Lípez, en el sudocciental departamento de Potosí, también se acogió al plan de asistencia especial, previsto para desastres en Bolivia, debido a que las fuertes nevadas caídas en la última semana dejaron aislados y sin alimentos a decenas de campesinos pobres.
El fenómeno hace temer a los expertos que se repita lo ocurrido en 2002, cuando el intenso frío que azotó el altiplano de la cordillera de los Andes causó la muerte a decenas de personas y abultados daños materiales en esta parte de Bolivia y el sur peruano.
El presidente de Bolivia, Eduardo Rodríguez, aprobó en la víspera un decreto de emergencia que facilitará el desembolso de recursos financieros para atender a las zonas afectadas por los incendios y a Sur Lípez, castigada por el frío intenso y sus consecuencias.
Hasta entonces, el Ministerio de la Defensa carecía de recursos financieros para atender las emergencias, mientras el defensor del Pueblo, Waldo Albarracín, persistía en su reclamo de ayuda gubernamental inmediata para la población expuesta a estos desastres.
Las informaciones sobre el estado de situación en el norte boliviano a causa de los incendios rurales son aún imprecisas. La niebla, localizada en la provincia Vaca Diez del departamento de Beni, casi en la frontera con Brasil, es densa y hasta los equipos de auxilio están impedidos de acceder al lugar al suspenderse los vuelos debido a la escasa visibilidad.
La temperatura se mantiene constante en 37 grados en esa región, que se halla a una altura de 141 metros sobre el nivel del mar. Los expertos atribuyen el inicio de las llamas a la quema de pastizales, una práctica conocida como chaqueo y empleada por los agricultores para habilitar áreas de cultivo.
La quema de pastizales y maleza está prohibida por la legislación boliviana, pero la falta de mecanismos de control y capacidad operativa ha permitido la continuidad de esta costumbre muy difundida en la zona tropical y que en esta temporada del año provoca un alto grado de contaminación y densa humareda, que asciende hasta la zona andina.
Según el informe proporcionado por la Superintendencia Agraria a IPS, ya se perdieron 473.173 hectáreas de bosques y pastizales en el departamento de Beni, en los incendios registrados este mes.
Con el apoyo de satélite, fueron detectados 7.431 focos de incendios que afectan a unas 800.000 hectáreas distribuidas entre los departamentos amazónicos de Beni, Pando y que llegan hasta el oriental Santa Cruz.
En Riberalta, más de 600 familias tuvieron que huir de las grandes lenguas de fuego y hasta ayer, 22 comunidades fueron evacuadas a la ciudad, donde se improvisaron casas con madera y hojas de palmera.
En esa situación permanecen los evacuados recibiendo algunos alimentos y ropa recolectada por voluntarios en otras localidades del país, pero su futuro es incierto tras la destrucción de cultivos de alimentos como arroz, plátano y yuca que servían de única fuente de ingresos y consumo familiar.
La zona comprende a una llanura amazónica donde la recolección de castaña, de la cual se obtiene aceite y harina, es una de las principales actividades económicas de familias pobres, en contraste con la gran cantidad de cabezas de ganado pertenecientes a prósperos empresarios ubicados más al sur.
El potencial de explotación de la cáscara de castaña alcanza a unas 100.000 toneladas por año y actualmente la tasa de recolección sólo alcanza a 30 por ciento.
Durante la primera mitad del siglo XX, la explotación de la goma, la castaña y la tala de árboles finos representaban la principal fuente de ingresos, pero su agotamiento ha empobrecido a los campesinos de la zona y libró su suerte a la búsqueda de nuevas oportunidades en otros cultivos.
Precisamente, cuando se hallaban implantando esa agricultura alternativa, como el cacao, frijoles, arveja arbustiva y frutales, llegó el fuego y lo devoró todo, acabando con varios años de esfuerzo, dijo el responsable del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca), Armengol Caballero.
El Programa de Acción Integrado Boliviano-Peruano realizó una catalogación de la riqueza natural de Riberalta y el estudio identifica a 500 especies arbóreas y de palmeras, de las cuales unas 18 especies sirven para la industria de la madera.
La zona donde se registra el incendio está comprendida en el ecosistema denominado la "Pampa del Heat" que se extiende desde territorio peruano, al este del país, hasta el sur del Río Madre de Dios, colindante con Riberalta.
Las tareas de extinción del incendio se libran en condiciones difíciles. Numerosos efectivos militares, comuneros y voluntarios civiles atacan al fuego desde diferentes sectores, pero con escasas herramientas y equipo.
Muchos emplean palas de jardinería y en otros casos sólo ramas para apagar las llamas, mientras el llamado desesperado de obtener apoyo logístico del gobierno brasileño, mediante aviones cisternas, aún no fue atendido. (
