En esta isla del norte de Alemania, casi 70 por ciento de la electricidad procede del viento y del sol, libre de gases invernadero, aunque sus nueve mil habitantes saben que su esfuerzo no alcanzará para detener el avance del mar, que ya ha cubierto más de la mitad del territorio.
Cada vez que Arwin Nahems abre la canilla del agua caliente en su casa, un sentimiento de respeto por el ambiente se apodera de él. Casi toda la energía que él y su familia consumen es generada por fuentes renovables.
Nahems, ingeniero de 59 años y pionero de la energía renovable en Foehr, instaló la primera turbina eólica de la isla hace más de diez años. En entrevista con Tierramérica, relató que sus esfuerzos chocaron inicialmente con múltiples obstáculos creados por la burocracia regional y nacional.
"Yo corría de una oficina a otra y llenaba formularios a diestra y siniestra", recuerda Nahems. Más de diez años después, puede felicitarse de su capacidad para superar las dificultades burocráticas.
Ahora, Foehr es un modelo de generación de electricidad respetuosa del ambiente. Casi 70 por ciento de la energía eléctrica en la isla se produce en turbinas de viento y células solares.
Para los habitantes de Foehr, el uso de fuentes alternativas es una cuestión de supervivencia, dice Anne Marie Lubcke, una activista ecologista. Más de la mitad del territorio de la isla yace bajo el mar. Si el recalentamiento del planeta continúa y el nivel de las aguas aumenta a medida que los glaciares se derritan, la isla desaparecerá, explica.
Lubcke añade que la población de Foehr es consciente de que su sola acción no detendrá el cambio climático. Pero, siguiendo la consigna "Piensa globalmente, actúa localmente", los habitantes han comprendido la urgencia de adaptar costumbres y actividades a los límites impuestos por la necesidad de preservar el planeta.
Casi todas las actividades económicas de la isla, desde la agricultura hasta los servicios de restaurantes y hoteles, consumen mayoritariamente energía del viento y del sol.
Luc Marechal, un cocinero nacido en Marsella y acostumbrado al soleado mar Mediterráneo, se instaló en Foehr en 2000. Dice admirar la tenacidad alemana que llevó a Nahems y a sus colaboradores a embarcar en su plan a toda la población de la isla, aun cuando las horas de sol no son tantas aquí como en zonas más cálidas de Europa.
"En mi Marsella natal apenas utilizamos la energía del viento y del sol, a pesar de que disponemos de ambos en abundancia", dice a Tierramérica. "A los franceses, los ecologistas alemanes deben servirnos de ejemplo", añade.
Este esfuerzo local se refleja en la política energética del septentrional estado de Schleswig-Holsteins, al que pertenece la isla, y cuyo gobierno estableció en 1998 que 25 por ciento de la electricidad consumida deberá generarse en turbinas eólicas para el año 2010. De momento, Schleswig-Holsteins genera más de 1.800 megavatios de electricidad a partir del viento.
De acuerdo con cifras de la agencia energética europea, Alemania es líder mundial en uso de fuentes renovables, con más de 15 mil megavatios de energía eólica, y es el país con la mayor superficie de recolección de energía solar en el mundo, con unos seis millones de metros cuadrados de células solares en uso.
Esta superficie representa 40 por ciento de la totalidad instalada en los países de la Unión Europea (UE).
Aunque las disparidades de los países europeos son relativamente grandes en esta materia: Alemania dispone de 10 veces más capacidad instalada de colectores solares que Francia, a pesar de las ventajas climáticas comparativas del territorio francés.
La UE es líder mundial en generación eléctrica limpia. En 2003, generó 28.452 megavatios a partir del viento, mientras los países de América del Norte obtuvieron menos de siete mil, Asia un poco más de tres mil, y el resto del mundo apenas 522 megavatios.
Según estas cifras, América Latina juega un papel marginal en la generación de electricidad a partir del sol y del viento. En cambio, la generación hidroeléctrica de los países de la región, de unos 550 gigavatios por hora, es la mayor del mundo, y ha experimentado un crecimiento de 500 por ciento desde 1972.
Pero, a pesar del liderazgo europeo, los esfuerzos de activistas como Nahems son incipientes. La UE todavía obtiene un quinto de la electricidad que consume mediante combustión de carbón, la principal fuente de dióxido de carbono, el más importante de los gases que causan el recalentamiento global.
Esa contaminación es la que puede terminar sumergiendo a la isla de Foehr, si el cambio climático no se detiene y el nivel del mar se eleva de manera inexorable.
* El autor es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 18 de septiembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (