TRABAJO-TAILANDIA: Inmigrantes entre burocracia y explotación

Tailandia continuará atrayendo trabajadores que emigran de los países vecinos más pobres, debido al voraz apetito de los empleadores tailandeses por esa mano de obra barata, opinan activistas y observadores.

Los inmigrantes procedentes de países vecinos, especialmente de Birmania, soportan trabas para obtener permisos laborales, salarios muy bajos y tareas peligrosas, entre otras dificultades.

"El mercado laboral (tailandés) está hambriento de más y más trabajadores", dijo Irena Vojackova-Sollorano, jefa de la oficina para el sudeste asiático de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en el lanzamiento de un informe sobre el trabajo de los inmigrantes.

Si la economía tailandesa sigue creciendo, "el mercado laboral se llenará de trabajadores inmigrantes", agregó Jerrold Huguet, coautor del informe de 79 páginas difundido el 23 de este mes y titulado "Inmigración Internacional en Tailandia".

Esa tendencia se reflejó en el pedido de 1,6 millones de trabajadores efectuado por empleadores tailandeses durante el registro laboral de inmigrantes el año pasado, según el informe.

Para diciembre de 2004, sólo 814.000 trabajadoras y trabajadores inmigrantes, de casi 1,3 millones inicialmente registrados ante las autoridades tailandesas, habían recibido permisos de trabajo, agrega el estudio.

Huguet atribuyó la caída a los muchos pasos que estas personas tienen que dar, junto a sus eventuales empleadores, para obtener los permisos.

El elevado costo del trámite es otro factor de importancia. "El monto total de 95 dólares necesario para obtener un permiso de trabajo por un año es considerado alto tanto por empleadores como por inmigrantes", destaca el informe. "Desde la perspectiva del inmigrante, a menudo representa cerca de un salario mensual para un permiso de un año".

La mayoría de mano de obra extranjera y no calificada procede de Birmania, un país gobernado por una dictadura militar, donde la pobreza es rampante, seguido por Camboya y Laos.

Durante el último registro de trabajadores extranjeros, 610.106 (75 por ciento) de los 814.000 que obtuvieron permisos eran birmanos, seguidos por 104.789 (12,9 por ciento) camboyanos y 99.352 (12 por ciento) laosianos.

Pero activistas por los derechos laborales estiman que la cantidad de trabajadores de los tres países vecinos podría ser mucho más elevada, con más de un millón solamente de Birmania, trabajando sin permisos.

La disparidad económica entre Tailandia y sus vecinos es cruda. Mientras el ingreso por persona tailandés es de 2.238 dólares, el de Camboya es de 177 dólares, el de Laos de 317 dólares y el de Birmania de 351 dólares.

Los trabajos que hacen los inmigrantes son descritos como sucios y peligrosos, evitados por los trabajadores tailandeses.

Casi uno de cada cinco empleados inmigrantes está en el sector agrícola, mientras que uno de cada 10 trabaja en la construcción o en el servicio doméstico, señaló Sureeporn Punpuing, coautora del informe. La industria pesquera también depende fuertemente de la mano de obra extranjera.

El significado de su contribución a la economía tailandesa se ve reflejado en las ganancias registradas en la provincia noroccidental de Tak, donde miles de inmigrantes están empleados en las fábricas de vestimenta, la mayoría de propiedad nacional. Entre abril de 2002 y abril de 2003, la Federación de Industrias de Tak reportó ganancias por 125 millones de dólares.

Las remesas mensuales que los inmigrantes envían a sus familias también revelan la escala económica de este sector. Cada año remiten cerca de 315 millones de dólares a sus países de origen, según el informe de la OIM..

Sin embargo, la afluencia de trabajadores inmigrantes a Tailandia, que pasó de ser un hilo de agua a una inundación a fines de los años 90, también ha generado preocupación entre defensores de derechos humanos por la explotación a gran escala que supone el fenómeno.

Es común que a las y los inmigrantes se les pague menos que el salario mínimo, unos 3,47 dólares por día en la provincia de Tak, explicó Jackie Pollock, del no gubernamental Programa Acción Migrante, que trabaja por los derechos de los inmigrantes en Tailandia.

El trabajador o trabajadora explotada no puede recurrir a la justicia, agregó Pollock en entrevista con IPS. "No pueden formar sindicatos para protestar contra las violaciones laborales y no hay mecanismos disponibles para repararlas", dijo.

Además, las estrictas normas para obtener la ciudadanía o la residencia en Tailandia han causado un problema social, dado que los hijos de estos trabajadores están condenados a vivir fuera de la protección del Estado. "Tenemos más de 100.000 niñas y niños y jóvenes que no van a la escuela y a los que no se les permite trabajar", informó Huguet. "Están en una especie de limbo".

Pollock concedió que las autoridades tailandesas introdujeron "políticas progresistas hacia los trabajadores inmigrantes" el año pasado, ubicando a Tailandia en una mejor posición respecto de otros países del sudeste asiático con mano de obra extranjera, como Malasia y Singapur.

En Malasia, por ejemplo, las trabajadoras inmigrantes que están embarazadas son deportadas.

Según Vojackova-Sollorano, las fallas de Tailandia para alcanzar estándares laborales internacionales en el sector inmigrante son comunes en los países en desarrollo.

Esas naciones "necesitan un rápido aumento de la mano de obra que viene a través de canales ilegales, y la industria se beneficia económicamente de esta ilegalidad", afirmó.

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