«El mundo no se puede reducir a un G-7 o a un G-8 (el grupo de países más poderosos del planeta) y luego una mayoría empobrecida», afirma el hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga, con 62 años uno de los más jóvenes cardenales de la Iglesia Católica.
"Aquello (América Latina) se llama continente de la esperanza, porque es la única virtud que nos sostiene en medio de problemas muy serios, como la pobreza creciente, la inestabilidad democrática y la corrupción. Latinoamérica es un continente rico, pero donde hay la mayor inequidad", dijo en diálogo exclusivo con IPS quien fuera también, a los 36 años, un obispo precoz.
El prelado hondureño estuvo en la occidental ciudad alemana de Colonia para tomar parte de la XX Jornada Mundial de la Juventud, entre el martes 16 y el domingo, movilizando a cientos de miles de católicos del mundo hasta este país europeo y presidida por el papa Benedicto XVI.
Con tono pausado, y dándole expresión a cada palabra pronunciada, Rodríguez Maradiaga continuó describiendo a la región del mundo con mayor brecha entre ricos y pobres.
Lo que exportamos "son inmigrantes ilegales, porque no hay fuentes de trabajo y esto es desesperante. En Honduras, por ejemplo, el que no quiere meterse en el crimen organizado, pues tiene que emigrar para buscar trabajo. Y esto es así prácticamente en todo el continente, con alguna excepción como Chile o, en algún sentido, Brasil", afirmó.
El cardenal sostuvo que "la inmigración ilegal es una llamada al mundo desarrollado para que haya mayor desarrollo, mayor equidad y mayor justicia".
Desde hace décadas, Rodríguez Maradiaga viene bregando por la condonación de la deuda externa de los países pobres, pues "ya ha sido pagada con creces, con la cantidad de intereses que se han pagado".
En su opinión, para superar la pobreza se necesita, simultáneamente, la condonación del endeudamiento y luchar contra la corrupción.
"Hay que hacer un cambio muy grande en la mentalidad de los políticos. No se puede pensar" en esa actividad "como una industria en la cual yo invierto durante una campaña para sacar los dividendos después, durante el gobierno, o sea para enriquecer a unos cuantos", sentenció.
"Todos conocemos dictadores o presidentes electos democráticamente que salieron (del poder) acusados de corrupción, y viven sin trabajar con lo que robaron. Eso va empobreciendo cada día más al continente".
Tampoco la grey se salvó de sus críticas, ante una pregunta de IPS. "Claro que (los católicos) tenemos mucha responsabilidad. Tal vez porque nos llamamos católicos en una misa o en un funeral o en una boda, pero en la vida pública se nos olvidan los mandamientos de la ley de Dios, especialmente el 'No robarás'. Hay mucha gente que piensa que robar el dinero del Estado no es pecado, y que es tonto el que no aprovecha cuando está en un puesto público".
La justicia debe aplicarse también en el terreno internacional, dijo el cardenal.
"El terrorismo es un grito desesperado, una voz de los pueblos que ya nadie oye. Es triste, pero es así. No debemos pensar que los terroristas son sólo unos locos, tenemos que examinarnos: ¿por qué y de dónde viene el terrorismo? Y no debemos llamarlo solo islámico. ¿Y el terrorismo de los Estados, que provoca guerras, invade países, pasa sobre el derecho internacional?", cuestionó.
Rodríguez Maradiaga no reniega de haber formado parte de la Teología de la Liberación, un movimiento católico crítico nacido en América Latina en la segunda mitad del siglo XX, fieramente combatido por el fallecido papa Juan Pablo II (1978-2005).
Sobre todo en Europa, se exageró respecto del alcance de este movimiento, dijo.
"La Teología de la Liberación es poner en práctica el Evangelio. Pero se hizo un mito, especialmente de una corriente de la teología, que asumió el análisis marxista de la realidad como manera de llegar a una justicia social, pero eso condujo a mucha violencia y hoy ya nadie sigue esta corriente", interpretó.
Pero todo lo positivo "de esta teología, una pastoral más cercana al pueblo, comunidades eclesiales de base, hoy son una realidad que florece en toda la Iglesia", aseveró.
Admitió, sin embargo, que existen diferentes realidades dentro de la Iglesia. Y ante la pregunta de si la institución europea entendía cabalmente los problemas del continente americano, se permitió una crítica velada.
"Uno de los problemas es que muchos no conocen otra realidad más que la que están viviendo. Y por eso, en este tiempo de globalización ayuda mucho el hecho de que se conozcan otros continentes y otras experiencias", dijo.
Al fin y al cabo, la diplomacia es una de las características de este hombre culto y políglota. De ella volvió a echar mano para referirse al nuevo Papa alemán: "Alguien dijo que a Benedicto iba a ser muy difícil amarlo. Yo le digo: también al señor Jesús, después de 21 siglos, hay muchos a los que les es difícil amarlo… Y, además, creo que nos va ser fácil amar" al nuevo pontífice.
El cardenal hondureño fue uno de los más nombrados para suceder a Karol Wojtyla, entre otras razones por pertenecer al continente en que residen la mitad de los católicos del mundo.
¿Le hubiera gustado ser Papa? "Es una responsabilidad que nadie puede desear, pero si el Señor lo manda, pues lógicamente uno tiene que obedecer la voluntad de Dios", sonrió y concedió.