El presidente de Perú, Alejandro Toledo, encara sus últimos 11 meses de gobierno con una peligrosa debilidad, según analistas, confirmada por la nueva y fuerte caída de su popularidad tras la severa crisis política que lo obligó a renovar su gabinete.
Toledo ha llegado con esto a la apoteosis de su ineptitud, dijo a IPS el sociólogo e historiador Nelson Manrique, al comentar los orígenes de lo que algunos expertos consideran la mayor turbulencia política que tuvo que sortear el mandatario desde su asunción el 28 de julio de 2001.
A pesar de que logró capear este temporal de cinco días, su imagen nuevamente ha quedado mellada ante la opinión pública, más allá de que la gestión macroeconómica le ha dado un respiro importante.
Entre los mayores costos políticos, que llevaron la popularidad de Toledo de 16 por ciento a ocho por ciento en sólo 15 días, se cuenta la renuncia de Carlos Ferrero al cargo de presidente del Consejo de Ministros o primer ministro, lo cual arrastró la caída de todo el equipo ministerial según lo establece la Constitución.
Tras imponer como reemplazante de Ferrero a Pedro Pablo Kuczynski, quien hasta el martes era ministro de Economía y tiene mejor imagen que el propio Toledo, se incorporaron al gobierno seis nuevos nombres, a la vez que se confirmó en sus cargos a los nueve ministros restantes.
Además de Kuczynski por Ferrero, al gabinete se sumaron Rómulo Pizarro por Félix Murazo en la cartera de Interior, Rudecindo Vega por Carlos Bruce en Vivienda, Marciano Rengifo por Roberto Chiabra en Defensa, Alejandro Tudela por Eduardo Salhuana en Justicia, Oscar Maúrtua de Romaña por Fernando Olivera en cancillería, y Fernando Zavala en Economía en lugar del ahora jefe ministerial.
Los expertos consultados por IPS también advierten que, si Kuczinsky y los nuevos ministros utilizan parte del presupuesto del Estado en actos que ayuden a la campaña electoral en ciernes, es probable que Toledo recupere puntos porcentuales de popularidad, pero a costa de poner en riesgo los logros en la economía, reconocidos hasta por sus críticos más demoledores.
De este modo quedó superada esta vez la crisis iniciada el jueves de la semana pasada a raíz de la designación, para sustituir a Manuel Rodríguez al frente de la cancillería, de Olivera, líder del Frente Independiente Moralizador (FIM), un fuerte aliado del gobernante Perú Posible.
Olivera, que hasta la semana pasada ocupaba la titularidad de la embajador de Perú en España, carga con una enorme impopularidad debido a varios hechos confusos que lo tuvieron como protagonista en los últimos tiempos.
Fue señalado de haber llevado al Vaticano, en septiembre de 2001, unas cartas presuntamente apócrifas con acusaciones contra el cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani, un hecho por el cual se puede abrir una causa judicial.
También está acusado de haber autorizado, en su pasaje anterior por el gobierno de Toledo como su ministro de Justicia, las reuniones de César Almeyda, un asesor gubernamental hoy preso, con el general Oscar Villanueva, el militar sindicado como el cajero de Vladimiro Montesinos, el ex jefe de inteligencia del gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000).
En septiembre de 2004, Olivera, a quien Toledo considera su aliado más leal, fue captado por la prensa cuando hacía gestos obscenos en plena vía pública contra manifestantes que lo recriminaban frente a un hotel limeño, y en abril pasado agredió a una periodista que quiso entrevistarlo.
Al parecer, el presidente quería fortalecerse poniendo como ministros a personajes muy cercanos, que lo sostuvieran en este último tramo de gobierno, comentó a IPS el politólogo Martín Tanaka.
El cálculo, sin embargo, resultó fatal, pues la presencia de Olivera en la cancillería hizo estallar una ola de protestas de políticos, de la opinión pública y hasta en el propio Poder Ejecutivo.
Minutos después de que Olivera jurara como nuevo canciller el día 11 y en un gesto inusual y al parecer inconsulto con el presidente, Ferrero envió un comunicado a las redacciones periodísticas anunciando su renuncia irrevocable al cargo de primer ministro, lo que desató el escándalo político.
A pesar de que esa renuncia significaba la inmediata caída del gabinete, el líder del FIM se presentó en su nuevo puesto al día siguiente y anunció su programa de trabajo y hasta firmó algunas resoluciones.
La situación en la cancillería comenzó a aclararse sólo el domingo, cuando Jesús Alvarado, dirigente de Perú Posible, anunció en una radio local que el presidente le había pedido a Olivera que no participara en el nuevo gabinete que debía conformarse.
En conversación con IPS, el ex viceministro del Interior Carlos Basombrío sostuvo que, en el rechazo a Olivera, la gente ha concentrado todo su desprecio hacia la clase política, pues él parece encarnar todos los males del político tradicional, como la ambición y el uso frívolo del poder.
Sin embargo, ese odio era exagerado y tampoco fue ésta la peor crisis del gobierno, añadió.
Recordó la tormenta desatada en 2002, cuando la sureña ciudad de Arequipa se levantó contra la privatización del servicio de agua potable, así como el frustrado intento de llevar a juicio político a Toledo por su vinculación con la presunta falsificación de firmas para que su partido, entonces denominado País Posible, participara de las elecciones de 1995.
Con todo, se trató de un momento muy tenso que hizo descender drásticamente la aprobación del presidente.
Según la empresa Apoyo, Toledo pasó de recoger 16 por ciento de popularidad entre los consultados tras su discurso aniversario del 28 de julio en el que exhibió logros económicos, a sólo ocho por ciento esta semana.
Manrique anotó que, al ser nombrado Kuczinsky como primer ministro, el gobierno podría entrar a una etapa de gasto social preelectoral, que podría poner en peligro los logros macroeconómicos.
Tanto Kuczynski como Toledo están pensando en su futuro político, advirtió el analista, al aludir las no tan veladas intenciones del nueve jefe del gabinete de postularse a algún cargo en las elecciones de 2006, para lo cual tendría que renunciar en apenas dos meses, lo que volvería a provocar otra crisis de gobierno.
Manrique coincidió en esa apreciación con Tanaka, pero además recordó el impulso autodestructivo del presidente, algo a lo que se han referido varios comentaristas, y hasta psicoanalistas.
Faltando escasos 11 meses para que abandone Palacio de Gobierno, Toledo volvió a dilapidar su capital de aprobación inútilmente, al punto que generó preocupación en los actores económicos y en otros sectores del país, que percibió el episodio como un inesperado acto de torpeza política y mediática, sostienen expertos.
Basombrío, no obstante, pronosticó que pasada esta crisis habrá protestas y cierto movimiento en las calles, pero que, en rigor, no debería pasar nada grave. Por supuesto, si es que el presidente no vuelve a hacerse el harakiri político. (