El telón del Teatro Solís de esta capital se alzará otra vez este viernes para la ópera «La Bohème», del compositor italiano Giacomo Puccini. Pero no será una velada lírica más: muchos esperan que abra una nueva etapa en la historia de la música clásica uruguaya.
En los últimos meses, el ambiente de la también llamada "música culta" en este país parece haber despertado de un largo letargo, y procura levantarse de las cenizas en que quedó tras varios años de dictadura, crisis económicas y olvidos de las autoridades.
Montevideo procura recuperar el sitial que ocupó durante varias décadas, cuando era escala impostergable en América del Sur de las giras de músicos con prestigio internacional, junto con Sao Paulo y Buenos Aires.
La pasión por la música clásica y el arte escénico en Uruguay es evidente desde 1856, cuando el país, en sus primeros pasos como nación independiente y con un Estado sin dinero y deteriorado por las guerras, se dio el lujo de construir lo que fue por entonces la principal sala de América del Sur: el Teatro Solís.
De esa forma, desde finales del siglo XIX Uruguay estaba a la vanguardia en la lírica internacional, y sus temporadas podían ubicarse entre las mejores del mundo, explicó a IPS el periodista y crítico musical Barret Puig, del semanario Búsqueda.
"De hecho, 'La Bohème' fue estrenada en Italia en febrero de 1896, y en Uruguay fue presentada por primera vez en agosto de ese mismo año. Es algo muy significativo, considerando que no había ni aviones ni comunicaciones electrónicas como hoy", destacó.
El propio Puccini visitó Montevideo en agosto de 1905, y presenció en el Teatro Solís una función de su ópera "Tosca".
Los buenos tiempos continuaron en las primeras décadas del siglo XX, bajo la égida del estatal Servicio Oficial de Radiodifusión y Espectáculos (Sodre).
En los años 30, el prestigioso director italiano Lamberto Baldi asumió la conducción de la entonces recién creada Orquesta Sinfónica del Sodre (Ossodre) y, gracias a sus fuertes vínculos en América y Europa, logró traer a Montevideo no sólo a las principales batutas sino también a los máximos creadores del momento.
El ruso Igor Stravinsky, el italiano Ottorino Respighi, el brasileño Heitor Villa-Lobos, el mexicano Manuel María Ponce, el estadounidense Aaron Copland y el alemán Paul Hindemith fueron algunos de los compositores que visitaron Uruguay.
Hasta fines de los años 40 hubo esplendor también en la lírica, con la presencia en Montevideo de cantantes como los tenores Enrico Caruso y Beniamino Gigli y el barítono Tito Gobbi, artistas italianos que hoy forman parte del santoral operístico internacional.
Además, actuaron en distintas épocas la actriz francesa Sarah Bernhardt y la estadounidense Vivien Leigh, y en obras de ballet la rusa Anna Pavlova y la estadounidense Isadora Duncan. También dieron conciertos el pianista polaco Arthur Rubinstein y el guitarrista español Andrés Segovia.
La segunda guerra mundial (1939-1945) hizo que muchos directores europeos huyeran del nazismo y se radicaran en América, lo que impulsó la música sinfónica en Uruguay. Por Montevideo desfilaron los alemanes Albert Wolf, Erich Kleiber y Fritz Busch, entre otros.
En los años 50, y tras una larga ausencia, Baldi retomó la dirección de la Ossodre y le dio un nuevo impulso, aunque se avecinaban tiempos de crisis, en el marco de un creciente deterioro económico del país.
El 18 de septiembre de 1971, como estocada final al ya menguado ambiente musical, los montevideanos veían azorados cómo un gran incendio destruía el Estudio Auditorio del Sodre, que desde hacía 40 años había sido el mayor escenario de espectáculos líricos, conciertos y funciones de ballet.
Muchos pensaron que la sala sería reabierta en el mediano plazo, pero se equivocaron. Se iniciaba una época oscura para la música clásica uruguaya, agravada por la dictadura militar (1973-1985), que obligó a muchos intelectuales a exiliarse en el exterior. El país perdía a muchos de sus artistas y la ópera prácticamente desapareció por unos años.
Con la restauración democrática se comenzaron a dar tímidos pasos. Un cine céntrico fue remodelado y convertido en el nuevo Auditorio del Sodre, aunque mucho más pequeño que el original, y se crearon fundaciones para resucitar a la lírica.
"Se volvieron a ver largas colas para asistir a una función de ópera y regresaron las temporadas, aunque por ahora eran de sólo dos títulos por año", recordó Puig.
Para entonces, el Teatro Solís estaba muy deteriorado y había serios riesgos de derrumbes e incendios.
"Estaba todo lleno de alfombras, no había foso para la orquesta y ésta quedaba raquítica, apretada en las cuatro primeras filas que se sacaban de la platea. Era todo un mamarracho. La sonoridad de la gran ópera nunca iba a aparecer ahí", dijo a IPS el director de la Orquesta Filarmónica de Montevideo, Federico García Vigil, durante un ensayo de "La Bohème".
Los espectáculos de música clásica se debieron trasladar a lugares nada adecuados desde el punto de vista sonoro, como salas de hoteles, parques públicos o las instalaciones del Laboratorio Tecnológico del Uruguay.
No obstante, en ese periodo visitaron Uruguay los llamados "tres tenores", aunque por separado: el italiano Luciano Pavarotti y los españoles Plácido Domingo y José Carreras. Los tres recitales se realizaron en escenarios abiertos.
La Intendencia Municipal de Montevideo decidió en 1999 cerrar el Teatro Solís para iniciar un proceso de reparaciones, que terminó el año pasado. La reapertura de la sala fue un acontecimiento para todo el país.
Todos parecen coincidir en que, con una política cultural adecuada, la música clásica en Uruguay podría recuperar parte de su antiguo esplendor gracias a la reapertura del Solís.
"A veces los edificios o las grandes obras generan estas cosas. No estamos en cualquier lado, estamos en un teatro con una solemnidad y una jerarquía muy importantes", señaló García Vigil.
Este mismo mes, el Solís fue visitado por destacadas figuras internacionales como el pianista y director argentino-israelí Daniel Barenboim, con su West-Eastern Divan Orchestra, conformada por jóvenes músicos árabes y judíos, y el director indio Zubin Mehta, con la Orquesta Filarmónica de Israel.
La reapertura del teatro le ha dado esperanzas también a una generación de jóvenes cantantes uruguayos que, tras culminar sus estudios, se vieron obligados a abandonar su país debido a la ausencia de temporadas líricas.
Muchos tienen éxito en el exterior y han cantado en las principales salas del mundo, como el Metropolitan Opera House de Nueva York y el Teatro alla Scala de Milán.
El barítono Federico Sanguinetti, de 38 años, pertenece a esta generación, y está contento de poder hacer una escala en sus constantes giras por Argentina y Brasil para cantar en su propio país.
"Es algo que parece un cuento. Nos parece mentira poder estar cantando en nuestro país, nosotros que hemos sido inmigrantes. Ahora podremos hacer dos o tres títulos al año aquí, un país que siempre ha tenido mucho amor a la lírica", dijo a IPS el cantante, quien integra el elenco de "La Bohème".
El hecho de que en pocas semanas se agotaran las entradas para tres de las seis funciones de la ópera, y queden escasos lugares para el resto, demuestra que está en lo cierto: pese a todo, ese amor no ha muerto.