El cierre de las fronteras españolas a quienes deseen ingresar y residir en este país europeo sin contrato de trabajo no detiene el flujo incesante de inmigrantes, incluso bebés, cuya deportación está prohibida.
Diez bebés viajaban en una frágil embarcación que, con otras 19 personas a bordo, fue interceptada el lunes por la noche por la policía militarizada española a unos 30 kilómetros del Estrecho de Gibraltar.
De los 19 adultos, 16 eran mujeres, una embarazada, y tres hombres. Todos procedían de la región de África subsahariana, aunque la policía no determinó todavía sus nacionalidades.
Este martes por la mañana fue atrapada otra de estas embarcaciones sin calado (llamadas pateras), con 24 marroquíes adultos, quienes quedaron detenidos al igual que los anteriores.
Con estas detenciones suman en este año 1.500 las personas arrestadas al ingresar sin autorización a territorio español desde las costas del mar Mediterráneo cercanas al Estrecho de Gibraltar.
Los marroquíes podrán ser devueltos a su país, cumpliendo con acuerdos vigentes entre España y Marruecos, pero con los demás se plantean cuestiones que impiden la repatriación.
Los menores de edad y sus madres no pueden ser repatriados, por eso llegan mujeres con sus hijos e hijas.
Además, las naciones que no tienen acuerdos específicos con España no admiten la repatriación de sus emigrantes. La mayoría de los africanos de la región subsahariana que llegan en pateras no tienen documentos y afirman ser ciudadanos de países que no aceptan las deportaciones.
Las mujeres y los bebés fueron acogidos en el Centro de Atención de Inmigrantes de la ciudad de Tarifa, de la católica Delegación Diocesana de Inmigración.
José María, un diocesano que lleva años atendiendo a inmigrantes, señaló que las mujeres no hablan con nadie, evaden responder la verdad y, pasadas una o dos semanas, salen del Centro para dirigirse a Madrid, Barcelona o Valencia a buscarse la vida, a ganar dinero como sea y a pagar la deuda que asumieron con las mafias que las embarcaron en una patera.
Fuentes policiales dijeron a IPS que el costo de los viajes clandestinos oscila entre 1.000 y 3.000 euros (1.200 a 3.600 dólares).
Esas mafias siguen activas en España, o vinculan a las mujeres con organizaciones de proxenetas, prometiéndoles usualmente trabajo doméstico o en restaurantes, pero obligándolas después a prostituirse.
El gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero decidió a poco de asumir, en mayo de 2004, iniciar un proceso de regularización de inmigrantes, al que se presentaron unas 700.000 personas. La mitad ya está legalizada. El resto prosigue a la espera, intentando lograr contratos de trabajo, requisito indispensable para la legalización.
Pero, simultáneamente, el Poder Ejecutivo dispuso el cierre las fronteras para todo extranjero que ingrese con pretensión de residir en España, a menos que obtenga previamente un contrato de trabajo en este país.
Un problema básico deriva de los tipos de empleo que obtienen muchos inmigrantes, en la construcción, en el servicio doméstico o en la agricultura, áreas en las que los empleadores se niegan a firmar contratos, obligando a trabajar de manera precaria y sin aportar a la seguridad social.
Pero la pobreza de África determina que la búsqueda de un nuevo horizonte en la próspera Europa sea inevitable.
No hay murallas ni controles policiales y militares que puedan detener a quienes tratan de llegar a Europa en búsqueda de una vida mejor para ellos y sus familiares, dijo la presidenta de la Asociación América España Solidaridad y Cooperación, Yolanda Villavicencio.
En esa búsqueda se arriesgan vidas, pues los viajes se realizan cada día en condiciones más peligrosas. Las mayores medidas de vigilancia y el aumento del personal y los medios de seguridad, hacen que las pateras prefieran trayectos y destinos más inaccesibles, elevando los riesgos de naufragio.
Asimismo, los traficantes de personas están abandonando la costumbre de trasladarse en sus pateras, dejar a los inmigrantes en la costa y regresar a costas marroquíes para reiniciar luego el traslado de otro continente.
Para evitar la captura, los patrones de las barcas las abandonan apenas llegan a la costa y regresan en lanchas mejor equipadas y más veloces. Por eso, las pateras son cada vez más inseguras, elevando los accidentes y las muertes.
Domingo Juan Trujillo, quien dirige embarcaciones de salvamento, relató que frecuentemente las pateras hacen agua y, por el exceso de peso, navegan a poco más de una cuarta por encima de la superficie del mar.
Alguna vez, remolcó una patera vacía y, al llegar a puerto, sólo le quedaba el palo al que había amarrado el cabo de remolque, dijo Trujillo.
Así son las jornadas de los que se arriesgan a cruzar, según el poeta AbdenNur Barrejón:
Todos los mares del mundo en una patera, la angustia hace infinita la distancia y sin embargo estamos al alcance de la mano, y sin embargo en unas horas nos separan los siglos. Flota un nido de sueños en una patera, en una patera de lata a la deriva. Una culpa que nunca es de nadie empuja, y el mar siempre florece en desafíos, y el mar siempre se enluta de juventud segada.
*/Atención editores: este despacho corrige el párrafo cuarto de la nota transmitida a la hora 21.42 GMT/